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Hellbender 100 millas

El viernes 12 de mayo corrimos Hellbender 100 millas. De Panamá fuimos Mónica Costarangos, Cristi Mata, Iñaki Lasa, Jose Orillac, Chemi Mandarakas, Andrés Muñoz y yo. ¡Todos terminamos! Encontré la carrera más dura de lo que anticipé, tenía más elevación de lo anunciada, mayor distancia, y unas secciones que han sido lo más duro que he encontrado en una carrera de 100 millas. Y, para echar sal a la herida, me perdí un giro llegando a la meta y terminé corriendo unos 6 kilómetros adicionales.

Manejé desde Washington, DC, directo a la partida. Dormí en el auto porque me tocó un Suburban que me dieron en reemplazo del auto compacto que había alquilado. Tal vez hubiese dormido mejor si colgaba mi hamaca, pero quise probar el auto como cama. En la madrugada me desperté una hora antes de la partida y llegué en los últimos minutos antes que arrancara. El resto del grupo había llegado hacía rato.

La carrera partía con una buena trepada. Pronto se forma la línea de conga en un sendero que nos llevó hasta una calle que seguía trepando y permitió que ya cada quien marcara su propio ritmo sin tener que estar pidiendo permiso para pasar. Yo quedé bien acomodado desde el inicio, y quedé atrás de mi grupo también porque ellos partieron con apuro desde el inicio. Al finalizar la trepada me encontré con Andrés y Chemi. Correría con ellos casi hasta el final.

La primera trepada no fue tan larga como otras que venían más adelante. La bajada a la estación fue algo superior porque el sendero tenían una pendiente cercana al 10% y estaba nítido, apto para correr libremente, de los mejores senderos que he visto. Las primeras estaciones eran muy básicas porque estábamos remotos dentro del bosque. Esta estación era muy básica, agua, electrolitos y geles.

Cuando llegué arriba de la primera gran trepada me encontré al Chivo y a Wes. El resto del equipo parece que nos sacó una buena ventaja desde un principio. Esta trepada tenía 983 metros de ganancia, una de cinco trepadas grandes. Ibamos muy por delante de nuestra predicción, estábamos cerca del paso para 28 horas, principalmente porque el terreno permitía correr. Este tiempo iba a ser un buen colchón para cuando las cosas se pusieran duras más adelante.

Mi memoria de esta carrera está toda borrosa, curiosamente. Generalmente tengo recuerdo vívidos de la carrera pero estaba vez todo se me ha vuelto como indeterminado. Creo que no dormí bien antes, durante y después de la carrera. Sin querer me dormí en un sillón cuando terminé y desperté cuando regresaron el resto de los corredores de una barbacoa con los Orillac, Moses, Rettally.

Hellbender (es una salamandra, la más grande de los EEUU) estaba dura. Tenía más elevación y más distancia de lo que habían dicho. Nada malo ahí, prefiero pagar por menos y recibir de más. Pero, también estaba algo más técnico de lo anticipado. Particularmente, la bajada de Mount Mitchell estaba ruda. Varios habíamos pensado que íbamos a poder recuperar tiempo en las bajadas. Este no fue el caso. La pendiente era elevada, el camino era una bajada de piedra, y hasta soga había en unas secciones.

Ya bajando, la penúltima bajada, me encontré en un sendero que atravesaba matorrales (otro pedreguero). De repente caí en cuenta que estaba soñando, despierto. No tenía sentido lo que estaba pensando. Paré para aclarar mi cabeza y no tenía idea dónde estaba. Hice un recuento y recordé que estaba en una carrera, que estaba tratando de terminar la carrera, y que estaba en Carolina del Norte. Logré re-conectar con la realidad y seguí avanzando a un ritmo mejorado.

Nunca me recuperé del todo de la deprivación del sueño y me pasé toda la tarde teniendo alucinaciones visuales leves, especialmente osos al borde del camino. Habían unos troncos quemados, negros, por todos lados y yo veía osos. Otras alucinaciones de este tipo se daban, veía niños y gente que se escondían cuando me estaba acercando. Todas eran plantas al borde de la calle.

Lo peor del final de la carrera fue que al final, bastante cerca de la meta, me perdí. Me pasé un giro que me sacaba de la calle y nos llevaba directo a la meta. Un cristiano me salió al frente (venía en dirección contraria) y me dijo que iba mal. Cuento corto, me enseñó un atajo, y me volví a perder. Unos samaritanos en bicicleta me rescataron y terminé mi carrera un par de hora más tarde.

Chapa y Chemi, que me acompañaron casi toda la carrera, terminaron antes que yo porque los había dejado atrás en una de las trepadas. Sin su compañía no hubiese llegado a la meta. Las mochilas me lastiman la espalda. La alimentación la he arreglado con Ensure. Como nos llovió toda la noche, los pies se me maceraron. Las estaciones de apoyo estaban tres con dos.

Nuestro personal de apoyo, Rets, Suzanne, Adela, y Emanuel, hicieron toda la diferencia en las transiciones. Tal vez nos demoramos un poco más de lo debido cuando nos atendían, pero, al final, salíamos contentos y repletos de energía de cada una de esas transiciones.

Terminé cansado pero contento.
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Notas Sobre Equipo Usado

En El Reto del Indio 2023 me fue bastante bien, en general. Cometí errores de novato que no resultaron en ninguna tragedia durante la carrera. La ropa que usé estaba bien, pero no era la ideal. Me fui sin medias por los primeros 80 kilómetros (llevaba las medias en la mochila). Usé mi lámpara con baterías de litio recargables (sin llevar pilas extras) sin haber comprobado cuánto durarían a toda potencia. Al final resolví todos los problemas y no hubo drama.

MochilaSalomon ADV Skin 12 talla LTengo esta mochila desde el 2019 y la había usado para Ultra Trail Monte Rosa solamente.
LinternaBlack Diamond Icon 700Ya había usado esta lámpara con un battery pack de litio y fue un desastre. Esta vez usé pilas de litio recargables.
Linterna de manoFenix PD36R1600 lumens en máxima potencia.
Linterna de respaldoFenix RC05300 lumens en máxima potencia.
Botella de manoCamelbak Podium Grip Chill21 onzas
Bidones de agua2 de 500mlEstos vienen con la mochila.
Botella extrabotella de 500mlEsta la llevé con agua hasta que ya estaba confiado que no la necesitaría. La dejé en El Valle.
Pañuelo para hieloEsencial para el calorEn cuanto salió el sol lo rellené de hielo y me mantuvo fresco toda la carrera.
ZapatillasHoka SpeedGoat 5Las únicas zapatillas de trillo que uso.
PañueloBuffSiempre a la mano.

La mochila Salomon es muy buena. Prefiero correr con mi correa pero quería estar seguro de cargar todo lo necesario para superar todos los inconvenientes que salieran en el camino. La mochila cumplió su propósito pero me laceró la cintura cuando me quite la camisa en la noche por el calor. Nota: la próxima vez que la use me pongo cinta adhesiva Kinesio para evitar que me pase nuevamente. Usé una talla L y voy a probar con una talla M para la próxima (compré una de segunda con poco uso).

La linterna BD Icon 700 es excelente. Tenían un problema con una batería de litio que vendían que no era compatible con el diseño nuevo Tengo dos de estas linternas nuevas y una Icon 500 más vieja que sí funciona con la batería de litio. Las baterías recargable de litio fueron las que no me duraron la noche. Necesito llevar dos juegos de baterías de litio. En esta carrera no fue problema cuando se me apagó la lámpara de cabeza porque llevaba una linterna de mano especial para si pasaba esto.

Llevé suficientes botellas para nunca pasar sed en El Reto del Indio. Tal vez cargué algo de peso de más, pero no fue gran cosa. Vaciaba la botella que llevaba en la mochila cuando sabía que no la iba a necesitar por la distancia a la próxima estación. El año pasado llevaba poco más de un litro y me quedé sin agua varias veces. Siempre resolví pero a costo del tiempo.

Las zapatillas Hoka SpeedGoat 5 están buenas, como siempre. Desde que cambié a las SpeedGoat los piés no me han vuelto a doler en una carrera. Esta vez me fui sin medias para ver cuánto duraba. A los 80 kilómetros ya estaba comenzando una molestia en el arco del pie derecho. Me puse medias y arreglé el problema antes que empeorara. En El Valle me limpié los piés y les puse duct tape a los arcos para prevenir problemas. Funcionó perfecto la profilaxis.

Llevé comida de más en mi mochila. No fue un problema cargar el peso extra. Tomé acetaminofén e ibuprofeno en el camino cuando sentí que me estaban comenzando a doler las rodillas. También tomé famotidina para prevenir acidez por la tanda de porquerías que estaba comiendo. Los dolores y la acidez se mantuvieron a raya con las dosis preventivas de analgésicos y bloqueador gástrico.

En El Valle tenía otra linterna Black Diamond Icon 700 con más baterías de litio recargables. Ahí recogí baterías alcalinas extra para la segunda noche. Me tocó usarlas cuando se volvieron a quedar sin carga las de litio. Tal vez usé mi Icon 500 con su battery pack de litio hasta que se dañe porque esa combinación dura toda la noche a tope. Para Hellbender es obligatorio llevar una luz roja para atrás y el battery pack ya la tiene integrada.

