Categorías
Correr

Shangri-La 170 versión 0.0

Shangri-La 170 kilómetros versión 0.0, cero costo, cero apoyo, es un recorrido de 170+ kilómetros en autosuficiencia por varios recorridos por El Valle de Antón. Desde hace años vengo pensando que El Valle necesita su propia carrera de 161 kilómetros (100 millas). Una carrera que parta, y termine, dentro del mismo El Valle para que la logística y el transporte sean sencillos. Estoy planeado esto para el 15 de diciembre de este año, 2023.

RecorridosDistanciaElevación Ganada
El Valle 50 (amarillo)54.16 km3,700m
North Loop y Cerro negro (azul)66.70 km4,122m
La India Dormida (verde)18.31 km1,011m
Big Foot (rojo)33.54 km2,197m
172.71 km11,029m
Tabla de Recorridos

No pensé que quedaría un recorrido tan difícil, pero no hay duda que eso es lo que tenemos. Es lo que hay, así es El Valle de Antón, cerro para donde voltees la mirada. No hay nada que hacer. Todos los recorridos salen de Shangri-La y regresan al mismo lugar. Así tenemos, por lo menos, cuatro visitas a un lugar donde podemos tener una buena bolsa de apoyo personal y donde nos pueden esperar los que quieran acompañarnos.

También en Shangri-La hay baños, una charca donde relajarse un rato entre cada una de las vueltas, y un lugar en el que podemos prepararnos un plato caliente, tomarnos un café durante la noche, y dónde relajarnos un ratos al final de esta aventura.

Cada quien sabrá que va a necesitar para poder recorrer toda la ruta. La ruta más larga puede tomar más de 12 horas para terminarla. Ese es el tramo más duro de todos el recorrido. Al menos ese tramo tiene varias tiendas donde uno se puede abastecer, y hay bastantes ríos para rellenar botellas si es necesario.

El orden de las vueltas es tal como está la tabla y estoy pensando que debemos iniciar el recorrido el viernes en la noche. Así tenemos hasta 48 horas para terminar. Ojalá podamos hacerlo en menos tiempo. Este paseo nos puede servir como un buen fondo para El Reto del Indio y El Valle Ultra. Obvio que 170 es tres veces un El Valle Ultra, pero los que vayan para ese evento pueden hacer solo Big Foot y ya tienen un buen fondo.

Voy a actualizar esta entrada con más información prontamente. En particular, voy a cargar y compartir los cuatro recorridos de arriba. Los que se quieren unir, ya saben, vayan apartando su tiempo, y comiencen a entrenar.

Esta entrada es una copia de una página que quedará en el menú: Shangri-La 170 Versión 0.0 y la voy a actualizar con más detalles pronto.

Actualización Noviembre 28

TrayectoEnlace
El Valle 50khttps://connect.garmin.com/modern/course/240024051
North Loop y Cerro negrohttps://connect.garmin.com/modern/course/240024190
La India Dormidahttps://connect.garmin.com/modern/course/240024310
Big Foothttps://connect.garmin.com/modern/course/240024339
Enlaces a los trayectos individuales

Tratando de que la mayor cantidad de gente corra junta por el tiempo que se pueda, los que salgamos a correr los 52 kilómetros el viernes en la noche, debemos llegar alrededor de 10 horas más tarde, tal vez 11. La partida del North Loop debe ser 7am el sábado. Esa ruta nos debe tomar cerca de 14 horas. Llegaríamos a las 9pm. Así es que seguiríamos con los 18k de La India Dormida a las 9:30pm. A las 2am del domingo debemos estar regresando a Shangri-La. Partiríamos a las 3am por los 34k del Big Foot loop. A las 10am debemos estar terminando los que podamos hacer el recorrido en ese tiempo. Es muy probable que yo no esté en ese grupo.

Me encantaría poder completar todo el recorrido en 38 horas y terminar a las 10am. Estoy claro que es un tiempo ambicioso para mí, pero para eso hacemos esto, para encontrar nuestros límites y ver que ¡sí se puede!

El itinerario de arriba es lo que se me ocurre que podemos tratar de hacer los que vamos por los 172. Los que quieran hacer menos y acompañarnos por trayectos ya saben los nosotros vamos a estar haciendo. Pueden salir con nosotros, o salir antes y hacer su propio recorrido con su grupo. Tal vez los alcanzamos, lo más probable es que no. Pero tenemos todo el domingo para regresar a Shangri-La, descansar, y esperar a los que sigan en el ruedo tratando de completar la distancia que se propongan.

Categorías
Correr

El Buen Vino

Un amigo, hace muchos, me dijo que era como el buen vino: «pasarían años antes que sirviera para tomarse». Por supuesto que se estaba burlando de mi. Pero, al final, estaba en lo correcto. Este año he corrido seis ultras: 5 de cien millas, una de 80 kilómetros. Terminé 5 de 6, y quedé de primero en mi categoría en cuatro.

Categorías
Correr

Tahoe Rim Trail 100 – 2023

Tahoe Rim Trail 100m ha sido una gran experiencia, una carrera vieja con una ruta nueva. Hacía tanto tiempo que no corría por California que había olvidado lo fabuloso que son los senderos acá, lo hermoso de los paisajes y la atención excepcional en las estaciones de apoyo. Encima, este año fui al meet & greet y conocí al director de la carrera, George Ruiz, y a bastante del personal de apoyo en las estaciones de apoyo. Cuando llegaba a las estaciones me recibían por nombre y me atendían como a un viejo amigo. ¡Fuera de serie!

Viajé ultra-ligero a la partida y usando los medios de transporte más económicos posible. Fue buses, trenes y automóviles toda la distancia. Por suerte Steve Lang me fue a recoger a Reno para llevarme a Carson City, mi destino final y lugar de partida de la carrera (desde Western Nevada College). Bajé los $500 del alquiler del auto a menos de $125 por todo el transporte. Fue una experiencia interesante.
Shannon me recogió en el Motel 6 dónde me hospedé para llevarme a la partida a las 4am. La había conocido en el meet & greet y ofreció darme el bote cuando George anunció que yo necesitaba el aventón. Hacía tiempo no llegaba tan temprano, con tanta antelación, a una partida (una hora antes). Esta fue la tercera carrera con rastreador de GPS este año. Parece que todas están cambiando a esta modalidad.

La partida, a las 5am, fue con penumbra matinal. Yo empecé enredado porque mi reloj se quejó cuando puse la ruta. En el enredo no toque inicio sino como cinco minutos después de partir. Encima, poco después se trancó cuando fui a la pantalla de trepada y se apagó para reiniciar. ¡Diablos! Bueno, cuando regreso apague la navegación y no volvió a molestar, por suerte.

