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Western States 2011 – Mi Experiencia

Meta Western Staes
Foto cortesía de Dan Gomez

¡Terminé Western States en 29:40:40! Me tomó mucho esfuerzo terminar, no fue una carrera fácil. La primera mitad fue fácil y divertida. La segunda mitad fue pura voluntad, fue meter las manos hasta el fondo de los bolsillos y sacar lo que quedaba para dejarlo en el camino. Todavía estoy digiriendo la experiencia para tratar de condensarla en su esencia: tenaz y perseverante movimiento, sin prisa pero sin pausa.

El apoyo de Lorena fue esencial para empezar y terminar la carrera. Si ella no me hubiese respaldado nunca hubiese iniciado a correr, sin su confianza en mi no hubiese dejado Forest Hill dispuesto a terminar. Luis Carlos Stoute me apoyo desde poco antes de Bath Road hasta la meta: le debo mi eterno agradecimiento por que fue crucial para que yo mantuviese mi concentración en correr mientras el me ayudaba con su preocupación por los tiempos y las distancias. Su compañía a través de la noche mucho menos difícil mantener mi constante movimiento: Luis Carlos no iba a dejar que me rindiera, no me permitió contemplar esa opción.

La carrera inició a las 2:00am cuando me desperté para vestirme, desayunar y buscar a Luis Carlos para dirigirnos a Squaw Valley para registrarme. Como a las 4:15am estaba recogiendo mi número, junto con otros 400 corredores y sus acompañantes. Lo próximo fue pesarme por segunda vez antes de la carrera. Había pesado 177 libras (vestido) el día anterior y en la mañana estaba en 179, desayunado y bien hidratado con 2 tazas de café y agua. A través de la carrera me pesarían otras 10 veces. A las 5:00am en punto partió la carrera, loma arriba.

La primera hora y media no las pasamos caminando y corriendo loma arriba hasta Cougar Rock, justo abajo de Granite Chief (desde 6,000′ hasta 8,712′). Pronto estaba rodeado del grupo con quien compartiría el resto de la carrera, los de la cola. Muchos de los que me acompañaban no iban a terminar la carrera, en algún momento perderían contra las horas de corte y tendrían que retirarse. Yo me preguntaba si me pasaría lo mismo a mi, todavía faltaba mucho por delante.

Al coronar la montaña pude ver el Lago Tahoe a mi espalda y mucho de los próximos 25 kilómetros de nieve que tendría que atravesar al frente. Esta sección iba a ser divertida para mi, me encanta la nieve y sabía que me iba a poder mover con mucha confianza a través de ella. Comencé a avanzar con buen ritmo y a pasar gente, iba en bajada y confiado. En cuanto la fila iniciaba a disminuir su paso yo me hacía a un lado y me pasaba un par. Así fui recortando posiciones toda la mañana hasta llegar a Talbot en la posición 255 a las 8:28am, a 22.4km de la partida. Ya la nieve sería intermitente y venía una porción por caminos de tosca.

Aquí me comenzaron a pasar muchos de los que iban lentos en la nieve pero que serían más rápidos que yo cuando podían correr sin temor. Yo corría a un ritmo cómodo, según mi plan de carrera: llegar con energías de reserva a Forest Hill para correr con todo lo que me quedaba cuando me encontrara con Luis Carlos. Hasta ese momento yo solamente estaba haciendo camino con calma. De hecho, nunca me fijé en como iba versus el paso de 30 horas, o las horas de corte, era irrelevante.

En cada estación me esperaban los voluntarios, ansiosos por ayudarme a mi, al igual que al resto de los corredores. Yo les daba mis botellas para que las rellenaran con GU2O mientras iba a comer. Recogía 2 o 3 geles, los metía en mis bolsillos, recogía emparedados y salía caminando mientras comía. Al final me comería cerca de 60 geles y me tomaría unos 5 galones de GU. Después de un rato estaba hastiado de los sabores de vainilla y «plain». Pero cada media hora abría un sobre y me lo comía, como reloj.