El pañuelo para el hielo es uno que hice para Western States. Es indispensable para carreras calientes. El Reto del Indio tenía bastante hielo en las estaciones así es que el pañuelo hizo su trabajo con aplomo. Mi pañuelo tiene

La ropa que usé no fue la apropiada. El pantalón corto que me llevé absorbía mucha agua cuando sudé. Durante el día se secó con el sol, pero en la noche si estaba algo pesado. Nada problemático, pero regreso a mi pantalón corto Kuhl Renegade que tiene mejor tela, menos absorbente. La camisa que usé es una camisa de bicicleta de tela de nylon. Estaba bien, pero la sentí algo caliente. Tendría que probar con mi camisa de lana en El Reto del Indio para ver cual es mejor. Pensé que la de lana sería algo caliente. Puedo probar alguna de las otras camisas de poliéster que tengo para ver cuál resulta mejor en el calor húmedo de Panamá.

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El Reto del Indio 2023

Finalmente terminé un Reto del Indio, después de dos intentos anteriores. En el 2021 iba de barredor y me quedé cuando llegué a El Valle. El 2022 se comenzó el sábado en la mañana y encontré que estaba muy caliente el día para correr esa carrera. Este año todo estaba como quería, incluyendo mi preparación física. Las cosas fluyeron sin preocupaciones y todo, casi todo, salió tal cual me hubiese gustado. Con esta carrera he completado 15 ultramaratones de 100 millas y más.

Llegué a la partida con mi cuate Robert Souter que también iba a correr los 160k, Robie por primera vez y yo buscando terminar mi número 15. El clima estaba sabroso, todavía soplaba la brisa de verano y la temperatura estaba agradable. Este año fui recatado y me tomé unas Heineken Cero al llegar a la partida en lugar de las Balboas que me había tomado anteriormente. En el camino había tomado Malta Vigor para manterme hidratado y alimentado, acompañado con papitas Lays para tener una dosis saludable de carbohidratos y grasa. Ya Eladio Quintero estaba en la partida alistándose. Poco a poco fueron llegando los demás participantes, algunos en su auto y la mayoría en el bus que salía de Pro Health Shop.

El año anterior estaba preocupado en la partida porque el corte de 34 horas, y los cortes intermedios, estaban apretados para mi. Esta vez, con 38 horas, me sentía muy cómodo y confiado de poder terminar sin apuro esta carrera. Mi promedio para terminar la distancia esta es 32 horas, tenía seis horas de colchón. En contra de mi usanza esta vez venía con mi mochila Salomon Adv Skin 12, que, aunque buena, no me gusta más que mi simple correa y botella de mano. También traía mi botella de mano. En total llevaba las 20oz de mi botella de mano, dos botellas suaves de 500ml, y otra botella dura de 500ml. Estaba siendo precavido para no quedarme sin agua.

En la partida tenía dos lámparas Black Diamond Icon, una 500 con battery pack de litio y otra 700 con 4 baterías de litio. Decidí dejar la más vieja, la de 500 y llevarme solamente la 700. Tenía otra 700 esperándome en El Valle para la segunda noche. Además llevaba una linterna de mano pequeña, y, por si acaso, una linterna de mano poderosa. Podía haber dejado la linterna de mano potente y llevarme la 500 en su lugar. Normalmente correría solo con la 500 y la linterna de mano pequeña. Llevaba respaldo para el respaldo, por si acaso.

También estaba cargado de comida. Normalmente llevaría menos de la mitad de lo que llevaba, pero como las estaciones habían sido tan parcas el año pasado decidí ir bien preparado para no necesitar nada de las estaciones, tal vez solo unas pintas, y las Coca-Colas que sabía que iban a tener. También llevaba casi una docena de electrolitos Lmnt para complementar el Tail Wind que nos iban a dar porque no tolero 38 horas seguidas de esa bebida. En mis bolsas de recambio había más geles, comida y Lmnt para reponer lo que comiera en el camino. Nada de ropa extra, ni zapatillas. Casi que iba a la maldita sea…

Mi plan para esta carrera era extremadamente simple: correr lo más cerca de 10 minutos por kilómetro y contar con que eso podría promediar 32 horas con las paradas en las estaciones. No iba a invertir nada de energía extra en apurarme, llegar era el objetivo, nada más. Detrás de esto también estaba el deseo de terminar ileso para seguir corriendo como si nada hubiese hecho para prepararme para mis dos siguiente carreras: Hellbender y Massanutten en mayo. Solo un acto de fuerza mayor iba a evitar que llegara al Océano Pacífico una vez que sonara la partida de esta carrera, iba a ir sin prisa pero sin pausa.

En cuanto sonó la campana de partida quedé de último. El año pasado salí rápido para gozar de la compañía de los punteros por un rato. Más tarde pagué por ese esfuerzo. Este año iba a iniciar mi carrera muy recatado. A medida que veía el grupo de corredores alejarse pensaba en las horas que iba a pasar solo corriendo y ya comenzaba a sentir pereza, pero era lo que tocaba. Y encima corriendo de noche. Por suerte soy mi mejor amigo y no me iba a aburrir. Partimos a las 6pm puntuales y el sol se ocultaría unos 45 minutos después.

Cuando llegué a la primera estación en el kilómetro 14 vi corredores saliendo a trepar la loma que está justo después. Llegué a la estación en dos horas y sencillo, promediaba 7 kilómetros por hora. Un poco más rápido que mi plan, pero no estaba haciendo mucho esfuerzo para llevar ese paso. Rellené mis botellas con TailWind, me tomé una coca, recogí unos geles y seguí mi camino. Al poco rato me encontré al primer corredor y lo pasé. Pronto me pasaría otro más. Ninguno de estos iba a terminar, ya se veía que venían cansados.

Al rato me alcancé otro grupo en el que estaba Ana, Ana Lía, Rogelio y Robie. Estaban confusos porque el gps les marcaba fuera de ruta. No había otra ruta (si la hay, paralela y muy cerca) a menos que hubieses cargado el trayecto del año pasado. Me preguntaron cual era el apuro. Yo no llevaba apuro, ellos habían bajado su paso. Robie subió un poco su marcha y continuamos juntos el camino. Ana Lía, Tigre, Rogelio, Fernando y Ana nos alcanzaron al ratito. Parece que aceleraron para no quedarse atrás. Cuando me alcancé a Eladio me dijo que venía con calambres y que se tenía que tomar una pastilla.

Cuando llegamos a la estación #2, 23 kilómetros recorridos, me encontré con Lee y Karmel, dos gringas que habían venido a correr la carrera. No pensé encontrarlas hasta la meta, pero parece que Lee venía algo tropezada de su última 100 millas en enero, Orcas 100m. Mi promedio seguía cerca de 7 kms/hora. Me tomé otra coca, me comí unas sandías y seguí mi camino. Robie me alcanzó poco después y seguimos juntos. En La Encantadita me dijeron que unas mujeres habían seguido recto, eran Lee y Karmel, lástima. La carrera prácticamente no tenía marcas hasta el momento (si había una marca por kilómetro habían muchas).

Cuando Robie y yo llegamos al giro para ir a la estación de Lago Gatún vimos a Dora Lajos ya terminando esa entrada y salida (Dora se ganó la categoría femenina de El Reto del Indio). Vimos un montón de gente que ya venían regresando de Ciricito. En ese grupo venían Andrea y Raquel (que también quedarían en el podio de las mujeres), Pupi y Christian, y Sofi Ucar. La estación de Gatún estaba muy bien surtida. Me tomé una sopa, sodas, café, y me puse cinta adhesiva alrededor de la cintura porque me había pelado la mochila por haber corrido sin camisa un rato cuando me dio calor. Alberto Alemán me alcanzó en esta estación y fue muy divertido escuchar sus comentarios de cómo la estaba pasando. Habíamos corrido juntos un rato al salir de la estación #2.

Cuando salimos de la calle para volver al trillo me alcanzaron Rogelio Bennett (mi sobrino) y Fernando Martin. A esta altura se apagó mi lámpara de cabeza. Calculo que duró 6 horas. Por suerte llevaba tres linternas, una pequeña de mano, una mediana de mano, y mi linterna de cabeza. Corrí el resto de la noche con la Fenix PD36 y me fue muy bien. Nunca había corrido solamente con una linterna de mano. No llevaba baterías de repuesto para mi linterna de cabeza pensando que las recargables de litio de 3,500ma me durarían la noche. Obviamente me equivoqué, pero no fue un gran problema.

La siguiente estación, El Corral, estaba supuesta a estar en el kilómetro 43. Pasé ese punto y me pareció una eternidad llegar a la estación que quedó colocada en kilómetro 45. Sabía que Juan Pablo Zelayandía estaría en esa estación y contaba con poder hidratarme con una cerveza. Cuando me pareció ver las luces de la estación grité «On on!» y me respondieron. Que alegría encontrar con amigos en la estación y tomarme una pinta fría a esa hora, en ese momento. Eso no tiene precio. Llevaba 8 horas exactas y 45kms recorridos, iba bien porque estaba arriba de los 5kms/hora que necesitaba para llegar en 32 horas al Pacífico.