Me acomodé en la cola de los corredores porque no tenía interés de atacar la primera trepada con la cual inicia esta nueva ruta: 14 kilómetros trepando 1,200 metros de salida (casi un cuarto del desnivel total). El día arrancó espectacular, con un amanecer rojo profundo. La vista de la meseta dónde se ubica Carson City estaba preciosa. Al principio estaba pasando corredores, pero, cuando se inclinó la pendiente, empecé a perder posiciones. Igual, no me iba a esforzar en esta trepada. Podía escuchar el jadeo de quienes me pasaban, muy temprano en la carrera para estar respirando duro.

Lo único que compre para la alimentación en esta carrera fue una media docena de Ensure. Todo lo demás que tenía eran sobras de las carreras anteriores. Lo más importante que llevé de Panamá fueron los sobres de LMNT para aumentar la sal en la bebida de electrolitos que nos dieron en la carrera (no era Tailwind, pero no recuerdo que fue).

La primera estación en el recorrido fue Kick Ash, una parada que solo tenía agua. Pasé sin parar porque llevaba suficiente líquido. Luego venía Snow Valley Peak, por donde también pasé rápidamente rellenando mis botellas y tomando un par de pedazos de emparedado de mantequilla de maní con jalea. Aquí tomé unas cuantas fotos de las vistas espectaculares que había. Lástima que las perdí cuando se dañó mi celular al final de la carrera. De aquí bajábamos a Spooner Lake (donde empezaba la carrera antes) a la estación de Stonehenge. Hice buen tiempo en esta bajada, sin apuro, bajando eficientemente. La verdad es que estaba encantado con lo nítido del recorrido. Se me había olvidado lo excelente que son los trillos en California, bien cuidados, sin piedras, ni raíces (como en Virginia).

Para mí fue muy emotiva la llegada a Spooner Lake. Recordé cuando llegué la primera vez, en el 2015, y Lorena nos gritó del otro lado del lago y la escuchamos. Todo el recorrido alrededor del lago venía recordando escucharla animarnos a terminar. Esta vez apenas estaba comenzando esta carrera, pero la llevaría conmigo por el resto de la carrera. En Stonehenge, la estación, comí tocino y un huevo revuelto con vegetales que estaba buenísimo y estaba en una bandeja dentro de copitas de papel. Me pareció excelente idea para El Reto del Indio. Tomé coca, rellené mis botellas.

Salí rumbo a la estación de Hobart a través de un costado de Marlette Lake. En la subida me pareció increíble cómo encontré este tramo tan duro en la segunda vuelta de TRT 2015 y ahora parecía enteramente fácil. En esta trepada me alcancé a Tony Moore (quedó de segundo este año, justo detrás mío) y quedamos conversando por un buen rato. Tony es corredor muy experimentado, con más de 129 ultras terminadas. Cuando llegué a Hobart me recibieron como a un gran amigo gracias a las amistades que hicimos en el meet & greet @ The Fox en Carson City. Me tomé una cerveza que me cayó super bien, comí papa con sal, pepinillos, más tocino, me tomé mi primer Ensure que tenía en la bolsa de corredor. Había dejado cuatro aquí y dos más en la estación de Diamond Peak. Rellené mis botellas y partí para Tunnel Creek.

Camino a Tunnel Creek volví a pasarme a Tony. Casi toda la carrera estuve rodeado de gente que parecía de mi edad, o mayores. Compartí poco con mujeres en esta carrera. Curiosamente, solo terminaron 18 mujeres, 12 delante mío, y 6 atrás. Cómo arranqué lento, las mujeres que me ganaron me dejaron atrás y nunca las volvía a alcanzar, y dejé atrás a las que me gané en la trepada. Casi toda la carrera fui pasando gente, pero nunca jóvenes. Ahora, revisando los datos, veo por qué fue eso: solo tres personas, hombres todos, menores de 30 años, terminaron esta carrera (todos detrás mío).

Otro con quien conversé varias veces porque me pasaba y luego yo lo volvía a alcanzar, fue Julián Martínez, de 61 años. Cuando llegué a Tunnel Creek volví a pedir cerveza. Acá no tenían un bar completo cómo en Hobart, pero igual me dieron una cerveza de la reserva personal de uno de los voluntarios. Tunnel Creek antes era una estación grande, y todavía era más grande que Hobart, pero ahora solo la visitaría cuatro veces.

Rumbo a Bull Wheel recordaba a un corredor que me acompañó en este tramo en el 2015. Quedamos hablando del Ironman porque tenía tatuado el logo en una pantorrilla. Los ultra-corredores se tatúan un 100M, y en esta carrera había uno así con su tatuaje en la pantorrilla. Entre Tunnel Creek y Bull había 5 kilómetros que se me pasaron rápido. En Bull Wheel tenían poca cosa porque es una estación de solo agua. Luego viene la bajada a Diamond Peak de 8.5k. La bajé a balazo (para mí parecer) y pasé a varios otros corredores que bajaban con calma. Yo venía gozando las curvas con bancada que estaban hechas para ciclistas, y cuidando que no me atropellaran los ciclistas que también estaban usando la vía. En Diamond Peak me tomé otro Ensure, y rellené mi pañuelo con hielo. Ya estaba caliente y ahora venía la trepada descomunal de regreso a Bull Wheel. También aproveché una estación de frío para refrescarme, mojarme por completo, y aprovechar los rociadores que enfríaban el lugar.

En la trepada me alcanzó Julián nuevamente, y me dejó atrás. Otra joven me pasó también. A ambos me los alcancé luego. Yo trepé sin prisa, pero sin pausa y pasé a varios otros que iban por delante cuando pararon a descansar. Creo que solamente la subida a Mount Mitchel en Hellbender tiene mayor inclinación sostenida que Diamond Peak. En Ultra Tour Monte Rosa hubo trepadas más pendientes, incluso con soga puesta para la trepada, pero no mantenían la pendiente por tanto tiempo. Eventualmente, cuatro kilómetros después, regresé a Bull Wheel. Rellené mi botella de mano y salí de regreso a Tunnel Creek.

En Tunnel Creek comí todo lo salado que encontré. La verdad es que todas las estaciones grandes estaban muy bien apertrechadas. Como se repiten varias veces es sencillo ofrecer bastante en estos puntos. Hice los 72 kilómetros hasta aquí en poquito menos de 14 horas. Había puesto una linterna de cabeza aquí por si llegaba de noche, o por si la iba a necesitar en el trayecto. Pensé que podía llegar todavía con luz a Hobart, pero igual me llevé la linterna. Eran las 7pm y la penumbra empezaba a las 8pm. Este tramo de regreso un leve pendiente subiendo hasta llegar a la vista de Marlette Lake y luego de una travesía por llanuras iniciaba un descenso corto a Hobart. Llegué a las 15:42 horas de haber salido de Carson y la tabla de pasos que había preparado me ponía aquí a las 15:45 horas. Estaba corriendo de acuerdo con mi plan y todo marchaba bien. Con el tiempo estas carreras se hacen más predecibles y ya tengo mi paso bastante bien medido.