En algún momento pasé una serie de quebradas con agua gélida que me dejaron los pies tiesos, las zapatillas como tablas de madera. Si hubiese hecho caso al consejo de la Guía del Corredor dejando un par de zapatillas secas y medias en una estación como Poppy o Mosquito Ridge me hubiese ahorrado mucho sufrimiento más adelante. Pero yo, muy optimista, confiaba en mis pies de cholo Vallero. Mi revisión de la realidad me esperaba más adelante. En algún momento después de Talbot sentí una piedrita en la zapatilla derecha y me la quite para revisar, pero no encontré nada inusual.

A las 9:30am llegué a Poppy en la posición 275, 20 corredores más atrás que la anterior. Todavía estaba en una posición cómoda, corriendo tranquilo, pero comenzando a sentir mi pie derecho. Llevaba tantas horas húmedo que se me habían hecho unas grietas en la planta de los pies. Ya estaba considerando que las Salomon Speedcross debieron ser cambiadas por otro par, mis Avia AviStoltz, en este punto. Pero no había empacado bolsa de apoyo, ninguna. Tenía que seguir hasta Michigan Bluff o Forest Hill con mi calzado actual.

Yo iba muy entretenido viendo el paisaje y conversando con los corredores que saludaban. Otros, obviamente, solamente tenían cabeza para seguir corriendo. Estaba impresionado por muchos de los corredores que me rodeaban: claramente eran gente bien preparada, fuerte. A esta altura de la carrera todo era pino, verde, pino.

Llegué a Mosquito Ridge en la posición 272 a las 12:24pm. Aquí me pesaron por primera vez y había bajado a 174 libras. Esta fue una llamada de atención para mi, yo pensé que me estaba hidratando adecuadamente. Desde este punto en adelante aumenté mi hidratación y más nunca estaría más de media libra fuera de mi peso inicial de 177 libras. Ya se sentía el calor y, por suerte, la pañoleta que me prestó Luis Carlos me estaba manteniendo fresco con el hielo que le ponía en cada estación.

A estas alturas me estaba arrepintiendo de no haber dejado una bolsa con Hydropel o Glide. La abrasión me estaba comenzando a molestar por varios lados. Había Vaselina en todas las estaciones, pero yo estaba determinado a perder la menor cantidad de tiempo en mis paradas. Sencillamente me iba a aguantar la molestia hasta terminar – el dolor es temporal, terminar es para siempre.

A la 1:41pm llegué a Miller’s Defeat, #265, avanzando tranquilo. Pero ya el pié derecho me había hecho detenerme una vez cuando sentí un clavo en el pié. Revisé mi suela y estaba intacta: una ampolla se me había formado y me esta lastimando. Seguiría así hasta que tuviese que parar a que me la vendaran en otra estación.

A las 2:26pm llegué a Dusty Corners, mi posición había bajado al #292. Mi ritmo estaba disminuyendo por la molestia de mis pies y la espalda se me estaba amarrando. Mi espalda inferior es un punto débil que puede molestarme ocasionalmente. Era algo que me preocupada desde el principio, y más ahora que todavía tenía las bajadas largas por delante. Llevaba 61.2km y estaba media hora por delante del paso de 30 horas. Ya estaba contra el piso…

Al paso que llevaba estaba seguro que me iba a encontrar con Lorena y Luis Carlos en Michigan Bluff. Estaba seguro que medias nuevas, zapatillas frescas, y un masaje me iban a revivir. Originalmente habíamos hecho un plan abierto por que si yo iba muy rápido, LC no podría entrar como marca paso hasta Forest Hill. Pero ahora estaba seguro que llegaría a Michigan Bluff al borde del paso de las 30 horas y allí vería a mi esposa y mi compañero para la segunda mitad de la carrera, la parte nocturna.

Cuando llegué a Last Chance a las 4:00pm decidí que tenía que hacer algo por mis piés. Venían las bajadas más largas de la carrera. ¡Pedí ayuda! Decidí que necesitaba que me vendaran el pié derecho. La mujer que me vendó decidió que solamente me pondría una capa de cinta adhesiva, pero me dejaría la ampolla intacta. Estoy seguro que tomó la decisión correcta. Cuando salí de la estación ya estaba contra el reloj y venía lo más difícil de la corrida: los profundos cañones del Middle Fork y El Dorado Creek. Un descenso de 558 metros antecedía un ascenso de 500 metros hacia Devil’s Thumb.

