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Tahoe Rim Trail 100 – 2023

Tahoe Rim Trail 100m ha sido una gran experiencia, una carrera vieja con una ruta nueva. Hacía tanto tiempo que no corría por California que había olvidado lo fabuloso que son los senderos acá, lo hermoso de los paisajes y la atención excepcional en las estaciones de apoyo. Encima, este año fui al meet & greet y conocí al director de la carrera, George Ruiz, y a bastante del personal de apoyo en las estaciones de apoyo. Cuando llegaba a las estaciones me recibían por nombre y me atendían como a un viejo amigo. ¡Fuera de serie!

Viajé ultra-ligero a la partida y usando los medios de transporte más económicos posible. Fue buses, trenes y automóviles toda la distancia. Por suerte Steve Lang me fue a recoger a Reno para llevarme a Carson City, mi destino final y lugar de partida de la carrera (desde Western Nevada College). Bajé los $500 del alquiler del auto a menos de $125 por todo el transporte. Fue una experiencia interesante.
Shannon me recogió en el Motel 6 dónde me hospedé para llevarme a la partida a las 4am. La había conocido en el meet & greet y ofreció darme el bote cuando George anunció que yo necesitaba el aventón. Hacía tiempo no llegaba tan temprano, con tanta antelación, a una partida (una hora antes). Esta fue la tercera carrera con rastreador de GPS este año. Parece que todas están cambiando a esta modalidad.

La partida, a las 5am, fue con penumbra matinal. Yo empecé enredado porque mi reloj se quejó cuando puse la ruta. En el enredo no toque inicio sino como cinco minutos después de partir. Encima, poco después se trancó cuando fui a la pantalla de trepada y se apagó para reiniciar. ¡Diablos! Bueno, cuando regreso apague la navegación y no volvió a molestar, por suerte.

Me acomodé en la cola de los corredores porque no tenía interés de atacar la primera trepada con la cual inicia esta nueva ruta: 14 kilómetros trepando 1,200 metros de salida (casi un cuarto del desnivel total). El día arrancó espectacular, con un amanecer rojo profundo. La vista de la meseta dónde se ubica Carson City estaba preciosa. Al principio estaba pasando corredores, pero, cuando se inclinó la pendiente, empecé a perder posiciones. Igual, no me iba a esforzar en esta trepada. Podía escuchar el jadeo de quienes me pasaban, muy temprano en la carrera para estar respirando duro.

Lo único que compre para la alimentación en esta carrera fue una media docena de Ensure. Todo lo demás que tenía eran sobras de las carreras anteriores. Lo más importante que llevé de Panamá fueron los sobres de LMNT para aumentar la sal en la bebida de electrolitos que nos dieron en la carrera (no era Tailwind, pero no recuerdo que fue).

La primera estación en el recorrido fue Kick Ash, una parada que solo tenía agua. Pasé sin parar porque llevaba suficiente líquido. Luego venía Snow Valley Peak, por donde también pasé rápidamente rellenando mis botellas y tomando un par de pedazos de emparedado de mantequilla de maní con jalea. Aquí tomé unas cuantas fotos de las vistas espectaculares que había. Lástima que las perdí cuando se dañó mi celular al final de la carrera. De aquí bajábamos a Spooner Lake (donde empezaba la carrera antes) a la estación de Stonehenge. Hice buen tiempo en esta bajada, sin apuro, bajando eficientemente. La verdad es que estaba encantado con lo nítido del recorrido. Se me había olvidado lo excelente que son los trillos en California, bien cuidados, sin piedras, ni raíces (como en Virginia).

Para mí fue muy emotiva la llegada a Spooner Lake. Recordé cuando llegué la primera vez, en el 2015, y Lorena nos gritó del otro lado del lago y la escuchamos. Todo el recorrido alrededor del lago venía recordando escucharla animarnos a terminar. Esta vez apenas estaba comenzando esta carrera, pero la llevaría conmigo por el resto de la carrera. En Stonehenge, la estación, comí tocino y un huevo revuelto con vegetales que estaba buenísimo y estaba en una bandeja dentro de copitas de papel. Me pareció excelente idea para El Reto del Indio. Tomé coca, rellené mis botellas.