Hobart #2 era la mitad de mi carrera. Aquí seguí con mi plan, otro Ensure, otra cerveza, papa con sal, jugo de pepino, rellenar botellas, botar basura, y seguir adelante. Antes de partir cambié la lámpara de cabeza que llevaba, una BD Icon 700, por una Petzl Iko Core que iba a probar por primera vez. Regresaría a Hobart en 11 kilómetros y tenía la opción de cambiar de vuelta a mi lámpara probada. Partí rumbo a Snow Valley #2.

La Petzl Iko es muy cómoda, liviana, fácil de usar, y viene con una batería recargable. Había comprado otra batería recargable porque sabía que no duraría la noche. Estaba usando la Iko en su intensidad media, la luz que emite a ese nivel es de 100 lumens y debe durar 8 horas. No es tan brillante como mi BD Icon 500 que ilumina con 500 lumens y me dura 20 horas con su pila de litio recargable. Estaba haciendo este compromiso porque la Icon 700 con pilas AA no me estaba dejando contento, como ya he explicado anteriormente. Llegué pronto a Snow Valley y di la vuelta casi sin parar. Ya para esta altura estaba cruzando muchos corredores de ida y de regreso. Los punteros de la carrera ya habían pasado por Hobart rumbo a la meta.

Pasé por Hobart #3, 91 kms, con calma. Pedí café (con un poquito de whisky), saqué mis cosas de frío (dejé los guantes, llevaba un gorro de lana, un Buff caliente para el cuello, un impermeable y una camisa manga larga), y seguí para la segunda vuelta por Diamond Peak. Hice algo nuevo: rellené la botella de mi cinturón de café. En el camino seguía cruzando gente que ya venían de regreso de su segunda vuelta rumbo a la meta. ¡Bárbaros! Me llevaban 42 kilómetros por delante, aproximadamente. La noche estaba fresca y yo estaba sudando.

Hice ajustes en mi vestuario por el calor que estaba generando mientras corría: el Buff que llevaba en la muñeca lo pasé a la cabeza, el gorro me lo quité y lo llevaba en la mano de la botella, y el Buff caliente del cuello lo puse en mi muñeca derecha. Con ese cambio quedé cómodo. Las mangas las subía y las bajaba dependiendo de cómo estaba la temperatura que variaba con el terreno. La botella de café estaba buenísima. Debí haber pensado en esto desde hace muchas carreras atrás. En realidad, no todas las carreras tienen tanto café cómo había en TRT 100. La próxima vez le añado azúcar al café para que me ayudé con la nutrición y así no tengo que chupar pastillas. 17 carreras completadas y hasta ahora no me llevaba café en una botella. Siempre hay algo nuevo que aprender.

Al llegar a Tunnel Creek pedí una sopa de fideos. Mientras la tomaba llegó un corredor y nos preguntó si una linterna de mano pertenecía a alguno de los que estaban ahí. ¡Era mía! Se le había abierto un hueco a mi correa y la había perdido. Encima, no prendía, estaba descargada. Dos errores cometidos: no revisé la linterna (que había cargado antes de viajar) y no reparé mi correa (sabía que estaba ya por ceder en la base de su bolsillo trasero). Cambié la batería de mi linterna porque así ya me duraría la noche y iba a tener luz para hacer esto cuando se agotara la batería que tenía. Rellené mi botella de café y la de la mano y seguí mi camino. Cuando pasé por Bull Wheel 3 ya llevaba más de 100k y estaba ahora descontando de dos dígitos. Todo marchaba bien.

En el descenso a la estación de Diamond Peak #2 encontré que la luz no era suficiente para percibir el desnivel del terreno y un par de veces pisé en falso y me lastimé la espalda inferior. Por suerte mi espalda está bastante fuerte ahora mismo porque anteriormente cualquiera de esos golpes me hubiera dejado mal. Los ejercicios que he hecho para la espalda me han dado resultado. La verdad que, en retrospectiva, debí haber usado la linterna en su nivel máximo en la bajada en cuanto pasó el primer desnivel falso.

Tenía batería para quemar, y batería de repuesto. Quedé descontento con la Iko por esto, porque no veía bien en la bajada y no se comparaba con los 500 o 700 lumens de la Black Diamond Icon. Pero nunca le subí la intensidad a la lámpara. Voy a tener esto en cuenta para mi próxima carrera: puedo variar la intensidad de la iluminación cuando el terreno lo requiere. Así es que queda pendiente otra prueba de la Petzl Iko Core a máxima intensidad. Iba pasando gente en la bajada, gente que ya venía caminando. Yo todavía seguía corriendo. No tenía sueño, pero ya estaba sintiendo algo de náusea. Sabía que pronto llegaría el sol para revivirme y solamente tenía que sobrevivir lo que quedaba de noche. Llegué a Diamond Peak #2 cerca de las 23:30 horas de carrera, justo como tenía planeado.

Hacía frío y me senté dentro del salón que tenía la enfermería. Cuando me atendieron pedí un café y mi bolsa de corredor. Saqué mi Ensure, recibí mi café, y, cuando me lo iba a tomar, me entraron las ganas de vomitar. Salí huyendo hacia afuera para no vomitar adentro. Quedé arqueando en el portal de madera que rodea el edificio que es la base de la montaña de Incline. No salía nada, solo baba, pero no paraba de arquear. A los pocos minutos disminuyó la intensidad de los arqueos y me senté en un escalón que había cerca. Una mujer me vino atender y me ofreció pastilas para la náusea. La tomé y me la pude tragar. Casi de una vez, nada que ver con la pastilla (no actúan tan rápido), me sentí mejor. Entré de regreso al edificio y me tomé mi café y el Ensure. Me tomé mi tiempo aquí. No partí hasta que saliera el sol.

Me quité todo lo de frío, dejé la lámpara en la bolsa de recambio, y me fui a terminar la carrera con el sol de la mañana. Pasé casi una hora en esta estación. Cuando salí me sentía en buena forma para atacar la trepada de Diamond Peak. Me fui determinado a terminar esta carrera. Solamente me faltaba un maratón, 42k, para cruzar la meta. Estaba seguro de que iba a terminar esta carrera. Tenía que romperme una pierna, o doblarme un tobillo, para que esto no pasara.

La subida de Diamond Peak me tomó la hora y llegué a Bull Wheel como 30 minutos atrás de lo que tenía planeado. La parada tan larga en Diamond Peak me había descuadrado el plan, pero ya todo lo que venía era prácticamente bajada. Me tomé algo de soda de jengibre y Coca-Cola en esta estación, rellené de agua mi botella (ya no les quedaba electrolito) y me fui contento, bien servido por esta estación de “solo agua”. De aquí en adelante iba a ir acelerando hasta llegar a la meta y dejar todo lo que tenía en el camino que quedaba.