Cuando salí de «El Corral» solo me faltaban 10 kilómetros para terminar mi primer tercio de carrera. A esta altura había superado dos percances: las laceraciones de la mochila que me incomodaban y las baterías de mi linterna de cabeza que se habían agotado. Ya llevaba un buen rato corriendo solo cuando me alcanzaron Rogelio y Fernando. No duró mucho la felicidad porque pronto me dejaron atrás y llegaron unos tres minutos antes que yo a Tres Hermanas.

En Tres Hermanas estaba el Hash dando apoyo a los corredores. Aquí me alcancé a Sofi que se veía muy bien y lista para partir hacia El Valle. Andrés y Chencho me atendieron muy bien. Tomé café, coca, sancocho, huevo duro, y algo más. Todo me bajó sin problema. Cuando fui a tomarme unas acetaminofén me entró revulsión y vomité todo lo que me había comido. ¡Qué cagada perder todo ese tiempo alimentándome! Bueno, ni modo. Le acepté a Chencho la Balboa que me había ofrecido en cuanto llegué y partí de la estación con una cerveza en la mano. Algunas calorías me aportó el preciado líquido. Había llegado en menos de 10 horas a Tres Hermanas, cerca de las 4am.

Partí a la trepada a El Valle en buenos ánimos. Si bien había perdido casi todo lo que había comido, iba en buena forma y pronto saldría el sol para reavivarme. Es increíble lo que hace un poquito de luz solar, es algo mágico sentir el inicio de un nuevo día escuchando a los moradores del bosque despertando. Había visto armadillos, un conejo, y ahora me tocó ver los dos tucanes: el de pico de colores y el de pico amarillo y chocolate. Por suerte me había preparado física y mentalmente para enfrentar todas las lomas que venían en esta sección porque habían unas verdaderas paredes que trepar antes de llegar a Las Claras Abajo.

En Las Claras Abajo me encontré con Carlota, Boris y Mel manejando la estación. Era una estación menor así es que pasé por ahí lo más rápido posible. Me tomé una soda, comí sandía y partí. Ya mi promedio estaba en 5 kilómetros por hora. El colchón que había mantenido hasta Tres Hermanas lo perdí en lo 10 kilómetros que habían hasta Las Claras Abajo. Y todavía faltaba trepar bastante.

Llegando a Las Claras Arriba me topé con Nando Ateho, de Centro América, tirado en el río como crucificado a un árbol caído en medio de la corriente. Estaba mal y paré para ver cómo podía ayudar. Le ofrecí pastillas de sal pero tenía. Le ofrecí LMNT y se lo tomó de una vez y me preguntó si tenía más y le pasé otro sobre que se tomó inmediatamente. Aún así no estaba dispuesto a pararse y seguir su carrera. Cuando llegué al Harino les avisé que había un corredor en mal estado y que estuvieran pendientes de él. Nando no terminaría su carrera pero logró llegar hasta El Valle.

La estación de La Alarma estaba justo después de pasar la quebrada Jordanal. Me atendieron super bien en esta estación y, para mi sorpresa, cuando me preguntaron ¿qué necesitaba? y pedí una cerveza, tenían. También me rellenaron mi pañuelo con hielo. Ya Iñaki Jr. me había dado hielo cuando nos encontramos cerca de la quebrada Arenilla. Ya a estas alturas el calor estaba intenso. Después de Jordanal una señora me ofreció agua de pipa en «La Gira», el nombre de su finca. Estaba sabrosa esa pipa.

En Río Indio Nacimiento me alcancé a varios que estaban por salir ya para El Valle. Entre ellos estaba «JC» de Guatemala que se estaba quejando amargamente de lo duro de la ruta. Dice que en Guatemala los volcanes no son tan empinados como las pendientes que le tocó trepara en esta ruta. Antes que saliera, y para que no se desanimara, le dije que todavía le tocaba una buena trepada pero que solo eran 2.5 kilómetros y terminaba el sufrimiento porque todo lo que venía era bajada hasta el mar.

Pochi Calvo nos atendió super en Río Indio Nacimiento. Lo primero que dijo cuando me vio fue «no tenemos cerveza aquí». Bueno, ni modo, era una estación pequeña. Thelma Camargo me alcanzó aquí. Antes que se me olvide, me habían pasado Isa Nellos, Mónica Costarangos, y Gio Cianca poco antes de llegar a esta estación. Venían frescas y estaban entre el primer y segundo lugar masculino de los 105kms. ¡Increíble!

En la trepada a la mesa me alcancé a «JC» y a Tigre. Tigre se me unió y bajamos a cuero por Los Berrales hacia El Valle. Antes de iniciar la bajada nos encontramos a Dayan Quiel que ya venía lastimado, creo que le dolían los tendones de las piernas. Unos muchachos de 105 nos pasaron en la puerta de la finca de los Pérez Balladares y se iban a pasar la bajada a la derecha cuando los llamamos. Los dejamos que nos pasaran porque iban más rápido que nosotros, pero luego los volvimos a pasar cuando tocamos la parte corrible de Los Berrales. Llegamos a El Valle 21:25. Mi promedio había bajado a 4.75 kilómetros por hora, pero ya podía decir que estaba listo este Reto del Indio. Solo una caída muy fea, un tobillo torcido, o una pierna rota iba a pararme.

Me quedé una hora y cuarto en El Valle siendo atendido por familia y amigos. Jorge y La China me dieron comida, Roger mi limpió los pies y me bendó con duct tape antes de volver a ponerme mis medias. Había corrido sin medias hasta La Alarma (85 kilómetros) y ya el arco del pie derecho estaba tierno. Me pusieron duct tape en la cintura también porque el micropore que tenía puesto ya me cargaba hostigado. No tenía ganas de salir de Casa Bennett porque según mi reloj iba a llegar a las 3am a la meta y ¿qué iba a hacer a esa hora allá?

Rogelio «El Tigrillo» estaba preparándose para salir, Sofi también estaba, Nikolett Demeter me alcanzó ahí también y Eladio Quintero llegó al ratito. La verdad es que llegó un mar de gente en el tiempo que estuve en Casa Bennett gozando del momento. Verdaderamente no tenía apuro, ya lo que me quedaba era terreno conocido y hasta lo había corrido casi todo. Hice varios entrenamientos sobre la ruta de los últimos 55 kilómetros, una vez con mi sobrina Isa que se iba a ganar la general de los 105 kilómetros y otra vez con Constanza Mini que quedaría de segunda la categoría femenina de 45+ en los 55 kilómetros.

Eventualmente me botaron de Casa Bennett y salí a terminar mi carrera. En el camino saliendo me alcanzó el gran Félix Chacón y nos fuimos juntos por un buen rato. Antes de llegar a Mata Palo nos alcanzamos a Alexander «Tigre» Aguilar. Cuando llegamos a Mata Palo yo fui a buscar agua y comerme algo de mi mochila porque ya me estaba muriendo de sueño.

En la estación de Cabuya habíamos comido pizza y soda, y nos habíamos rellenado con Tailwind. Pero ya se me había acabado todo eso. En la pluma de agua de la iglesia de Matapalo rellené mis botellas y les eché más LMNT, me comí un stroupwaffle, un gel y seguí mi camino. Al rato me alcanzó Oscar Suasty de 105 kilómetros. Oscar se veía muy bien e iba animado para la meta. Llegamos juntos al Macano. Edgar Taylor estaba atendiendo esa estación y me ofreció una cerveza. Me la tomé lo más rápido que pude y seguí mi camino. Alexander me había alcanzado en El Macano y salió conmigo para Las Guías.

En la bajada ya habían muchos corredores de 105kms que se estaban mezclando con nosotros, algunos nos habían pasado y luego los volvíamos a alcanzar. En eso nos alcanzan Luis Broce que venía de pacer de Eduardo Ortega (105kms). Yo me estaba durmiendo cuando nos pasaron e iba con Alexander que también venía medio dormido. Aceleré y me uní con ese grupo. Fernando Martin se unió también a ese tren. Los cuatro comenzamos a hacer buen tiempo bajando a Cabuya. Ir en buena compañía hace un mundo de diferencia durante la noche, hace divertido el tedio.

Esta ya era la segunda noche sin dormir. En mi última cien millas pasé la noche con muchísimo sueño y frío porque ya no podía comer por el hastío del Tailwind. En esta ocasión estaba mezclando LMNT (con 1,000mg de sodio) con el Tailwind y fue mágica la diferencia porque para mí no son suficientes los 303mg de sodio en esa bebida. Ya con el salado adicional me bajaba fácil la bebida y en ningún momento tuve revulsión, solamente con las acetaminofén en Tres Hermanas. Sueño, mucho sueño, tuve en la primera noche para la madrugada y en esta noche brevemente.