Salí rumbo a la estación de Hobart a través de un costado de Marlette Lake. En la subida me pareció increíble cómo encontré este tramo tan duro en la segunda vuelta de TRT 2015 y ahora parecía enteramente fácil. En esta trepada me alcancé a Tony Moore (quedó de segundo este año, justo detrás mío) y quedamos conversando por un buen rato. Tony es corredor muy experimentado, con más de 129 ultras terminadas. Cuando llegué a Hobart me recibieron como a un gran amigo gracias a las amistades que hicimos en el meet & greet @ The Fox en Carson City. Me tomé una cerveza que me cayó super bien, comí papa con sal, pepinillos, más tocino, me tomé mi primer Ensure que tenía en la bolsa de corredor. Había dejado cuatro aquí y dos más en la estación de Diamond Peak. Rellené mis botellas y partí para Tunnel Creek.

Camino a Tunnel Creek volví a pasarme a Tony. Casi toda la carrera estuve rodeado de gente que parecía de mi edad, o mayores. Compartí poco con mujeres en esta carrera. Curiosamente, solo terminaron 18 mujeres, 12 delante mío, y 6 atrás. Cómo arranqué lento, las mujeres que me ganaron me dejaron atrás y nunca las volvía a alcanzar, y dejé atrás a las que me gané en la trepada. Casi toda la carrera fui pasando gente, pero nunca jóvenes. Ahora, revisando los datos, veo por qué fue eso: solo tres personas, hombres todos, menores de 30 años, terminaron esta carrera (todos detrás mío).

Otro con quien conversé varias veces porque me pasaba y luego yo lo volvía a alcanzar, fue Julián Martínez, de 61 años. Cuando llegué a Tunnel Creek volví a pedir cerveza. Acá no tenían un bar completo cómo en Hobart, pero igual me dieron una cerveza de la reserva personal de uno de los voluntarios. Tunnel Creek antes era una estación grande, y todavía era más grande que Hobart, pero ahora solo la visitaría cuatro veces.

Rumbo a Bull Wheel recordaba a un corredor que me acompañó en este tramo en el 2015. Quedamos hablando del Ironman porque tenía tatuado el logo en una pantorrilla. Los ultra-corredores se tatúan un 100M, y en esta carrera había uno así con su tatuaje en la pantorrilla. Entre Tunnel Creek y Bull había 5 kilómetros que se me pasaron rápido. En Bull Wheel tenían poca cosa porque es una estación de solo agua. Luego viene la bajada a Diamond Peak de 8.5k. La bajé a balazo (para mí parecer) y pasé a varios otros corredores que bajaban con calma. Yo venía gozando las curvas con bancada que estaban hechas para ciclistas, y cuidando que no me atropellaran los ciclistas que también estaban usando la vía. En Diamond Peak me tomé otro Ensure, y rellené mi pañuelo con hielo. Ya estaba caliente y ahora venía la trepada descomunal de regreso a Bull Wheel. También aproveché una estación de frío para refrescarme, mojarme por completo, y aprovechar los rociadores que enfríaban el lugar.

En la trepada me alcanzó Julián nuevamente, y me dejó atrás. Otra joven me pasó también. A ambos me los alcancé luego. Yo trepé sin prisa, pero sin pausa y pasé a varios otros que iban por delante cuando pararon a descansar. Creo que solamente la subida a Mount Mitchel en Hellbender tiene mayor inclinación sostenida que Diamond Peak. En Ultra Tour Monte Rosa hubo trepadas más pendientes, incluso con soga puesta para la trepada, pero no mantenían la pendiente por tanto tiempo. Eventualmente, cuatro kilómetros después, regresé a Bull Wheel. Rellené mi botella de mano y salí de regreso a Tunnel Creek.