Recogí mi gorra en Tunnel Creek #4. Me ofrecieron de todo lo que tenían ahí, pero yo ya iba por fuera. A esta altura en mis carreras solo me interesa terminar. Una vez que sale el sol quedo como nuevo, es increíble lo que hacen esos rayos estelares. Llené mi botella de electrolito y seguí mi camino. Me alcancé a Tony en la trepada hacia Hobart y estaba vomitando cuando lo pasé. Lo saludé y le pregunté cómo estaba. Me dijo que estaba bien, solo gajes del oficio. En el camino me iba alcanzando gente que estaba ya en la marcha a la meta. Yo estaba trepando con buen ritmo y corriendo cada vez que la pendiente me lo permitía. Pronto regresé a la vista de Marlette Lake. Al rato encontré un tren de corredores y los pasé a buen ritmo. Llegué a Hobart #5 bajando apurado. ¡Ya quería terminar esta carrera!

Me tomé mi último Ensure, unos analgésicos, unos gel shots de vodka y salí a acabar. En el camino a Waterfall me alcanzó Tony nuevamente. Ya se estaba poniendo caliente la temperatura y se me había acabado el agua. Aunque era mayormente bajada, este tramo me estaba resultando largo y con más trepada de la que esperaba. Se me estaba haciendo eterno el tramo y la compañía de Tony resultaba agradable. Quedamos hablando de boxeo. Curiosamente a los dos nos gustaba boxear cuando jóvenes. En un arroyo paré a refrescarme y rellenar mis botellas de agua. Tony hizo lo mismo, pero no rellenó su agua, el llevaba una vejiga. Cuando levanté la vista, ya lo había perdido. ¡Me había dejado atrás! Salí a la caza porque él estaba en mi categoría y no pensaba dejarlo terminar antes que yo. Ahora el camino era unos andenes largos que bajaban la montaña cómo una culebra inmensa. Eventualmente alcancé otros corredores que Tony se había pasado. El estaba bajando bien, es buen corredor. Cuando lo alcancé se hizo a un lado y me dejó pasar. Ya no lo volví a ver.

En Waterfall rellené mi pañuelo con hielo, me tomé una soda de jengibre, rellené mi botella del cinturón con más soda, y la de mano con electrolitos. Pasé bastante rápido por esta estación. Había recuperado el tiempo perdido y ganado 15 minutos adicionales al plan que tenía. ¡11 kilómetros para terminar! El calor era infernal y la soda del cinturón se fue en 15 minutos. Tenía que hacer durar la botella de mano 1 hora y 45 minutos. Esto parecía imposible con la temperatura del medio día y el sol que brillaba feroz en el cielo azul. La bajada la sentía cómo una subida, la pendiente leve bajaba serpenteando por la ladera de hierba sin un árbol que diera sombra. Al fondo ya se veía la universidad y la meta, pero el camino se me hacía interminable y me estaba recalentando. Fue necesario bajar el ritmo para mantenerme a una temperatura manejable. Veía que el camino se acercaba a un río, y luego se volvía a alejar. Sabía que eventualmente cruzaría ese arroyo y tenía que aguantar hasta llegar al agua para refrescarme y rellenar mis botellas. 38 grados centígrados marcaba el reloj.

Al llegar al agua me senté en la orilla, rellené mis botellas, y me tomé medio litro de agua mientras me mojaba todo. Me pasaron un par de corredores. Uno parecía de mi categoría, el otro era evidentemente joven. Seguí ya más fresco y ahora teníamos algo de sombra porque el camino iba al lado del río, entre árboles. Al rato volví a tener calor y me metí nuevamente al agua. Aquí me alcanzó un grupo de corredores. Unos se metieron al agua y otros siguieron de largo. Pronto los alcancé nuevamente cuando se metieron al agua más adelante. Ya todos estábamos en el mismo plan, manejar la temperatura corporal para llegar a la meta.

Cuando salimos a la calle y quedaban un par de kilómetros para terminar. No iba a hacer las 32 horas que había planeado, pero estaría cerca. Ya no me importaba el tiempo, iba a terminar y me darían mi hebilla #18. Finalmente llegué al estadio de beisbol, corrí alrededor hasta encontrar la entrada al diamante y la meta. ¡Terminé mi carrera en buena forma! Cuando crucé la meta me dieron un premio inesperado: 1er lugar en mi categoría de 60-69 años. Le había recortado 40 minutos a TRT 100 2015 y mejorado 60 posiciones. ¿Quién iba a pensarlo?

Categorías
Correr

Massanutten 100 Millas 2023

Este mayo 20 corrí con Chemi Mandarakas mi Massanutten #5 en un tiempo de 31 horas, 31 minuto. Ha sido mi mejor MMT 100 por más de dos horas. Lo sobresaliente del caso es que esta corrida ha sido una semana después de correr Hellbender 100 Millas. Originalmente no planeaba hacer una corrida seguida de la otra, pero se dio la oportunidad de hacer Hellbender después que me había registrado en Massanutten y la tomé. Chemi se anotó a correr ambas y se armó el plan por serendipia.

Cuando terminé Hellbender quedé algo cansado muscularmente, más que en El Reto del Indio. Mis pies fueron los que peor quedaron por el agua que nos cayó toda la noche durante la corrida. Por suerte todo se recuperó a un punto aceptable antes de que empezara Massanutten. En todo caso, lo que venía era una experiencia nueva para ambos porque ninguno de nosotros había hecho dos ultras seguidas. Ya yo había corrido dos ultras con dos semanas de separación y me fue bien en la segunda, pero 7 días entre medio era algo nuevo.

Por suerte Chemi estaba dispuesto a que corriéramos juntos la carrera. Quedamos en que, si nos separábamos, nos encontrábamos en Habron Gap para comenzar juntos esa trepada que sería ya el inicio de la noche, justo pasada la mitad de la carrera. Yo fui el primero en separarme. Cuando entramos al sendero después de Moreland Gap me pasé a Chemi y a una mujer que estaba corriendo a un ritmo ligeramente inferior al que me convenía. Así me fui pasando otros corredores y llegué a Edinburg Gap unos minutos antes. De esa estación partimos juntos.

La vista del Río Shenandoah justo antes de Woodstock Tower

En el camino a Woodstock Tower, la próxima estación, me tocó ir al monte por la #2. En el breve lapso que estuve parado me pasaron más de una docena de personas. Cuando llegué a la estación, Chemi me había sacado más de 15 minutos. Partimos juntos una vez más, pero ahora estábamos bastante atrás en la fila de gente corriendo esta carrera. Ya llevábamos 32 kilómetros recorridos y los dos nos sentíamos bastante bien. Ambos estábamos sorprendidos de que no hubiesen secuelas de Hellbender en nuestro cuerpo. Chemi se había estado quejando de una banda apretada en la pierna derecha pero a esta altura no había molestia alguna.

Yo me había puesto cinta adhesiva kinesio en los piés para evitar que se me ampollaran nuevamente. Por ahora la cinta, que nunca había usado antes, estaba funcionando muy bien. Había comprado duct tape para este propósito pero leyendo Fixing Your Feet de John Vonhof (el libro) encontré que ahora recomendaban kinesiology tape (antes se usaba duct tape porque no había esta nueva cinta adhesiva). Iba a salir a buscar esa cinta adhesiva y le comenté esto a Chemi y me dijo que tenía en su maleta. Bingo! La cinta esta es de tela, es más flexible que el duct tape, y la goma es distinta. Esto lo hice la tarde antes de MMT.