En la bajada la gente me estaba pasando por decenas. Yo estaba corriendo impedido. Me sentía muy frustrado por que yo puedo correr duro en bajadas, pero estaba amarrado y cojo, verdaderamente frustrado. Yo sabía que esta parte iba a ser difícil. Era hora de ser tenaz, de perdurar y perseverar. Mientras me pudiese mover, me iba a mover. Una hora más tarde llegue al río, crucé el puente y comencé la trepada a Devil’s Thumb: 33 vueltas de horquilla hasta coronarla. A los 45 minutos había trepado 500 metros, muy bien. Recuperé algo de tiempo perdido contra los que me pasaron en la bajada.

Pasé por la estación de Devil’s Thumb como alma que lleva al Diablo atrás. Rellené mis botellas, rellené mi gel, y tomé unos emparedados para comerme en el camino. Me tomó 1 hora y 17 minutos bajar hasta El Dorado Creek (920 metros de descenso), la mitad de la carrera. Ni tomé nota de cuanto llevaba a este punto. Quería llegar a Michigan Bluff a encontrarme con Lorena y Luis Carlos, zapatillas nuevas, ropa seca, y mi linterna para la noche, un masaje y tylenol. Ya estaba ansiando algo de analgésicos. No cargaba conmigo analgésicos para no tentarme a abusar de ellos huyendo del dolor. Trepé hacia Michigan Bluff en una hora (516 metros de ascenso) , nuevamente recortando algo de las posiciones que perdí en la bajada. Pero siempre estaba claro que mi posición en la carrera era irrelevante: esta es una carrera contra el reloj. Los demás corredores son mis compañeros en esta carrera, también corriendo por el mismo objetivo – terminar.

Llegué animado a Michigan Bluff, minutos por delante del paso de 30 horas. Busqué a mi gente por todos lados: ¡nadie! ¡Nó lo podía creer! Yo estaba seguro que me los encontraría en este punto. Perdí tiempo buscando a Lorena y Luis Carlos por todos lados, en vano. Bueno, estaba devastado, pero decidido a seguir – estarían en Forest Hill y yo tenía que llegar allá, tal como habíamos planeado. Por suerte me había traído una pequeña linterna de una pila y ahora tendría que correr con esta pequeña luz hasta la próxima estación.

Partí confundido y desanimado — estaba perdiendo la carrera, me estaba desmoronando. Había tocado fondo. Pero decidí que algo había pasado que tendría una explicación lógica y ya la escucharía a su debido momento. Ahora solamente me tocaba seguir avanzando hasta encontrar a mi equipo de apoyo. Iba a tener que soportar un poco más las molestias que sentía. Pero todavía podía ver al cielo y gozar del entorno: me tocó ver una bola de fuego inmensa surcando el cielo que todavía tenía un brillo vespertino, esa luz rojiza que aparece antes del ocaso.

Corrí un rato con una mujer y, de repente, ella se dio cuenta que no habían más cintas en el camino. Nos habíamos perdido. ¡Qué más podría pasar! Dimos la vuelta y corrimos hasta corregir nuestro error. Creo que perdimos como 10 minutos, no más que eso. Cuando el sol se ocultó por completo, la mujer se fue quedando atrás. No podía correr al mismo ritmo bajo la tenue luz de su lámpara. Yo seguí a mi ritmo, cobrando fuerza con la noche. La noche es mi amiga, es fresca y pura, llena de humedad agradable.

Al poco rato llegué a una quebrada. Pensé que había un oficial de la carrera ayudando a la gente a cruzar el agua. De repente ¡escucho la voz de Luis Carlos llamando mi nombre! Mi marca paso había venido a buscarme. Me contó que fueron a Michigan Bluff y los oficiales me habían anotado como si ya yo hubiese pasado. Me contó de su frustración cuando no llegaba yo a Forest Hill y que decidió ver que me había pasado. En este punto de la carrera yo estaba arrastrando los pies. Le conté que no pense que iba a poder terminar, pero que haría mi mejor esfuerzo por seguir adelante hasta que el reloj me sacara de la carrera. Por supuesto que LC me dijo que no hablara pendejadas, ¡íbamos a terminar juntos!