Cuando tocamos el asfalto pensamos que encontraríamos las estación de Las Guías prontamente. Estaba colocada más lejos de lo indicado. Nada del otro mundo, solo tres kilómetros de más. ¡Iba con unas ganas de una cerveza! Pero, no, no me tocaría una cerveza en Las Guías porque Chencho ya se había cansado y se había ido a dormir con el resto de los cuates del Hash. Chencho me tenía una cerveza justo cuando llegué a Casa Bennett y me prometió tenerme otra en Las Guías. No me puedo quejar, ya me había dado dos.

Pasamos casi media hora en Las Guías. Nadie parecía tener apuro. Yo, definitivamente, no tenía apuro. Ya nos faltaban 20 kilómetros para terminar. Caminando llegábamos a la meta. Cuando salimos de la estación encontramos que eso es lo que mucha gente estaba haciendo y fuimos pasando a varios que ya no tenían fuerzas para correr. Luis Broce nos cambió a un ritmo de 5 minutos corriendo y 3 caminando. Los kilómetros se estaban acabando uno a uno, paso a paso. Fanny Roa y Claudia Farías se nos unieron, junto con «JC». Eramos un buen grupo y estaba muy jovial el ambiente.

Cuando entramos al segmento que llaman Chernobyl, por lo caliente, dejamos el asfalto y fue bienvenido el cambio. Me fui quedando atrás por un rato en esta sección. Luego volví a acelerar y llegamos juntos a la última estación, Río Hato, en el kilómetro 150. Gabriel González y José Arenas estaban en esta estación apoyando y animando a la gente. Nuevamente nos alcanzamos a Sofi, y varios otros corredores que estaban pensando la salida a la meta. Salimos prontamente de esta estación, en ocho minutos ya estábamos rumbo a la meta según mis cálculos. Fanny y Claudia habían salido casi que inmediatamente después que llegaron.

La verdad es que los últimos 10 kilómetros parecieron una eternidad que pasó instantáneamente. Estábamos en un pajonal corriendo por un sendero de arena. El aire estaba lleno de polvo, levemente húmedo por el rocío de la noche. Todos estábamos animados pero ya las energías de algunos venían mermando. Se cambió el paso a 3 minutos corriendo y 2 caminando. Nos alcanzamos a Sofi, a Oscar, Angel, y otros más que quedaron atrás. En la recta al hotel, ya los últimos tres kilómetros nos alcanzamos a Christian y Pupi.

Christian y Pupi casi que venían caminando y aceleraron cuando se dieron cuenta que veníamos porque Guada y Keila, que venían en auto, nos saludaron cuando pasaron. Así se formó un sprint a la meta porque Fernando Martin no tenía intención de llegar detrás de esos dos. Yo sabía que Pupi no iba a dejar que yo me lo pasara así es que decidí descolgarme y aprovechar para orinar porque venía con ganas desde hace rato y estaba esperando llegar a la meta.

Llegando a la meta me encontré con Pati Cohen que iba para allá también. La verdad es que la llegada a la meta no estaba muy bien marcada, pero igual pude llegar sin problemas. Lo menciono porque Karmel se perdió llegando a la meta y corrió varios kilómetros de más. Yo crucé la meta en 33:56:20. Estaba Iñaki esperando con mi hebilla, Andrés me colocó mi medalla de Finisher, y otros amigos nos tomaron fotos y videos de la llegada. Querían que me fuera a meter al mar para tocar el agua pero vi mi reloj y decía 158 kilómetros. Les dije que me faltaban dos kilómetros para ganarme mi hebilla de 160 y me fui a completar la distancia.

Esos últimos dos kilómetros me demoraron una eternidad, aunque solo fue 30 minutos. Estaba muy cansado y quería acostarme a dormir. Pero entre las pendejadas de viejo que uno adquiere por estar pendiente de las chapas, yo quería una chapa más de cien millas (además de querer completar la distancia de cien millas). Por cansado, y tarado, solo hice 160.35 kilómetros y pensé que con eso era suficiente. Resulta que cien millas son 160.9 kilómetros y es mejor fijarse en la cabeza el número 161 para que no vuelva a suceder. Solo me gané la chapa de 100 kilómetros porque me quedé corto por 550 metros. VQLD.

Cruzando la meta
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Metas 2023

Este 2023 comencé con dos metas, tres entrelazadas, El Reto del Indio y Massanutten Mountain Trail Race. Entrelazado estaba conseguir llegar a 15 ultras, y también completar mi #5 MMT. De pronto se sumaron Hellbender 100m y Tahoe Rim Trail 100m porque salieron regaladas (por razones distintas). Hellbender 100 quedó justo una semana antes que Massanutten, dos cien millas separadas por 7 días.

Ya había corrido dos cien millas separadas por dos semanas. Ahora toca hacer dos separadas por 7 días. Estoy escribiendo esto después de haber hecho parte del trabajo que me había propuesto al principio del año en lugar de hacerlo por adelantado. Ya estamos acabando el primer cuarto del año y no había escrito nada este año. Los primeros dos meses del año los dediqué a prepararme para El Reto del Indio, para terminarla bien y poder seguir corriendo en búsqueda del par de Hellbender y Massanutten.

La primera parte de la preparación, en enero, me dediqué a crear volumen y logré hacer 405 kilómetros a ritmos pausados. La idea era acostumbrarme a correr todos los días y hacerlo sin lastimarme. Corrí sin parar, diariamente, desde el 11 de enero hasta el 26 de febrero. Mi plan era correr sin parar hasta El Reto del Indio, pero por cosas del destino me tocó descansar antes de la carrera. ¡Y eso fue una suerte! No hubiese terminado la carrera si no descansaba.

Eso fue porque en febrero seguí el entrenamiento de volumen con un incremento diario haciendo Run Until You Drop en millas. Llegué hasta el día 21 corriendo la distancia del día en millas. Por cosas fortuitas no pude completar el día 22 y ahí me di cuenta que iba a necesitar el descanso para poder completar El Reto del Indio en marzo. Así es que seguí corriendo hasta el día 26 pero ya solamente haciendo 11k al día, y suaves. Ni siquiera podía hacer el esfuerzo de ir rápido por lo fatigado que andaba.

Lo bueno es que cuando descansé un par de días el cuerpo se pudo recuperar rápidamente porque ya estaba habituado al maltrato. En febrero corrí 525 kilómetros. Iba a llegar a El Reto del Indio con 925 kilómetros de entrenamiento en mis piernas. Creo que nunca llegué tan preparado a ninguna carrera anterior. También venía con dos ultras al final del 2022, No Business y Deadman Peak’s, sumando al entrenamiento del principio del 2023.

Todo lo que he corrido este año me ha dejado en el hueso. Estoy pesando 68 kilos en promedio, y frecuentemente llego a 67 y he tocado 66.5 recientemente. Ahora estoy tratando de aumentar mis comidas para ver si evito seguir perdiendo peso. Toda la ropa me queda grande.

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Deadman Peaks Backbone 106M

Tenía bajas expectativas para esta carrera en Cuba, New Mexico, EEUU porque la información estaba desactualizada en el sitio web de la carrera y la participación es extremadamente baja. En el 2021 terminaron 9 de 21 que empezaron la carrera. Este año creo que empezamos 24 y yo terminé de último en 34:44:26. Mi reloj marcó 173.18 kilómetros, como tres kilómetros de más por unas cuantas perdidas en el camino. Cuándo crucé la meta estaba totalmente complacido con el recorrido y todo lo que esta aventura me proporcionó, fue toda una experiencia muy especial.

Como había poca información, no tenía un plan muy detallado de qué hacer en la carrera. La logística era muy sencilla porque el recorrido era sobre el sendero de la división continental, 26.5 millas en una dirección y de regreso, dos veces. Habían dos estaciones de abasto en el camino y una tercera en el giro de regreso. Podía dejar bolsas de apoyo en Mesa Portales, en el retorno, y en la partida/final. Había un corte a las 10am a las 80 millas en el segundo retorno, y otro corte a las 2pm en Mesa Portales, milla 97. No tenía idea de cuánto era el tiempo límite de la carrera.

Antes de partir pensaba que iba a estar agradable el clima y al último minuto entró un frío abismal: la partida fue a las 6am en total oscuridad y el termómetro marcaba -7ºC. Tenía puesta casi toda mi ropa para la partida y planeaba dejar la mayoría en la bolsa de apoyo del kilómetro 14.4 (milla 9, Mesa Portales). Comenzando la carrera me perdí y detrás mío venía un tren de corredores. Todos quedamos enredados en un filo que no llegaba a ningún lado. Quedé de último buscando como bajar. Mi reloj decía que estaba al lado del sendero, y cuando fui a buscarlo había un barranco que no me dejaba llegarle. Me tocó echar hacia atrás para seguir mi carrera. No estaba comenzando bien la cosa.