Llegué a Powell’s Fort un poco antes que Chemi porque me había pasado unas personas en la bajada a esta estación. Chemi también tuvo que parar por la #2. Por la #1 Chemi paraba a cada rato, por suerte. Esas pequeñas paradas me permitían avanzar algo y luego Chemi me volvía a alcanzar. Comparando Hellbender versus Massanutten, Massanutten estaba ganando en la calidad de sus senderos, y sus estaciones estaban mejor aprovisionadas, con más voluntarios. Massanutten tiene 27 años y Hellbender 4 años, ambas apoyadas por clubes sin fines de lucro, pero Virginia Happy Trails, los que apoyan MMT, es un grupo muy grande con más de 900 miembros.

Las primeras estaciones, hasta Elizabeth Furnace, tenían unos tiempos de corte algo apretados. Era necesario promediar 5 kilómetros por hora para pasar los cortes. Estábamos corriendo a paso de 26 horas y habíamos logrado acumular un buen colchón contra los cortes. Cuando llegamos a Elizabeth Furnace, el primer tercio de la carrera (53.6 kms), teníamos 9:56 corriendo y el corte era a las 11:40 horas de carrera. Estábamos muy bien por ese lado. Todo estaba marchando bien en esta carrera y seguíamos sorprendidos de esto. Ningún músculo, ni tendones, estaba molestando. Yo había arrancado la carrera con dos ibuprofeno, por si acaso. Chemi llevaba un frasco completo de ibuprofeno en su mochila y parecía que llevara una maraca que sonaba al ritmo de sus pasos.

Llegué a Elizabeth Furnace con unas ganas de una hamburguesa y esta vez no había. Tenían pasteles de toda clase, pero nada en la barbacoa. Chemi se cambió de zapatillas aquí y se puso unas Altra que había comprado recientemente. Yo no tenía zapatillas extra y solo tenía unas medias para cambiarme después de Gap Creek. Hasta Gap Creek es difícil mantener los pies secos. Hasta ahora no nos habíamos mojado porque el terreno estaba todo seco, no había llovido mucho recientemente. Ya se estaba calentado el ambiente y había una lluvia proyectada para la tarde que nos iba a caer muy bien.

A esta altura de la carrera ya nos habíamos espaciado todos en el sendero. No había interactuado mucho con los corredores porque conversaba con Chemi, principalmente. A los que nos alcanzáramos, los pasábamos. Veníamos de menos a más recogiendo gente. Ibamos sin prisa pero sin pausa. En las estaciones nos habíamos tomado el tiempo justo. El sendero de la carrera me impresionaba cada vez más por lo agradable que lo estaba encontrando. Se me había olvidado lo espectacular que es esta carrera que no corría desde el 2019. Casi que podía asumir ya que iba a conseguir mi quinta hebilla de Massanutten. Pero no hay que cantar «victoria» antes de tiempo.

Llegué a Veach Gap un poco después de Chemi. Me dijeron que se había ido 10 minutos antes. Evidentemente prendió el turbo en algún momento cuando paré a orinar. En Indian Grave me senté con calma a limpiar mis pies que ya habían acumulado algo de tierra y piedras en las zapatillas. No usé mis gaiters por no hacer a tiempo el trabajo de pegar los adhesivos a mis zapatillas (y los había traído). El dedo gordo del pie izquierdo me daba la impresión de tener piedritas abajo, pero no encontré ninguna. Creo que es la plantilla nueva que están usando las Hoka Speedgoat 5.

La sección que venía era una de calle y luego una trepada larga y corrida por el espinazo de la montaña. Me iba a tocar solo esa sección. Es una de mis favoritas. Caí en cuenta en este momento que algunas proyecciones me podían fallar porque este año la carrera había arrancado una hora más tarde que las anteriores y ciertos tiempos que había usado iban a estar equivocados por una hora. Esto me preocupó porque cabía la posibilidad de quedarme sin luz antes de llegar a Habron Gap donde tenía todo para la larga noche que venía.

Llegué a Habron Gap a las 7pm, justo el tiempo que había proyectado equivocadamente. Iba una hora más rápido a este punto de la carrera versus mi cuatro carreras anteriores. Chemi me estaba esperando ya listo para seguir. Me coloqué un duct tape en la pierna izquierda porque me estaba sollando. La ropa interior que tenía no era suficientemente larga para protegerme del tiro del pantalón que estaba usando y que estaba mojado por la lluvia de la tarde. Por suerte ya había dejado de llover.

Recogí los implementos para la noche y el frío y partimos para Camp Roosevelt. Venía un tramo largo que incluía la trepada más grande de la carrera. Luego de Hellbender las trepadas de esta carrera eran poca cosa (aunque no lo eran en realidad). Llegando a la próxima estación estaba ansiando un café. Encontramos Camp Roosevelt menos provisionado de lo esperado (no tenían café y la sopa estaba escasa).

En la trepada a Gap Creek nos pasó Keith Knipling sin camisa. Yo tenía un par de capas encima y este iba como oso polar contento con la temperatura. Nos sorprendió que hubiese estado atrás de nosotros porque Keith es la persona que más veces ha completado esta carrera y varias de esas veces han sido bajo las 24 horas. Chemi había escuchado a Keith decir que tenía un hijo recién nacido y no había podido entrenar suficiente, otro mortal con los problemas comunes de la plebe.

Gap Creek estaba seco, le había estado diciendo a Chemi que íbamos a correr por un río cuando llegáramos a esta sección y no había casi agua. Esta trepada me estaba costando, me parece que ya me estaba quedando sin energías. Cuando la pendiente se puso empinada, me fui sintiendo mejor. Al llegar a la estación de Gap Creek vi que habían hecho un puente nuevo y ya no había que mojarse para cruzar la quebrada que estaba justo antes de la estación. ¡Qué bueno! En Gap Creek nos tomas nuestro tiempo y nos pusimos frente al fuego a tomar café y sopa.

Ahora venía la sección de Kern’s Mountain y la noche larga, la parte álgida de esta carrera. Una trepada larga nos llevaba al espinazo de esta montaña y luego teníamos que correr 8 kilómetros de piedras antes de bajar a Visitor Center. Teníamos 5 horas y media contra el corte y 112 kilómetros corridos en 20 horas, 11 minutos. Podíamos darnos el lujo de tomarnos nuestro dulce tiempo en la montaña y llegar a la próxima estación con calma. La noche se nos hizo corta y de repente ya estábamos en Visitor Center.

En Visitor Center decidimos dejar todo lo de frío y echarnos un sueñito de 20 minutos. Cuando despertamos ya se veía el alba llegando y también decidí dejar mi luz. Chemi siguió con la suya pero su lámpara es mucho más liviana que la mía. Quiero comprarme una Petzl como la de Chemi. De Visitor Center a la meta ya nos quedaban dos trepadas y solamente 36 kilómetros. Comenzamos a trepar con calma y pronto estábamos arriba de la montaña en una piedra con una vista espectacular.