Llegamos a Forest Hill a las 10:43pm, 13 minutos detrás del paso de las 30 horas. ¡Qué felicidad ver a Lorena! Lástima que yo me sintiera tan mal, apurado, desesperado por seguir adelante inmediatamente. Lo primero fue que me volvieran a vendar el pié. La última cruzada de quebrada me había soltado las vendas. El médico, George, me drenó la ampolla y me la vendó. Me secaron los piés y me pusieron talco, medias secas y mi segundo par de zapatillas. Mientras esto sucedía me daban masaje en los hombros (una fula) y Lorena me masajeaba la espalda inferior con árnica. Me trataban como a un caballo de carreras, un Formula 1 en su pit stop.

Cuando salí de la enfermería Lorena quería que me comiera un burrito, yo me negaba, y ella insistía. Otro señor que había corrido Miwok conmigo me daba unas pastillas de NoDoze (cafeína) y me urgía a que partiera. Yo estaba consciente que el reloj seguía su inexorable progreso y también quería partir. Caminamos hacia el auto por que aún tenía que cambiar mi cinturón de botellas de agua por uno sencillo, de una botella. Ya no necesitaría tanta agua. A las 11:12pm partimos LC y yo a tratar de terminar esta carrera, en contra de las probabilidades. Estaba a media hora de la hora de corte absoluta y no estoy seguro cuanto tiempo contra el paso de 30 horas. Era hora de hacer magia…

Estaba muy entumecido cuando arrancamos a «correr». Yo iba volando, y Luis Carlos caminaba como 30 paso delante mío. ¿A qué me había reducido? Jamás iba a terminar esta carrera de esta forma. Al poco rato salimos del asfalto e iniciamos un descenso. El cambio de superficie me hizo sentir mejor. Ahora la gravedad me estaba ayudando, venía un desnivel de 350 metros y yo estaba anestesiado con los analgésicos que había tomado: unas advil que me dió Luis Carlos y el arnica que me aplico Lorena me había dejado sin dolor. Las abrasiones y los pies eran dolores manejables para mi. Cuando me calenté decidí tomar el control de la corrida y apreté el paso, me pasé Luis Carlos, y arremetimos con todo lo que podía contra la bajada. ¡Empezamos a pasar gente a diestra y siniestra! La hora de voltear las tablas había llegado…

Cuando llegamos a Dardanelles ya estábamos de vuelta en positivo contra el tiempo de 30 horas y cómodamente por delante de la hora de corte absoluto. Ahora el terreno era muy apto para correr, estábamos en un sendero de lujo. Yo fui apretando con todas mis fuerzas para ganar tiempo y no sentirme desesperadamente atrazado. El tiempo pasaba y seguíamos avanzando bien recogiendo todas las luces que aparecían al frente. Yo quería creer que iba a poder acabar, quería creer como Luis Carlos creía en mi: ¡íbamos a terminar!

En algún momento de ese frenético empujón tropecé con una piedra. La realidad volvió a llamar: mis pies estaban sintiendo el abuso y mi concentración estaba disminuyendo. Luis Carlos estaba tomando cafeína como si fuera pop corn. El sueño nos estaba apretando el cuello. Yo creo que estaba más despierto que LC, pero igual estaba tropezando con las piedras y la espalda estaba volviendo a apretarse, especialmente después de un tropezón que casi me deja regado en el piso.

Por suerte ya estábamos manteniendo nuestra ventaja contra el paso de 30 horas. Era obvio que el paso estaba basado en el comportamiento histórico de los corredores y estos ya estaban cansado a estas horas de la madrugada, tan lentos como nosotros. Esto me fue tranquilizando un poco. Luis Carlos me mantenía enfocado y entretenido con datos como cuanto faltaba para la próxima estación, a qué paso estábamos corriendo, cuanta gente nos habíamos pasado, y otras cosas importantes, como el estado de su motilidad intestinal.