Después del hueco profundo en el que me sentía al principio, todo fue mejorando con cada paso que daba. El sendero estaba bien marcado, la pisada estaba suave, y el paisaje iba tornándose más atractivo a medida que iba saliendo el sol. El perfil de elevación de la carrera parecía indicar que iba a ser una montaña rusa de subidas y bajadas. En realidad, la gradiente promedio era muy baja porque el perfil tenía una exageración vertical altísima. Iba con esa conclusión en mente. En la práctica resultó tal cual lo esperaba. Cuando llegue a Mesa Portales ya había salido el sol, había algo de nubes y era evidente que se iba a quedar helado el día. Me quité casi todas las capas y las guardé en la bolsa de apoyo. Me tomé una berifen (diclofenaco sódico) y dos acetaminofen de 500mg. Me dolía la rodilla izquierda y cuando paré, las dos estaban a punto de congelarse. Pensé que no aguantarían el trajín de todo lo que venía por delante.

Mesa Portales, 16 kms, 8:56am

Mentalmente siempre voy haciendo matemáticas mientras corro. En este caso, llevaba un tercio del primer cuarto de la carrera, un décimo del total. Siempre voy partiendo toda la carrera en pequeñas metas: la próxima estaba a 9 millas (14.5 kms) y se llamaba la ventana. No había hecho planilla portátil, ni me había memorizado el perfil de elevación, no era necesario para esta logística. Una vez que recorriera el primer cuarto, todo iba a quedar grabado con precisión para las próximas tres veces que me tocaba recorrerlo. Yo me aprendo los caminos sin tener que pensarlo mucho, debe ser algo de mi cerebro primitivo que nos daba una ventaja competitiva cuando vivíamos de la caza y recolección.

Primer Amanecer en Continental Divide Trail

De Mesa Portales salía un sendero bien marcado y tocaba trepar nuevamente al espinazo de América (el continente) antes de llegar a la próxima estación, La Ventana. Backbone 106m es un nombre apropiado porque corremos sobre la división continental: corriendo hacia el sur, tengo el Pacífico a mi derecha y el Atlántico a mi izquierda. El sendero pronto me llevó arriba y quedé corriendo por arenisca, con una vista espectacular del alto desierto de Cuba, Nuevo México. En partes era como correr sobre arena tan dura como el concreto. La vista hacía fácil entretenerse y contemplar lo fantástico que estar vivo y poder tener la fuerza para emprender un reto como el que estaba encarando. Todo estaba fluyendo (se notaba que los analgésicos habían hecho efecto).

Vista con El Cabezón apenas asomado, se puede apreciar un mojón marcando el sendero

El sendero estaba marcado con cintas rosadas, con mojones de piedra, y algunos postes con el logo del Continental Divide Trail. Como la temperatura estaba baja, con todo y que había un sol recalcitrante, estaba cómodo corriendo a buen ritmo. Pensé que estaría cansado porque solo han pasado tres semanas exactas desde No Business 100m. Estaba en plena forma, afortunadamente. Había tomado menos de 591ml desde la partida hasta Mesa Portales, y no me iba a tomar toda la botella de Tailwind que llevaba en la mano. Atrás cargaba 500ml de agua que ya estaba contemplando botar. Estaba comiendo poco, como de costumbre. Para eso he maltratado al organismo para que aprenda a rebuscar entre los huesos.

La Ventana, AS 2, 30 kms, 11:26 am

En La Ventana me encontré a los primeros dos corredores, además de los que me habían pasado que estaban corriendo 53 millas y que habían partido una hora después. Había corrido en solitario hasta ahora. Los punteros de las carreras de 53 millas y 55 kilómetros me pasaban como si estuviese parado. Esta estación la manejaba una pareja muy agradable. Pasé tiempo de más aquí y en la estación anterior. No estaba siendo cuidadoso con el tiempo muerto. Era evidente que no estaba preocupado por terminar la carrera, al menos no en un tiempo particularmente rápido. Recogí un gel, un stroopwafel, tomé soda (no tenían Coca-Cola), llené mi botella de Tailwind, y seguí mi camino.

Continental Divide Trail, una de las partes más corribles hasta ahora

Saliendo de La Ventana el sendero me sorprendió por lo agradable de la pisada y las vistas expansivas. Con cada momento que pasaba iba aumentando mi apreciación por el recorrido. Supongo que estaba pasando por la euforia del corredor. Eventualmente se agotaría, pero ahora iba gozando de la buena vibra del desierto y haciendo evaluaciones en la lista de mis carreras favoritas. Generalmente prefiero correr con compañía. Esta vez estaba gozando la oportunidad de hacer introspección profunda mientras ponía un pie delante del otro. En la cena de la noche anterior George hizo su oración habitual. Yo le agregué una súplica a Dios: «si él subía mis pies, yo los iba a regresar al suelo muy contento por su apoyo». Aparentemente había sido escuchada mi plegaria.

El Cabezón, ahora más cercano, milla 22, aproximadamente, 12.56 pm

Supuestamente la cobertura de celular iba a ser esporádica en esta carrera. En No Business no había señal, punto. Siempre que saqué mi teléfono tuve señal. Estaba tomando fotos y reportando mi progreso para que pudieran seguirme ya que esta carrera no tenía ningún tipo de seguimiento en línea. Así es que estoy armando ahora el detalle de mi recorrido usando las pistas visuales que guardé. En esta carrera no hay sombra, en ningún momento. Se puede buscar sombra, sencillamente no hay mientras corres. Por suerte la temperatura alta promedio es 11.7º C en noviembre. Me toca una alta máxima de 24º C y me derrito. Ya estaba cerca de llegar al primer cuarto de la carrera y dar la vuelta para regresar a la partida.

El Cabezón, con telefoto, un cerro icónico del área

Estaba corriendo dentro de mi estimado, aunque un poco más lento de lo que quería. Realmente mi velocidad promedio estaba bien, sencillamente estaba tomando tiempo de más en las estaciones que había pasado. Ni siquiera es que necesitaba descansar, la estaba pasando bien y la compañía era bienvenida. Los seres gregarios tenemos necesidades especiales. ¿Qué se le va a hacer? Mi conversación estaba limitada a decirle «¡bien hecho!» a todos los corredores que me pasaban o me cruzaban ya de regreso. El líder le llevaba mucha cancha al segundo, y muchísimo al resto. Una mujer con cabello rasta, muy guapa, iba liderando su grupo. En esta sección estaba encontrando a todos los corredores que estaban levemente adelante mío y que acababan de dar el giro para regresar por donde vinimos.

Retorno, 43.5 kms, 1:37 pm camión estación

En el retorno había un camión con toda la comida adentro. Tiene sentido el formato para una estación que no requiera de mucho trabajo. No perdí mucho tiempo en esta estación. quería regresar pronto para encontrarme con mi sobrina Isa y su amiga Olivia que me iban a acompañar toda la noche en el tercer tramo de la carrera. Olivia iba a dejar su carro en esta estación e Isa dejaría el suyo en la partida. Cada una manejó un auto, Isa recogía a Olivia en esta estación y luego se iban a esperarme. Siete horas treinta para el primer cuarto, incluyendo una perdida. No iba tan mal el asunto hasta ahora. En esta estación me tomé más analgésicos porque ya se estaba pasando el efecto de las pastillas anteriores. La realidad, la magnitud del reto, estaba sacudiendo mi esqueleto.

Típica vista, 2:23 pm

De regreso había que trepar de vuelta al espinazo y correr por un costado con buenas vistas. Había algo de nubes y brisa, cosa que me preocupaba porque correr mojado y con viento hubiese añadido insulto a la injuria. Al menos estaba fresco y podía esforzarme sin causarle mayor estrés al cuerpo. Estaba apretando el paso para no hacer esperar mucho a los ángeles que me salvarían de la soledad de la noche. La noche siempre es la parte álgida de mis ultras, la marea se va y me deja solitario en una playa sin agua, justo cuando mi energía mengua. Tenía dudas sobre lo sensato de estar haciendo esta carrera, pero el pensar en privar a Isa de la experiencia de correr su primer maratón de montaña me animaba a seguir adelante.

La Ventana, AS 4, 4:12 PM, 56 kms

Hice buen tiempo regresando a La Ventana con todo y que era una trepada. Estaba gastando energía para llegar rápido a la mitad. Era un hombre en una misión. Siempre es bueno encontrar muletillas para apoyarnos cuando la situación se está tornando oscura. En realidad aún era temprano en la carrera y todo estaba marchando maravillosamente. La experiencia me hace mantenerme cauto en esta situación porque lo bueno nunca es eterno y la dificultada siempre está esperando para darnos una zancadilla y postrarnos. Hablando de postrado, aún no había probado la tierra, sorprendentemente.

El Sol en su ocaso, 6:04 PM

A las seis de la tarde se iba poniendo el sol y la luna, casi llena, ya había hecho su aparición por el este. Ya llevaba doce horas en la faena y seguía en pie, y apurando el paso. Estas eran las últimas imágenes que tomaría porque en la oscuridad no vale la pena perder tiempo tomando fotos que no serán apreciadas. Ya estaba comenzando a sentir náuseas y algo de asco por el Tailwind. Había estado tomando tabletas de sal y electrolitos en cápsulas. No eran suficientes para quitarle el aburrimiento al sabor de la sonsa bebida que tenían en las estaciones de la carrera. La noche sería larga y triste porque cuando me pasa esto es una batalla hasta que vuelva a aparecer el sol.