Ya estaba la meta casi al alcance nuestro. Habíamos sobrevivido la noche que se nos hizo corta. Ahora el día estaba fabuloso, fresco, y con cielo azul muy agradable. Pronto llegamos a Bird Knob, una estación muy pequeña arriba de la montaña. Nos tomamos una Coca-Cola y seguimos. Habían unos cuantos corredores descansando aquí. Uno de ellos se levantó con su pacer y procedieron en cuanto llegamos. Yo me lo alcancé en poco tiempo. Ya Chemi tenía adoloridos los pies, las zapatillas Altra no le estaban resultando cómodas.

Cuando llegamos a Picnic Center Chemi decidió cambiarse de regreso a unas Hoka que tenía en su bolsa de recambio. Yo me tomé una cerveza que estaba fuera de este mundo. Habíamos corrido 141 kilómetros en 27:44 y solamente nos quedaban 20 para llegar a la meta con un corte de 36 horas. Hasta gateando podíamos terminar esta carrera. Ahora sí estábamos casi saboreando el triunfo de cruzar la meta de Massanutten 100, pero nos quedaba la última gran trepada por delante. Partimos a por ella.

Todo el tiempo veníamos pensando en cuanto haríamos al final, que si 34 horas, 32 horas, o nos tomaríamos las 36 al final. Ahora parecía que 32 horas era lo más probable. Mi gps me indicaba menos distancia de lo que los organizadores de la carrera tenían en sus tablas de distancia. Ya estaba comenzando a sospechar que me habían vendido 161 kilómetros de carrera y solo me iban a entregar 158, otro robo.

La trepada fue cayendo poco a poco. Nos fuimos alcanzando y pasando a varios en el camino. Muchos de los que nos pasábamos ya venían en su caminata de zombie. Nosotros nos sentíamos bien y teníamos un buen nivel de energía. A esta altura en Hellbender ya yo venía en los vapores. Esta vez tenía la reserva completa y no había tenido que raspar el concolón todavía. ¡Increible! Uno puede mucho más de lo que se imagina. Ambos estábamos asombrados de lo bien que nos sentíamos. Ya los pies de Chemi dejaron de doler cuando cambió a Hoka.

Llegamos a Gap Creek II, la última estación. Nos quitamos todo de encima y solo quedamos con una botella de mano. Chemi ni botella tenía para los últimos 6 kms a la meta. Cuando vimos el reloj le dije a Chemi: «si corremos lo que falta llegamos abajo de las 32 horas». ¡Vamos! Hicimos esos últimos 6 en 42 minutos y cruzamos la meta en 31:31:48. Logramos nuestra meta y corrimos dos cien millas «back to back». ¿Quién lo iba a decir?

Con esta carrera conseguí mi hebilla #17 y Chemi su #8.

Categorías
Correr

Hellbender 100 millas

El viernes 12 de mayo corrimos Hellbender 100 millas. De Panamá fuimos Mónica Costarangos, Cristi Mata, Iñaki Lasa, Jose Orillac, Chemi Mandarakas, Andrés Muñoz y yo. ¡Todos terminamos! Encontré la carrera más dura de lo que anticipé, tenía más elevación de lo anunciada, mayor distancia, y unas secciones que han sido lo más duro que he encontrado en una carrera de 100 millas. Y, para echar sal a la herida, me perdí un giro llegando a la meta y terminé corriendo unos 6 kilómetros adicionales.

Manejé desde Washington, DC, directo a la partida. Dormí en el auto porque me tocó un Suburban que me dieron en reemplazo del auto compacto que había alquilado. Tal vez hubiese dormido mejor si colgaba mi hamaca, pero quise probar el auto como cama. En la madrugada me desperté una hora antes de la partida y llegué en los últimos minutos antes que arrancara. El resto del grupo había llegado hacía rato.

La carrera partía con una buena trepada. Pronto se forma la línea de conga en un sendero que nos llevó hasta una calle que seguía trepando y permitió que ya cada quien marcara su propio ritmo sin tener que estar pidiendo permiso para pasar. Yo quedé bien acomodado desde el inicio, y quedé atrás de mi grupo también porque ellos partieron con apuro desde el inicio. Al finalizar la trepada me encontré con Andrés y Chemi. Correría con ellos casi hasta el final.

La primera trepada no fue tan larga como otras que venían más adelante. La bajada a la estación fue algo superior porque el sendero tenían una pendiente cercana al 10% y estaba nítido, apto para correr libremente, de los mejores senderos que he visto. Las primeras estaciones eran muy básicas porque estábamos remotos dentro del bosque. Esta estación era muy básica, agua, electrolitos y geles.

Cuando llegué arriba de la primera gran trepada me encontré al Chivo y a Wes. El resto del equipo parece que nos sacó una buena ventaja desde un principio. Esta trepada tenía 983 metros de ganancia, una de cinco trepadas grandes. Ibamos muy por delante de nuestra predicción, estábamos cerca del paso para 28 horas, principalmente porque el terreno permitía correr. Este tiempo iba a ser un buen colchón para cuando las cosas se pusieran duras más adelante.

Mi memoria de esta carrera está toda borrosa, curiosamente. Generalmente tengo recuerdo vívidos de la carrera pero estaba vez todo se me ha vuelto como indeterminado. Creo que no dormí bien antes, durante y después de la carrera. Sin querer me dormí en un sillón cuando terminé y desperté cuando regresaron el resto de los corredores de una barbacoa con los Orillac, Moses, Rettally.

Hellbender (es una salamandra, la más grande de los EEUU) estaba dura. Tenía más elevación y más distancia de lo que habían dicho. Nada malo ahí, prefiero pagar por menos y recibir de más. Pero, también estaba algo más técnico de lo anticipado. Particularmente, la bajada de Mount Mitchell estaba ruda. Varios habíamos pensado que íbamos a poder recuperar tiempo en las bajadas. Este no fue el caso. La pendiente era elevada, el camino era una bajada de piedra, y hasta soga había en unas secciones.

Ya bajando, la penúltima bajada, me encontré en un sendero que atravesaba matorrales (otro pedreguero). De repente caí en cuenta que estaba soñando, despierto. No tenía sentido lo que estaba pensando. Paré para aclarar mi cabeza y no tenía idea dónde estaba. Hice un recuento y recordé que estaba en una carrera, que estaba tratando de terminar la carrera, y que estaba en Carolina del Norte. Logré re-conectar con la realidad y seguí avanzando a un ritmo mejorado.

Nunca me recuperé del todo de la deprivación del sueño y me pasé toda la tarde teniendo alucinaciones visuales leves, especialmente osos al borde del camino. Habían unos troncos quemados, negros, por todos lados y yo veía osos. Otras alucinaciones de este tipo se daban, veía niños y gente que se escondían cuando me estaba acercando. Todas eran plantas al borde de la calle.