En Tunnel Creek comí todo lo salado que encontré. La verdad es que todas las estaciones grandes estaban muy bien apertrechadas. Como se repiten varias veces es sencillo ofrecer bastante en estos puntos. Hice los 72 kilómetros hasta aquí en poquito menos de 14 horas. Había puesto una linterna de cabeza aquí por si llegaba de noche, o por si la iba a necesitar en el trayecto. Pensé que podía llegar todavía con luz a Hobart, pero igual me llevé la linterna. Eran las 7pm y la penumbra empezaba a las 8pm. Este tramo de regreso un leve pendiente subiendo hasta llegar a la vista de Marlette Lake y luego de una travesía por llanuras iniciaba un descenso corto a Hobart. Llegué a las 15:42 horas de haber salido de Carson y la tabla de pasos que había preparado me ponía aquí a las 15:45 horas. Estaba corriendo de acuerdo con mi plan y todo marchaba bien. Con el tiempo estas carreras se hacen más predecibles y ya tengo mi paso bastante bien medido.

Hobart #2 era la mitad de mi carrera. Aquí seguí con mi plan, otro Ensure, otra cerveza, papa con sal, jugo de pepino, rellenar botellas, botar basura, y seguir adelante. Antes de partir cambié la lámpara de cabeza que llevaba, una BD Icon 700, por una Petzl Iko Core que iba a probar por primera vez. Regresaría a Hobart en 11 kilómetros y tenía la opción de cambiar de vuelta a mi lámpara probada. Partí rumbo a Snow Valley #2.

La Petzl Iko es muy cómoda, liviana, fácil de usar, y viene con una batería recargable. Había comprado otra batería recargable porque sabía que no duraría la noche. Estaba usando la Iko en su intensidad media, la luz que emite a ese nivel es de 100 lumens y debe durar 8 horas. No es tan brillante como mi BD Icon 500 que ilumina con 500 lumens y me dura 20 horas con su pila de litio recargable. Estaba haciendo este compromiso porque la Icon 700 con pilas AA no me estaba dejando contento, como ya he explicado anteriormente. Llegué pronto a Snow Valley y di la vuelta casi sin parar. Ya para esta altura estaba cruzando muchos corredores de ida y de regreso. Los punteros de la carrera ya habían pasado por Hobart rumbo a la meta.

Pasé por Hobart #3, 91 kms, con calma. Pedí café (con un poquito de whisky), saqué mis cosas de frío (dejé los guantes, llevaba un gorro de lana, un Buff caliente para el cuello, un impermeable y una camisa manga larga), y seguí para la segunda vuelta por Diamond Peak. Hice algo nuevo: rellené la botella de mi cinturón de café. En el camino seguía cruzando gente que ya venían de regreso de su segunda vuelta rumbo a la meta. ¡Bárbaros! Me llevaban 42 kilómetros por delante, aproximadamente. La noche estaba fresca y yo estaba sudando.

Hice ajustes en mi vestuario por el calor que estaba generando mientras corría: el Buff que llevaba en la muñeca lo pasé a la cabeza, el gorro me lo quité y lo llevaba en la mano de la botella, y el Buff caliente del cuello lo puse en mi muñeca derecha. Con ese cambio quedé cómodo. Las mangas las subía y las bajaba dependiendo de cómo estaba la temperatura que variaba con el terreno. La botella de café estaba buenísima. Debí haber pensado en esto desde hace muchas carreras atrás. En realidad, no todas las carreras tienen tanto café cómo había en TRT 100. La próxima vez le añado azúcar al café para que me ayudé con la nutrición y así no tengo que chupar pastillas. 17 carreras completadas y hasta ahora no me llevaba café en una botella. Siempre hay algo nuevo que aprender.

Al llegar a Tunnel Creek pedí una sopa de fideos. Mientras la tomaba llegó un corredor y nos preguntó si una linterna de mano pertenecía a alguno de los que estaban ahí. ¡Era mía! Se le había abierto un hueco a mi correa y la había perdido. Encima, no prendía, estaba descargada. Dos errores cometidos: no revisé la linterna (que había cargado antes de viajar) y no reparé mi correa (sabía que estaba ya por ceder en la base de su bolsillo trasero). Cambié la batería de mi linterna porque así ya me duraría la noche y iba a tener luz para hacer esto cuando se agotara la batería que tenía. Rellené mi botella de café y la de la mano y seguí mi camino. Cuando pasé por Bull Wheel 3 ya llevaba más de 100k y estaba ahora descontando de dos dígitos. Todo marchaba bien.