Nuestro satélite iluminando el crepúsculo, 6:32 PM

Es posible que la culpa del estado actual de mi estómago sea la falta de ingesta. Las estaciones eran algo simples. Tenían agua caliente y podían preparar avena, ramen, café, chocolate caliente y habían quesadillas. Pero tenía que esperar y eso me quitaba las ganas. No me había estado alimentando bien. Me habían comido un stroopwafel, unos geles, y Reeses, unas copitas de chocolate con mantequilla de maní que bajaban muy bien. También me había tomado un Ensure Plus en cada lugar donde tenía mis bolsas de apoyo porque era una manera rápida y probada de alimentarme. «El elixir de los dioses» me dijo Betty cuando me tomé el último Ensure en el retorno, ya hace unas doce horas.

Mesa Portales, AS 5, 75 kms, 6:47 PM

En Mesa portales recogí mi linterna de cabeza. Llegué justo con lo que quedaba de luz y no fue necesario correr con mi linterna de mano. Había calculado llegar a esta estación a las 6pm. También era el momento de recoger toda mi ropa caliente que había dejado en la mañana cuando llegué aquí por primera vez, justo después del alba. A duras penas me pude tomar más analgésicos porque ya se me estaba haciendo difícil tragar por la revulsión a los sólidos. Me tomé otro Ensure Plus y casi se me regresa entero. Afortunadamente logré controlar mi arqueo nauseabundo. ¡Qué cosa tan desagradable es estar en el fondo de este pozo! Ahora vienen las horas de la batalla entre la voluntad y la flaqueza, el momento en la vía rápida del retiro se vuelve tentadora. Este es el momento de recordar que el dolor y la debilidad son pasajeras, la hebilla y el logro son permanentes.

Start/Finish, 53 millas, 9:57 PM

Llegué en piloto automático a la mitad de la carrera. Tanto así que hasta ahora caigo en cuenta que había una caja de margaritas arriba de la comida. ¡Me hubiese caído tan bien una de esas botellas en ese momento! Ya estaba en manos de mis acompañantes y con eso estaba seguro que llegaría hasta los tres cuartos de la carrera. De ahí en adelante me tocaba regresar por mi cuenta ayudado por el astro que es la fuente de toda la vida en esta roca que pasea a su alrededor anualmente, siempre atrapada dentro de su abrazo gravitacional. ¡Estaba helado una vez que paré de moverme!

Isa y Olivia, mis pacers

Me había pasado un montón de gente (relativamente) en el retorno a la mitad de la carrera. Se ve que le había costado a la gente llegar a la mitad. Yo tenía náuseas, pero me sentía fuerte dentro de todo. Solo tenía que apoyarme en Isa y Olivia hasta que me llevaran a volver a ver el Sol y su luz volvería a darme energía para regresar a la meta. Isa me dió un café con chocolate caliente para despertarme y alimentarme. Esa sería una fuente de energía por el resto de la noche. Estas dos jóvenes estaban muy entusiasmadas con el reto que tenían por delante y me tocaba contagiarme de su felicidad. ¡Vamos!

Olivia y El Cabezón al alba

La noche fue larga, muy larga. Hubo momentos tenebres en que estaba postrado en cuatro, en el piso, arqueando para botar lo que tenía en el estómago (y no tenía nada). Tuve dudas sobre cuánto tiempo tenía para terminar porque la hora cambió durante la carrera y ahora el reloj se había adelantado. Las chicas me animaron toda la noche. Conversamos de todo, la mayoría del tiempo yo las escuchaba, pero también me hacían preguntas y me tocaba responder. Se me hacía difícil hablar porque ya tenía la garganta irritada de tanto respirar el aire seco del desierto. Isa y Olivia iban de paseo, literalmente. Son gacelas acompañando un buey que parecía no querer llegar al matadero.

Isa marcando mi paso

Cuando estábamos llegando al retorno, Isa me dijo que había decidido acompañarme de regreso. Se sentía bien y no quería dejarme solo, quería asegurarse que regresara entero, que no me rindiera. ¡Qué belleza, cuanta suerte! Olivia tenía que regresar a trabajar y no podía seguir en nuestra aventura. Ya había hecho lo necesario y estaba feliz también por la experiencia compartida.

Retorno, 3/4 hecho, 80 millas, 7:06 AM

Llegamos al retorno con tres horas contra el corte. Parecía que siempre iba a lograr terminar esta aventura, y más con la compañía de Isa. Ahora solo quedaba manejar bien nuestras energías, no meter la pata, y seguir haciendo lo que habíamos hecho para llegar a este punto. El día amanecía espectacular. Era hora de quitarnos capas de encima, tomar café con cocoa, relajarnos un poco, y ponernos a punto para emprender nuestro último cuarto de carrera. El señor que atendía esta estación resultó ser el papá de Erick, el organizador de este evento. Mientras me preparaba para regresar se sentó a mi lado a echar cuentos y tuvimos una conversa muy amena. Isa y Olivia hacían lo suyo mientras nosotros lo nuestro.

Mis pacers de lujo, Isa y Olivia

Gastamos bastante tiempo en esta estación, no tenía apuro y estaba seguro que podía con lo que faltaba. En cuanto dejamos la estación, después de despedirnos de Olivia, nos dio calor y nos tocó quitarnos más capas. Luego llegó el apuro colónico que ignoré mientras me tomaba mi café. Pequeñas cosas inesperadas estaban roban aún más tiempo del que ya había cedido. El gusano de la duda volvía a asomar su cabeza. ¿Por qué es así la vida?

Rumbo a la meta

El tramo del retorno a la estación de La Ventana es el más corrible y estábamos sacando provecho de todo lo que había descansado durante la noche. Isa estaba gozando todas las vistas que no había podido apreciar durante la noche. Nos había tocado un cielo estrellado y disfrutamos del firmamento. Ahora era la hora de la tierra y su belleza. Y el sol que nos calentaba estaba haciendo el termómetro trepar. Ayer había sido helado, hoy íbamos rumbo a una alta de marca superlativa. También por eso aprovechaba para ganar tiempo mientras la temperatura no era excesiva.

Foto cortesía de Isa Nellos, 10:15am

El tramo entre La Ventana y Mesa Portales es el más rocoso y complicado de la carrera. También es la parte más alta de toda la carrera. Estaba empujando para hacer el mejor tiempo posible. Ya el cansancio me estaba limando y el sol comenzaba a calentar. Isa también estaba sintiendo la deprivación del sueño. Estaba «loopy» en sus propias palabras. El cielo azul, típico de Nuevo México, permitía al fulo cocinarnos sin impedimento. A esta hora, a esta altura de la carrera, no queda otra que morder y apretar, poner la buena cara al mal tiempo y ver al futuro, a la meta completada. Lo cómico es que mientras uno más cansado está, más lento pasa cada kilómetro. Como la Reina Roja en Alicia en el País de las Maravillas, hay que correr a tope para quedarte en el mismo lugar.

Trepando al Backbone del Continental Divide Trail, 10:57 AM

Ya yo no estaba para tomar fotos, Isa todavía tenía energía para eso. Estaba hastiado de todas las bebidas, del Tailwind, del Gatorade en polvo, del Vfuel, y había botado mi agua sin reponerla. Ya he estado en este lugar antes, hay luz al final del túnel. La grasa en el cuerpo sería suficiente para llegar a la meta. Siempre queda algo pegado al fondo de la paila. Este es el momento de raspar el concolón. Todo iba tal cual debía ser, aún cuando no lo pareciera. Este estado es típico de las últimas horas de un ultra, parte de la experiencia.

Cerca de la una llegamos a Mesa Portales, nuestra última estación antes de la meta. Tomamos Coca-Cola, nos quitamos todo el equipo superfluo, le dimos gracias a los que nos atendían, y nos aseguramos cuánto tiempo había para terminar. Teníamos cuatro horas para recorrer los últimos 15 kilómetros. Ya quedaba un último ascenso y era descenso hasta la meta, la cerecita sobre el pastel. Esta era una cerezota, inmensa. Partimos contentos, pensando que ya solamente era cuestión de mantenernos en movimiento hasta llegar a la meta.

Ultimo tramo, sol abrasador, 3:28 PM

Después de correr por el espinazo bajamos a una calle de tierra que parece interminable. En la noche no se notaba cómo era y siempre recorrí este tramo en oscuridad. Ya sabía que llegábamos dentro del corte. Mis opciones eran correr a 9 minutos por kilómetro o caminar a 10. Isa, que tenía más velocidad y energía que yo partió a balazo a terminar su aventura, el recorrido más largo de su vida. Yo guarde mi último empuje para cuando viera el arco de meta. Y así fue, caminé hast que vi la meta y quemé mi último cartucho en derroche de velocidad (a 9 minutos por kilómetro). Mi hermana Michelle, su hija Alex y su esposo George nos esperaban junto a Erick, el organizador. Ya solamente quedaba el arco de meta, todas las toldas habían sido dobladas, el equipo empacado, y nada más faltaba que me dieran la medalla de finalista y mi hebilla.