Llegamos al famoso cruce de Rucky Chucky, el kilómetro 126 de la carrera, a las 3:33am. – nos pasamos de la posición 304 a la 289 en el proceso. Yo quería llegar a las balsas sin perder tiempo y cada luz que veía por delante era otro corredor que me tenía que pasar para no perder tiempo en el cruce del río. Aun cuando era una leve subida nosotros arremetíamos al tope mío, Luis Carlos tenía fuerzas para aguantar cómodamente lo que yo hiciera. Los otros corredores caminaban la subida, no estaban dispuestos a forzar el paso en este punto.

Nos cruzaron en balsas por que el río que normalmente cruzan caminando estaba con 30′ de profundidad. En la estación de Rucky Chucky Far nos tomamos una sopa caliente, otra de muchas que nos habíamos tomado. La verdad es que las estaciones de esta carrera son algo mágico: llenas de luces, música, y gente extremadamente amable y generosa que nos animaban a seguir adelante. Todos nos sonreían cómo si fueran nuestros viejos amigos, nuestro club local de corredores apoyando en el maratón. ¡Pero eran las 4 de la mañana!

Ahora venía un ascenso de 225 metros hacia Green Gate. Ya las subidas las estaba caminando rápido, pero yo no podía proceder al paso que Luis Carlos me pedía. Ya yo estaba en modo de perduración: ya no quería gastar más energías en ganar tiempo contra el reloj, solamente quería aferrarme al tiempo de ventaja que tenía y cuidarlo como un tesoro. No sabía cuanto más yo podía durar, me faltaban unas 7 horas de esfuerzo y quería medirlo, cuidarlo, usándolo juiciosamente.

Aunque el sueño y el cansancio nos apretaron, ya la luz se sentía en el horizonte. Con el alba sentíamos nuestras fuerzas recuperando, nuestro ánimo resurgía con el sol. Ahora las estaciones se me hacían extensas, los kilómetros estaban pasando lentamente. Yo me daba cuenta que mi paso disminuía, pero no podía hacer nada al respecto. Cuando trataba de apretar el terreno me lo impedía. Hasta las pequeñas rocas me hacían cauteloso y les temía, me podían hacer daño que ya no estaba dispuesto a soportar.

Ahora estaba perdiendo el tiempo que habíamos acumulado de ventaja. Cuando salió el sol yo estaba en la posición 279. A través de la noche había avanzado unas 25 posiciones, y a las 5:59 tenía 45 minutos contra el tiempo de 30 horas en Auburn Lakes. Pero ahora sentía que flaqueaba, yo solamente quería mantener esa ventaja y la iba perdiendo. Veía como me pasaban y no podía evitarlo, no estaba dispuesto a exigirme más por qué sentía que ya iba al máximo de lo que estaba dispuesto a entregar en ese momento. Ahora Luis Carlos estaba corriendo delante pidiendo que me mantuviera con él, pero yo no podía.

Mis fuerzas iban y venían, surgían y se acababan, como olas contra la playa. Ahora confiaba que iba a terminar, pero seguía con miedo, preocupado con cuanto más podría yo durar a ese nivel de esfuerzo. Ya había pasado más de 24 horas moviéndome, y me faltaban unas 5 o 6 horas más. Realmente era poco lo que quedaba por cubrir, yo hacía cálculos mentales y los compartía con Luis Carlos, cosas cómo: tenemos 3 horas para correr 21 kilómetros y los 16 que quedan los podemos terminar en las próximas 2 horas. Y, aún cuando yo consideraba trivial cubrir esas distancias en esos tiempos, la duda me mortificaba. Por suerte Luis Carlos seguía apoyándome con su optimismo, viendo claramente lo que yo nó podía ver.