Lo peor del final de la carrera fue que al final, bastante cerca de la meta, me perdí. Me pasé un giro que me sacaba de la calle y nos llevaba directo a la meta. Un cristiano me salió al frente (venía en dirección contraria) y me dijo que iba mal. Cuento corto, me enseñó un atajo, y me volví a perder. Unos samaritanos en bicicleta me rescataron y terminé mi carrera un par de hora más tarde.

Chapa y Chemi, que me acompañaron casi toda la carrera, terminaron antes que yo porque los había dejado atrás en una de las trepadas. Sin su compañía no hubiese llegado a la meta. Las mochilas me lastiman la espalda. La alimentación la he arreglado con Ensure. Como nos llovió toda la noche, los pies se me maceraron. Las estaciones de apoyo estaban tres con dos.

Nuestro personal de apoyo, Rets, Suzanne, Adela, y Emanuel, hicieron toda la diferencia en las transiciones. Tal vez nos demoramos un poco más de lo debido cuando nos atendían, pero, al final, salíamos contentos y repletos de energía de cada una de esas transiciones.

Terminé cansado pero contento.
Categorías
Correr

Notas Sobre Equipo Usado

En El Reto del Indio 2023 me fue bastante bien, en general. Cometí errores de novato que no resultaron en ninguna tragedia durante la carrera. La ropa que usé estaba bien, pero no era la ideal. Me fui sin medias por los primeros 80 kilómetros (llevaba las medias en la mochila). Usé mi lámpara con baterías de litio recargables (sin llevar pilas extras) sin haber comprobado cuánto durarían a toda potencia. Al final resolví todos los problemas y no hubo drama.

MochilaSalomon ADV Skin 12 talla LTengo esta mochila desde el 2019 y la había usado para Ultra Trail Monte Rosa solamente.
LinternaBlack Diamond Icon 700Ya había usado esta lámpara con un battery pack de litio y fue un desastre. Esta vez usé pilas de litio recargables.
Linterna de manoFenix PD36R1600 lumens en máxima potencia.
Linterna de respaldoFenix RC05300 lumens en máxima potencia.
Botella de manoCamelbak Podium Grip Chill21 onzas
Bidones de agua2 de 500mlEstos vienen con la mochila.
Botella extrabotella de 500mlEsta la llevé con agua hasta que ya estaba confiado que no la necesitaría. La dejé en El Valle.
Pañuelo para hieloEsencial para el calorEn cuanto salió el sol lo rellené de hielo y me mantuvo fresco toda la carrera.
ZapatillasHoka SpeedGoat 5Las únicas zapatillas de trillo que uso.
PañueloBuffSiempre a la mano.

La mochila Salomon es muy buena. Prefiero correr con mi correa pero quería estar seguro de cargar todo lo necesario para superar todos los inconvenientes que salieran en el camino. La mochila cumplió su propósito pero me laceró la cintura cuando me quite la camisa en la noche por el calor. Nota: la próxima vez que la use me pongo cinta adhesiva Kinesio para evitar que me pase nuevamente. Usé una talla L y voy a probar con una talla M para la próxima (compré una de segunda con poco uso).

La linterna BD Icon 700 es excelente. Tenían un problema con una batería de litio que vendían que no era compatible con el diseño nuevo Tengo dos de estas linternas nuevas y una Icon 500 más vieja que sí funciona con la batería de litio. Las baterías recargable de litio fueron las que no me duraron la noche. Necesito llevar dos juegos de baterías de litio. En esta carrera no fue problema cuando se me apagó la lámpara de cabeza porque llevaba una linterna de mano especial para si pasaba esto.

Llevé suficientes botellas para nunca pasar sed en El Reto del Indio. Tal vez cargué algo de peso de más, pero no fue gran cosa. Vaciaba la botella que llevaba en la mochila cuando sabía que no la iba a necesitar por la distancia a la próxima estación. El año pasado llevaba poco más de un litro y me quedé sin agua varias veces. Siempre resolví pero a costo del tiempo.

Las zapatillas Hoka SpeedGoat 5 están buenas, como siempre. Desde que cambié a las SpeedGoat los piés no me han vuelto a doler en una carrera. Esta vez me fui sin medias para ver cuánto duraba. A los 80 kilómetros ya estaba comenzando una molestia en el arco del pie derecho. Me puse medias y arreglé el problema antes que empeorara. En El Valle me limpié los piés y les puse duct tape a los arcos para prevenir problemas. Funcionó perfecto la profilaxis.

Llevé comida de más en mi mochila. No fue un problema cargar el peso extra. Tomé acetaminofén e ibuprofeno en el camino cuando sentí que me estaban comenzando a doler las rodillas. También tomé famotidina para prevenir acidez por la tanda de porquerías que estaba comiendo. Los dolores y la acidez se mantuvieron a raya con las dosis preventivas de analgésicos y bloqueador gástrico.

En El Valle tenía otra linterna Black Diamond Icon 700 con más baterías de litio recargables. Ahí recogí baterías alcalinas extra para la segunda noche. Me tocó usarlas cuando se volvieron a quedar sin carga las de litio. Tal vez usé mi Icon 500 con su battery pack de litio hasta que se dañe porque esa combinación dura toda la noche a tope. Para Hellbender es obligatorio llevar una luz roja para atrás y el battery pack ya la tiene integrada.

El pañuelo para el hielo es uno que hice para Western States. Es indispensable para carreras calientes. El Reto del Indio tenía bastante hielo en las estaciones así es que el pañuelo hizo su trabajo con aplomo. Mi pañuelo tiene

La ropa que usé no fue la apropiada. El pantalón corto que me llevé absorbía mucha agua cuando sudé. Durante el día se secó con el sol, pero en la noche si estaba algo pesado. Nada problemático, pero regreso a mi pantalón corto Kuhl Renegade que tiene mejor tela, menos absorbente. La camisa que usé es una camisa de bicicleta de tela de nylon. Estaba bien, pero la sentí algo caliente. Tendría que probar con mi camisa de lana en El Reto del Indio para ver cual es mejor. Pensé que la de lana sería algo caliente. Puedo probar alguna de las otras camisas de poliéster que tengo para ver cuál resulta mejor en el calor húmedo de Panamá.

Categorías
Correr

El Reto del Indio 2023

Finalmente terminé un Reto del Indio, después de dos intentos anteriores. En el 2021 iba de barredor y me quedé cuando llegué a El Valle. El 2022 se comenzó el sábado en la mañana y encontré que estaba muy caliente el día para correr esa carrera. Este año todo estaba como quería, incluyendo mi preparación física. Las cosas fluyeron sin preocupaciones y todo, casi todo, salió tal cual me hubiese gustado. Con esta carrera he completado 15 ultramaratones de 100 millas y más.