Cruzando la meta, 4:43 PM, 173.18 kms

No quiero extenderme mucho más. Esta carrera se la debo a mi sobrina que me acompañó a través de lo más duro de la carrera junto con Olivia, y después hizo lo inesperado y siguió corriendo conmigo hasta la meta. Por mi parte, hice lo mismo que he hecho últimamente, usando zapatillas Speedgoat, mi correa Ultimate Direction, y mi botella de mano Camelbak. La comida casi que es irrelevante, siempre me sobra porque como poco. Como nota especial, voy a agregar bebida en polvo para cuando me canse de la bebida de la carrera. Y siempre debo revisar mi provisión de analgésicos. Ahora toca prepararme para El Reto del Indio 2023 y conseguir mi hebilla #15.

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No Business 100 – Reporte

Finalmente completé mi 100 millas #13 y pasé lo que estaba comenzando a parecer una barrera. No Business 100 ha sido una carrera que he gozado mucho y el recorrido puede ser el más atractivo de todos los que he hecho. El sendero era muy corrible y tanto las subidas como las bajadas eran bastante leves, con sus contadas excepciones. Las estaciones de apoyo estuvieron fenomenales, repletas de buena comida y bebida, incluyendo el Sword que usaron como bebida energética.

Jose «Lagarto» Orillac y yo recogiendo nuestros números

El vuelo a Nashville llegaba a las 7:00pm. Mis compañeros de viaje salieron a cenar después de registrarse en su hotel, pero yo me fui directo a la cama con un martini y unas papitas de sal marina de Kettle Brand. Hoy día me cuesta dormir bien si ceno muy tarde. Al día siguiente nos tocaba manejar a Pickett State Park donde Lagarto había alquilado una cabaña y teníamos que recoger nuestros números de carrera. Había una pequeña charla después de una cena de pasta donde nos darían los últimos pormenores antes de iniciar a correr el viernes a las 8am.

Preparando las bolsas para las estaciones

Mi plan original era estar cerca de 32 horas en esta carrera. Cuando vi por última vez las estaciones y sus horas de corte vi que eran bien justos al principio si corría a ese paso (para terminar en 32 horas). Luego ajuste a 30 horas mis estimados y todavía seguían muy justos. Así es que recalculé para 28 horas para hacer los primeros cortes sin estrés. Resultó que habían modificado el recorrido a la primera estación porque un castor había hecho una represa que dejó inundado el sendero de la primera sección por un tramo largo.

Listos para la partida

Así es que cuando la carrera inició salí como alma que lleva el diablo adentro. Ibamos corriendo por una calle de tosca y el clima estaba fresco. Las condiciones se prestaban para correr rápido sin estropear mucho el cuerpo. Había dejado atrás a Lagarto, seguro que pronto me alcanzaría. Ni siquiera hablamos de correr juntos en ningún momento. Llegué a la primera estación un minuto antes que Lagarto, yo de número 50 y él de 57. Rellené mi botella de Sword, me comí unos quiche, un derretido de queso y algo más que me llevé para el camino.

Poco a poco fui bajando la marcha, mis ingles me estaban dando causa para algo de alarma muy temprano en la carrera. Por momento pensaba que iba a quedar lastimado si terminaba la carrera. Estaba determinado a llegar gateando si era necesario. La incertidumbre es una parte natural de estos eventos. Uno se pregunta ¿cómo será posible mantener este esfuerzo por tanto tiempo? Al final, el cuerpo se acostumbra y todo comienza a fluir como debe ser. Antes de pensarlo ya estaba en la próxima estación. Seguí comiendo bastante. Ni siquiera me había acabado la mitad de mi primera botella.

Cuando llegué a Charit, kilómetro 33, ya casi llevaba más de dos horas contra el corte. Estaba comenzando a sentirme relajado y seguro con las decisiones que había tomado para esta carrera. La comida me estaba bajando bien, los electrolitos de la bebida resultaban muy tolerables, y la compañía estaba agradable. Todavía no se había formado un grupo de corredores que podían mantenerse juntos y los trenes se armaban y desvanecían continuamente.

En la estación de Duncan Hollow, foto de Adela Vidal de Orillac, 5pm

Al llegar a Bandy Creek era cerca del medio día. Según mi plan de carrera de 28 horas, iba a llegar a esta estación a las 3pm, 50 minutos contra el corte. Había armado casi cuatro horas de colchón contra el corte. Me comí un hot dog, coca cola, ginger ale, y jugo de pepino. Luego fui por mi bolsa de apoyo a sacar una linterna porque no había pensado que llegaba de día a la próxima bolsa de apoyo. Estaba seguro que podía dejar la linterna, pero me la llevé para que luego no me hiciera falta por algún percance. Llegamos tan rápido a Bandy que Adela no nos encontró porque nos adelantamos mucho a nuestro plan de carrera. Lagarto llegó de #70 y yo de #80, había cubierto 41 kms en 5:25:23.8, nada mal. De hecho, a ese paso hacía menos de 24 horas (un esfuerzo que no podía sostener).

Nos había tocado un clima sabroso. Yo inicié mi corrida con una camiseta de lana deportiva abajo de una camisa de botones de lana. Estaba mojado, húmedo más bien, pero muy fresco cuando salí de Bandy al medio día. Ya estaba corriendo con los botones de la camisa abiertos para poder ventilar mejor. Había mucha gente que salió bien abrigada de la partida. Yo estaba del lado menos cubierto del grupo. Ya en el camino se veía gente parada guardando capas de ropa por el calor. Estaba contento por pasar el primer cuarto de mi recorrido sin ningún percance.

Decidí correr cómodo el segundo cuarto para no quemarme sin necesidad. Había estado corriendo a un ritmo por encima de lo que había planeado. Hora de bajar la marcha. El perfil de la carrera parece una montaña rusa cuando lo ves en papel. El grado promedio del recorrido es 14, eso es 140 metros cada kilómetro, un poco más que la subida al mirador del Parque Metropolitano. Esa pendiente la tengo entrenada de sobra. De hecho, estaba haciendo mejor tiempo en las subidas leves que en muchas de las bajadas, cosa que me pareció curiosa.

El sendero de esta carrera es muy limpio y estaba cubierto de las hojas que habían dejado caer lo árboles. El otoño estaba en su apogeo para nosotros. Precisamente por lo nítido del terreno, ya varias raíces me habían sorprendido y una de ellas me hizo rodar cuan largo era. Me había recuperado de la mayoría de los tropezones. Este me tumbo. Estábamos corriendo por un filo con una vista preciosa hacia un río y su cañón cubierto todo de árboles coloreados en naranja, amarillo y rojo. La tropezada de dejó algo lento y aproveché para comerme unos geles que siempre cargo y al final nunca me los como. También me tomé un par de Tylenol 500mg. De hecho las había estado tomando cada cuatro horas desde el principio y ya me tocaba, más o menos.

Laurel Hill, kilómetro 75, ya estaba en Kentucky. Primera vez que tocaba Tennessee y Kentucky. En Fat Dog 120 millas habíamos atravesado tres provincias en Canadá. Esta es la primera vez que corría dos estados en una carrera en Estados Unidos. Antes de llegar a la estación pasamos bajo un arco de piedra espectacular.

Twin Arches en Kentucky

A Ledbetter, kilómetro 89, llegué en 14:43:48.2 en la posición 110. Lagarto llegó en 12:59:11.4 en posición 58. A esta altura de la carrera el Croc había mantenido su posición en el grupo de corredores y yo había cedido 60 puestos. Ninguno de los dos tenía idea de esto en el momento, y yo no sabía dónde él estaba en el recorrido. En Duncan Hollow, dónde me había encontrado con Adela, me dijo que me llevaba como dos horas de ventaja. Estaba cerca de lograr entrar debajo de las treinta horas pasada la mitad de la carrera.

En Duncan Hollow había recogido todo mi equipo de frío para pasar la noche. Llegué a Blue Herron, kilómetro 100, tan temprano. Llegué en 17:07:35.3, justo a la hora que había puesto para el tiempo de 28 horas en la carrera. Ya había cedido dos de las cuatro horas que había armado de colchón. A diferencia de mis últimas dos carreras, ya había pasado la mitad de la carrera sin un solo contratiempo. La linterna que me jodió en mi última carrera estaba en una de las bolsas de repuesto, casualmente en esta estación, con baterías regulares por si me fallaba la que cargaba, que era la anterior (una Black Diamond Icon 500 con batería de litio). La comida había estado en punto toda la distancia y no tenía nauseas, ni un poquito.

En Blue Herron tocaba un circuito de 10 kilómetros y de regreso a la estación. Estos 10K fueron de los más rudos hasta ahora. Nada del otro mundo, pero comparado con los 100K que precedían era otra cosa: un camino pedregoso y complicado. Igual no fue gran problema acabarlo y cuando terminé había tardado dos horas y media. Lento, de noche, no está tan mal. También se había puesto frío y me coloqué una capa adicional. Llevaba un manga larga técnico, mi camisa de lana y me camiseta de lana. Si me ponía el gorro me daba calor, y nunca saqué los guantes. Tenía mi regulación térmica controlada.