A las 8:36am llegamos a Highway 49, en posición 291, con 24 minutos contra el paso de 30 horas. Unas 4 horas más de esfuerzo y terminaría con mi miseria. Pensaba que me encontraría con Lorena en este punto porque Luis Carlos me dijo que ella estaría en ese punto. Me sentí triste al no verla, ese era el primer punto donde ella me podía esperar. Pero LC me dijo que ella posiblemente había decidido irse a No Hands Bridge, más cerca de la meta. La última vez que había visto a Lorena, en Forest Hill, sentí un sobrecogimiento cuando me dijo «te veo en la mañana». Yo pensé, en ese momento, que no iba a durar tanto tiempo. Ahora quería verla cuanto antes.

Nos encontramos a Lorena en No Hands Bridge, a 5.5km de la meta, con unos 20 minutos contra el tiempo de 30 horas. Yo tenía rato de tener ganas de ir al baño por la #2, pero no estaba dispuesto a arriesgarme el minuto, o 5, que me podía tomar la parada. ¡Ya quería llegar! Qué bueno fue el abrazo que me dió mi mujer, me tenía mi gorra y mis anteojos oscuros. Ya el sol estaba calentando duro.

Ahora venía una trepada grande hacia Robie Point, a 2 kilómetros de la meta. Después de correr toda la noche, el último gran esfuerzo estaba justo adelante, una subida de 255 metros. Llegamos a Robie Point a las 10:19am, a 40 minutos del corte. Y venía otra subida, pero esta más corta. Ya la gente estaba caminando confiada hacia la meta. Pues yo arranqué a correr nuevamente, ya tenía que llegar. ¡Ya era hora de cruzar la meta!

Cuando llegamos a la entrada del estadio de Placer High, Lorena estaba esperando a entrar con nosotros a dar la vuelta triunfal por la pista de atletismo. Corrimos juntos la media vuelta al estadio. Cruzar esa meta no tiene precio, es la culminación de un sueño que comenzó leyendo una revista de Outside Magazine a mediados de los 80, en una hamaca en El Valle de Antón. Algunos sueños tardan mucho tiempo en realizarse, pero poco a poco raya la vieja el coco.

Me costó mucho terminar esta carrera, pero aprendí mucho: siempre hay más en el fondo del barril. Cuando las cosas se ponen difícil los duros siguen moviéndose. El apoyo de Lorena y Luis Carlos fueron indispensables para lograr esta meta. La próxima usaré bolsas con zapatos y medias frescas, aunque no las use – son un colchón contra imprevistos. Por último, tenía Hydropel y no lo usé. Tal vez, si me hubiese aplicado Hydropel desde temprano, ese producto hubiese protegido mi pie contra las horas de humedad que me causaron ampollas en la planta del pié.

Bueno, ahora voy por el Ultra Trail de Mont Blanc. ¡Y esta vez voy a entrenar con más determinación! Aun qué terminé Western States, no quiero pasar otra vez por la angustia de no sentirme bien preparado. Prefiero llegar más confiado al próximo evento y sentirme fuerte de verdad, no batallando contra el límite.

Por Irving Bennett

Siempre listo.

7 respuestas a «Western States 2011 – Mi Experiencia»

Excelente resumen Rompy. Te reitero el placer que fue correr contigo, y conocer de cerca tus fortalezas. Te has atrevido a relatar cosas que yo tenía ocultas, como mi estado de motilidad intestinal y tu No. 2 :). Yo creo que con un par de cervezas podremos explicar mejor qué realmente pasó cuando pasé por el «estado de motilidad intestinal», nuestras discusiones sobre tu No. 2, la blond que te hizo masaje, y otras cosas que no pueden escribirse :). Ayer revisé mis puntos para UTMB, tendo los 5 con Javelina y Miwok. Estoy apuntado.

Te felicito Rompy, eres clase aparte. ademas muy buen cronista.
Quisiera que dieras mas detalles de la parte esa en la que te perdistes con una chica, yo pago las balboas.

Con menos intensidad pero muchas de las angustias que sentiste en WS las senti en Miwok, eso de tener el cut off tan cerca no deja disfrutar la corrida y a mi lo que me gusta es gozar el viaje.
Muchas felicidades otra vez por realizar un sueño tan epico como este.
Go for UTMB 2012!

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