En el descenso a la estación de Diamond Peak #2 encontré que la luz no era suficiente para percibir el desnivel del terreno y un par de veces pisé en falso y me lastimé la espalda inferior. Por suerte mi espalda está bastante fuerte ahora mismo porque anteriormente cualquiera de esos golpes me hubiera dejado mal. Los ejercicios que he hecho para la espalda me han dado resultado. La verdad que, en retrospectiva, debí haber usado la linterna en su nivel máximo en la bajada en cuanto pasó el primer desnivel falso.

Tenía batería para quemar, y batería de repuesto. Quedé descontento con la Iko por esto, porque no veía bien en la bajada y no se comparaba con los 500 o 700 lumens de la Black Diamond Icon. Pero nunca le subí la intensidad a la lámpara. Voy a tener esto en cuenta para mi próxima carrera: puedo variar la intensidad de la iluminación cuando el terreno lo requiere. Así es que queda pendiente otra prueba de la Petzl Iko Core a máxima intensidad. Iba pasando gente en la bajada, gente que ya venía caminando. Yo todavía seguía corriendo. No tenía sueño, pero ya estaba sintiendo algo de náusea. Sabía que pronto llegaría el sol para revivirme y solamente tenía que sobrevivir lo que quedaba de noche. Llegué a Diamond Peak #2 cerca de las 23:30 horas de carrera, justo como tenía planeado.

Hacía frío y me senté dentro del salón que tenía la enfermería. Cuando me atendieron pedí un café y mi bolsa de corredor. Saqué mi Ensure, recibí mi café, y, cuando me lo iba a tomar, me entraron las ganas de vomitar. Salí huyendo hacia afuera para no vomitar adentro. Quedé arqueando en el portal de madera que rodea el edificio que es la base de la montaña de Incline. No salía nada, solo baba, pero no paraba de arquear. A los pocos minutos disminuyó la intensidad de los arqueos y me senté en un escalón que había cerca. Una mujer me vino atender y me ofreció pastilas para la náusea. La tomé y me la pude tragar. Casi de una vez, nada que ver con la pastilla (no actúan tan rápido), me sentí mejor. Entré de regreso al edificio y me tomé mi café y el Ensure. Me tomé mi tiempo aquí. No partí hasta que saliera el sol.

Me quité todo lo de frío, dejé la lámpara en la bolsa de recambio, y me fui a terminar la carrera con el sol de la mañana. Pasé casi una hora en esta estación. Cuando salí me sentía en buena forma para atacar la trepada de Diamond Peak. Me fui determinado a terminar esta carrera. Solamente me faltaba un maratón, 42k, para cruzar la meta. Estaba seguro de que iba a terminar esta carrera. Tenía que romperme una pierna, o doblarme un tobillo, para que esto no pasara.

La subida de Diamond Peak me tomó la hora y llegué a Bull Wheel como 30 minutos atrás de lo que tenía planeado. La parada tan larga en Diamond Peak me había descuadrado el plan, pero ya todo lo que venía era prácticamente bajada. Me tomé algo de soda de jengibre y Coca-Cola en esta estación, rellené de agua mi botella (ya no les quedaba electrolito) y me fui contento, bien servido por esta estación de “solo agua”. De aquí en adelante iba a ir acelerando hasta llegar a la meta y dejar todo lo que tenía en el camino que quedaba.

Recogí mi gorra en Tunnel Creek #4. Me ofrecieron de todo lo que tenían ahí, pero yo ya iba por fuera. A esta altura en mis carreras solo me interesa terminar. Una vez que sale el sol quedo como nuevo, es increíble lo que hacen esos rayos estelares. Llené mi botella de electrolito y seguí mi camino. Me alcancé a Tony en la trepada hacia Hobart y estaba vomitando cuando lo pasé. Lo saludé y le pregunté cómo estaba. Me dijo que estaba bien, solo gajes del oficio. En el camino me iba alcanzando gente que estaba ya en la marcha a la meta. Yo estaba trepando con buen ritmo y corriendo cada vez que la pendiente me lo permitía. Pronto regresé a la vista de Marlette Lake. Al rato encontré un tren de corredores y los pasé a buen ritmo. Llegué a Hobart #5 bajando apurado. ¡Ya quería terminar esta carrera!