Salí de Blue Herron, 110K, cerca de las 3:45am, en posición 95. Estaba avanzando algo y pasando gente. En un par de horas estaría saliendo el sol. Ya me sentía que estaba en la recta final, solamente 50K y terminaba. Todo me estaba saliendo bien. Los dedos del pié derecho estaban algo limados, los tres del medio, por haber pateado una raíz que casi me tumba. Creo que ya había rodado tres veces a esta altura de la carrera. Casi que iba par en la cancha…

Cuando salió el sol me quite la tercera capa de encima y la volví a amarrar en mi cintura. En las últimas dos estaciones había tomado café con Fireball y café con Woodford Reserve y comido papitas Lays cuando salía. En la del Fireball me tomé un caldo de pollo. Creo que en la del Woodford comí poco. En todas las estaciones donde tenía bolsas de apoyo había dejado un Ensure de chocolate y todos me los había tomado. Hasta ahora me estaba funcionando bien esa estrategia porque seguía esperando las náuseas y el malestar estomacal y nada que llegaba. Tal vez es que me estaban ayudando las pastillas de famotidina que me había tomado con las Tylenol.

En Peter’s Mountain estaba ya en la posición 88, 140.6K en 25:57:19.8, estaba ya cerca del paso de 30 horas. ¡Solo me faltaban 21K! Ya nada era relevante, lo que quedaba era pan comido. Podía caminar toda la distancia restante y terminaría dentro del tiempo permitido. Curiosamente, dejé de estar presente y comencé a pensar que tengo otra carrera de 100 millas el 5 de noviembre. Hay carreras llenas de duda y sufrimiento, esta no resultó una de esas.

Habían dos hombres de mi edad que estaban adelante mío, no por mucho. Los dos se veían mayores que yo. Consideré apretar el paso para recogerlos. La idea se fue tan súbitamente como llegó. ¿Cual era el apuro? ¿Qué iba a ganar? La mañana estaba preciosa, estábamos corriendo paralelo a un río bajo el dosel de los árboles en un bosque abierto. Hora de gozar el recorrido, oler las flores, e ir a cagar. ¡Ja! No podía faltar el depósito matutino.

Después de resolver el problema anterior se me comenzó a hacer eterno el recorrido. Creo que estaba entrando en la zona de penumbra mental. Estaba justo en el punto donde podía comenzar a alucinar, tenía sueño estando muy despierto y consciente. Comí pastillas Jolly Rancher para darle algo de azucar al cerebro para que saliera de su coma. Ahora el recorrido eran subidas y bajadas cortas dentro del bosque abierto. Como no me estaba moviendo rápido, los kilómetros pasaban lentamente. Lo bueno es que estaban pasando.

Eventualmente llegué a Great Meadows. ¡La estación estaba al otro lado del río! Había corrido con las zapatillas secas hasta ahora. Y nos estaban obligando a mojarlas casi que por maldad. En realidad no, pero eso es lo que parecía. Llegué a la estación, rellené mis botellas, cogí otra bolsa de papitas y seguí mi camino. Ahora me faltaban 14K y dos lomitas. ¡Vamos por esa hebilla!

La trepada a Blevin’s Cemetery me pareció no acabar nunca. Era una pendiente muy ligera, y estaba corriendo. Me recordaba al camino El Roble en el PMT, un falso plano que no se acababa, 7 kilómetros subiendo paulatinamente por el costado de una montaña. A la hora y media llegué a la estación: «¿Qué quieres?» me preguntaron amablemente. Tums y Coca Cola (finalmente el estómago se hacía presente con una leve queja).

Mientras me tomaba mi coca charlaba contento con la gente de la estación. Vi que en la mesa había una botella de Jack Daniel’s que me pareció perfecta para acompañar la coca. Pedí y me dieron felices de la vida. Les dije que iba a llegar a la meta con una sonrisa de oreja a oreja y sin una queja encima. En eso llegaba otro grupo de corredores y decidí seguir mi camino para hacer espacio en la pequeña, última estación.

Pensé que iba a detestar el final de la carrera, todo cuesta arriba. Resultó un recorrido muy agradable bordeando unos peñones enormes iguales a otra docena de estas formaciones geológicas que habíamos encontrado a lo largo de la carrera. Llegando a la meta podía escuchar los gritos mucho antes de poder ver el arco y la recta final. Ya estaba en un camino de tosca que iba describiendo un arco inmenso hacia la meta. ¡Qué alegría cuando apareció la meta y escuchaba los gritos de Adela!

Llegando a la meta
Certificado de Carrera
Lagarto Orillac

Ojalá pueda regresar el próximo año para hacer la carrera en sentido contrario y ganarme la hebilla de 200 millas (double buckle). Cada año la carrera va en sentido inverso, años pares contra reloj y años pares como el reloj. Dudo que el Lagarto quiera repetir la carrera, ya lleva 15 hebillas y ni una repetida. Mi argumento es que es otra carrera en sentido contrario, y que lo bueno merece repetirse. Es muy divertido viajar con Croc y Adela.

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Rumbo a No Business 100

Ya estoy en las últimas tres semanas antes de ir a correr No Business 100 millas. Si termino esta carrera sería mi 100 millas #13. Me ha costado un mundo lograr ese número porque ya me he salido de dos 100 millas y no pude ir a Massanutten 100 millas este año porque Lorena tuvo una convulsión seria poco antes de esa carrera y quedó en cuidados intensivos. Casi que estoy por ponerme supersticioso y pensar que ese número no quiere nada conmigo.

Twin Arches

El recorrido de la carrera es de 163 kilómetros, parte en Tennessee, pasa por Kentucky y regresa al punto de inicio. El desnivel es de 4,354m y 90% del camino es sendero. Pinta muy bien la descripción y las fotos están fabulosas. Un año la carrera se corre en una dirección y al siguiente año alterna. Este año nos toca el recorrido en el sentido contra el reloj. La carrera parte el 14 de octubre a las 8 am, una hora muy decente, y tenemos 33 horas para terminarla. Las 33 horas me preocupan algo, pero creo que puedo correr la distancia en ese tiempo si no es muy técnico el terreno.

La Hebilla

Voy a correr con Lagarto y Adela (que viene de apoyo para su esposo). Desde Javelina 2016 no voy a correr una carrera afuera con ese personaje de los ultra corredores de Panamá. Como siempre, será muy divertida la compañía de Croc y Adela. Yo estoy inscrito en otra carrera para a principio de noviembre, Deadman’s Peaks en New Mexico, porque estaba en 125 en la lista de espera para esta carrera y no pensé que lograría entrar a NB 100. Ahora tengo dos carreras seguidas, boletos comprados, y dos oportunidades para conseguir mi hebilla #13.

Como típica carrera de Estados Unidos, los requisitos son mínimos:

  • 1.5 litros de agua
  • Manta térmica
  • Un linterna para la noche

Con 15 estaciones bien pertrechadas es poca cosa la que hay que llevar encima para terminar la carrera. La linterna que me falló en Andes Race resultó que estaba defectuosa. Hice pruebas y no era la batería, como pensaba, pero lo misma lámpara. Ya Black Diamond me está enviando una nueva a New Mexico y la tendré para Deadman’s Peaks. Para esta carrera usaré mi Black Diamond Icon 500 con la batería de litio nueva y listo, problema resuelto.

Lee Conner, con quien corrí en Cloudsplitter 100, también va a correr NB100, al igual que Susan Donnelly. Lee me dijo que No Business era muy corrible y más fácil que Cloudsplitter, donde terminé en 31:34. Si llego a esta carrera con condiciones a las que tenía a la misma fecha hace un año, debo hacer el mismo tiempo como máximo. Mi esperanza es cruzar la meta en menos de 30 horas para que Lagarto no deje tirado en la meta y tenga que pedir bote a Nashville.

La verdad es que llegué en buena forma a Cloudsplitter porque Rocío me incluyo en muchas corridas de entrenamiento con Andrea, Raquel, Ana Raquel, José Arenas y Pupi. Ya no tengo quien me saque a pasear tan a menudo, ni quien me lleve a correr por San Miguel y Altos de Pacora. Por supuesto que puedo ir solo, pero la verdad es que soy un corredor gregario y algo perezoso para manejar a correr tan lejos. Si quedo sujeto a mi libre albedrío tiendo a correr lo que se me provoque y pocas veces eso es tanto como debiera correr para estar en plena forma. No es que esté en mala forma, sencillamente no estoy corriendo tanto como hace un año para esta época.

No Business 100 back to back al revés y al derecho
No Business 200

Si completas No Business 100 en ambas direcciones te dan una segunda hebilla, diferente a la primera, que reconoce ese logro. El próximo año, si todo sale bien, puedo conseguir mi hebilla de 500 millas en Massanutten, y mi hebilla de 200 millas en No Business. Antes de adelantarme, primero tengo que terminar la de este año.