Me tomé mi último Ensure, unos analgésicos, unos gel shots de vodka y salí a acabar. En el camino a Waterfall me alcanzó Tony nuevamente. Ya se estaba poniendo caliente la temperatura y se me había acabado el agua. Aunque era mayormente bajada, este tramo me estaba resultando largo y con más trepada de la que esperaba. Se me estaba haciendo eterno el tramo y la compañía de Tony resultaba agradable. Quedamos hablando de boxeo. Curiosamente a los dos nos gustaba boxear cuando jóvenes. En un arroyo paré a refrescarme y rellenar mis botellas de agua. Tony hizo lo mismo, pero no rellenó su agua, el llevaba una vejiga. Cuando levanté la vista, ya lo había perdido. ¡Me había dejado atrás! Salí a la caza porque él estaba en mi categoría y no pensaba dejarlo terminar antes que yo. Ahora el camino era unos andenes largos que bajaban la montaña cómo una culebra inmensa. Eventualmente alcancé otros corredores que Tony se había pasado. El estaba bajando bien, es buen corredor. Cuando lo alcancé se hizo a un lado y me dejó pasar. Ya no lo volví a ver.

En Waterfall rellené mi pañuelo con hielo, me tomé una soda de jengibre, rellené mi botella del cinturón con más soda, y la de mano con electrolitos. Pasé bastante rápido por esta estación. Había recuperado el tiempo perdido y ganado 15 minutos adicionales al plan que tenía. ¡11 kilómetros para terminar! El calor era infernal y la soda del cinturón se fue en 15 minutos. Tenía que hacer durar la botella de mano 1 hora y 45 minutos. Esto parecía imposible con la temperatura del medio día y el sol que brillaba feroz en el cielo azul. La bajada la sentía cómo una subida, la pendiente leve bajaba serpenteando por la ladera de hierba sin un árbol que diera sombra. Al fondo ya se veía la universidad y la meta, pero el camino se me hacía interminable y me estaba recalentando. Fue necesario bajar el ritmo para mantenerme a una temperatura manejable. Veía que el camino se acercaba a un río, y luego se volvía a alejar. Sabía que eventualmente cruzaría ese arroyo y tenía que aguantar hasta llegar al agua para refrescarme y rellenar mis botellas. 38 grados centígrados marcaba el reloj.

Al llegar al agua me senté en la orilla, rellené mis botellas, y me tomé medio litro de agua mientras me mojaba todo. Me pasaron un par de corredores. Uno parecía de mi categoría, el otro era evidentemente joven. Seguí ya más fresco y ahora teníamos algo de sombra porque el camino iba al lado del río, entre árboles. Al rato volví a tener calor y me metí nuevamente al agua. Aquí me alcanzó un grupo de corredores. Unos se metieron al agua y otros siguieron de largo. Pronto los alcancé nuevamente cuando se metieron al agua más adelante. Ya todos estábamos en el mismo plan, manejar la temperatura corporal para llegar a la meta.

Cuando salimos a la calle y quedaban un par de kilómetros para terminar. No iba a hacer las 32 horas que había planeado, pero estaría cerca. Ya no me importaba el tiempo, iba a terminar y me darían mi hebilla #18. Finalmente llegué al estadio de beisbol, corrí alrededor hasta encontrar la entrada al diamante y la meta. ¡Terminé mi carrera en buena forma! Cuando crucé la meta me dieron un premio inesperado: 1er lugar en mi categoría de 60-69 años. Le había recortado 40 minutos a TRT 100 2015 y mejorado 60 posiciones. ¿Quién iba a pensarlo?

Por Irving Bennett

Siempre listo.

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