Llegué a la partida con mi cuate Robert Souter que también iba a correr los 160k, Robie por primera vez y yo buscando terminar mi número 15. El clima estaba sabroso, todavía soplaba la brisa de verano y la temperatura estaba agradable. Este año fui recatado y me tomé unas Heineken Cero al llegar a la partida en lugar de las Balboas que me había tomado anteriormente. En el camino había tomado Malta Vigor para manterme hidratado y alimentado, acompañado con papitas Lays para tener una dosis saludable de carbohidratos y grasa. Ya Eladio Quintero estaba en la partida alistándose. Poco a poco fueron llegando los demás participantes, algunos en su auto y la mayoría en el bus que salía de Pro Health Shop.

El año anterior estaba preocupado en la partida porque el corte de 34 horas, y los cortes intermedios, estaban apretados para mi. Esta vez, con 38 horas, me sentía muy cómodo y confiado de poder terminar sin apuro esta carrera. Mi promedio para terminar la distancia esta es 32 horas, tenía seis horas de colchón. En contra de mi usanza esta vez venía con mi mochila Salomon Adv Skin 12, que, aunque buena, no me gusta más que mi simple correa y botella de mano. También traía mi botella de mano. En total llevaba las 20oz de mi botella de mano, dos botellas suaves de 500ml, y otra botella dura de 500ml. Estaba siendo precavido para no quedarme sin agua.

En la partida tenía dos lámparas Black Diamond Icon, una 500 con battery pack de litio y otra 700 con 4 baterías de litio. Decidí dejar la más vieja, la de 500 y llevarme solamente la 700. Tenía otra 700 esperándome en El Valle para la segunda noche. Además llevaba una linterna de mano pequeña, y, por si acaso, una linterna de mano poderosa. Podía haber dejado la linterna de mano potente y llevarme la 500 en su lugar. Normalmente correría solo con la 500 y la linterna de mano pequeña. Llevaba respaldo para el respaldo, por si acaso.

También estaba cargado de comida. Normalmente llevaría menos de la mitad de lo que llevaba, pero como las estaciones habían sido tan parcas el año pasado decidí ir bien preparado para no necesitar nada de las estaciones, tal vez solo unas pintas, y las Coca-Colas que sabía que iban a tener. También llevaba casi una docena de electrolitos Lmnt para complementar el Tail Wind que nos iban a dar porque no tolero 38 horas seguidas de esa bebida. En mis bolsas de recambio había más geles, comida y Lmnt para reponer lo que comiera en el camino. Nada de ropa extra, ni zapatillas. Casi que iba a la maldita sea…

Mi plan para esta carrera era extremadamente simple: correr lo más cerca de 10 minutos por kilómetro y contar con que eso podría promediar 32 horas con las paradas en las estaciones. No iba a invertir nada de energía extra en apurarme, llegar era el objetivo, nada más. Detrás de esto también estaba el deseo de terminar ileso para seguir corriendo como si nada hubiese hecho para prepararme para mis dos siguiente carreras: Hellbender y Massanutten en mayo. Solo un acto de fuerza mayor iba a evitar que llegara al Océano Pacífico una vez que sonara la partida de esta carrera, iba a ir sin prisa pero sin pausa.

En cuanto sonó la campana de partida quedé de último. El año pasado salí rápido para gozar de la compañía de los punteros por un rato. Más tarde pagué por ese esfuerzo. Este año iba a iniciar mi carrera muy recatado. A medida que veía el grupo de corredores alejarse pensaba en las horas que iba a pasar solo corriendo y ya comenzaba a sentir pereza, pero era lo que tocaba. Y encima corriendo de noche. Por suerte soy mi mejor amigo y no me iba a aburrir. Partimos a las 6pm puntuales y el sol se ocultaría unos 45 minutos después.

Cuando llegué a la primera estación en el kilómetro 14 vi corredores saliendo a trepar la loma que está justo después. Llegué a la estación en dos horas y sencillo, promediaba 7 kilómetros por hora. Un poco más rápido que mi plan, pero no estaba haciendo mucho esfuerzo para llevar ese paso. Rellené mis botellas con TailWind, me tomé una coca, recogí unos geles y seguí mi camino. Al poco rato me encontré al primer corredor y lo pasé. Pronto me pasaría otro más. Ninguno de estos iba a terminar, ya se veía que venían cansados.

Al rato me alcancé otro grupo en el que estaba Ana, Ana Lía, Rogelio y Robie. Estaban confusos porque el gps les marcaba fuera de ruta. No había otra ruta (si la hay, paralela y muy cerca) a menos que hubieses cargado el trayecto del año pasado. Me preguntaron cual era el apuro. Yo no llevaba apuro, ellos habían bajado su paso. Robie subió un poco su marcha y continuamos juntos el camino. Ana Lía, Tigre, Rogelio, Fernando y Ana nos alcanzaron al ratito. Parece que aceleraron para no quedarse atrás. Cuando me alcancé a Eladio me dijo que venía con calambres y que se tenía que tomar una pastilla.

Cuando llegamos a la estación #2, 23 kilómetros recorridos, me encontré con Lee y Karmel, dos gringas que habían venido a correr la carrera. No pensé encontrarlas hasta la meta, pero parece que Lee venía algo tropezada de su última 100 millas en enero, Orcas 100m. Mi promedio seguía cerca de 7 kms/hora. Me tomé otra coca, me comí unas sandías y seguí mi camino. Robie me alcanzó poco después y seguimos juntos. En La Encantadita me dijeron que unas mujeres habían seguido recto, eran Lee y Karmel, lástima. La carrera prácticamente no tenía marcas hasta el momento (si había una marca por kilómetro habían muchas).

Cuando Robie y yo llegamos al giro para ir a la estación de Lago Gatún vimos a Dora Lajos ya terminando esa entrada y salida (Dora se ganó la categoría femenina de El Reto del Indio). Vimos un montón de gente que ya venían regresando de Ciricito. En ese grupo venían Andrea y Raquel (que también quedarían en el podio de las mujeres), Pupi y Christian, y Sofi Ucar. La estación de Gatún estaba muy bien surtida. Me tomé una sopa, sodas, café, y me puse cinta adhesiva alrededor de la cintura porque me había pelado la mochila por haber corrido sin camisa un rato cuando me dio calor. Alberto Alemán me alcanzó en esta estación y fue muy divertido escuchar sus comentarios de cómo la estaba pasando. Habíamos corrido juntos un rato al salir de la estación #2.

Cuando salimos de la calle para volver al trillo me alcanzaron Rogelio Bennett (mi sobrino) y Fernando Martin. A esta altura se apagó mi lámpara de cabeza. Calculo que duró 6 horas. Por suerte llevaba tres linternas, una pequeña de mano, una mediana de mano, y mi linterna de cabeza. Corrí el resto de la noche con la Fenix PD36 y me fue muy bien. Nunca había corrido solamente con una linterna de mano. No llevaba baterías de repuesto para mi linterna de cabeza pensando que las recargables de litio de 3,500ma me durarían la noche. Obviamente me equivoqué, pero no fue un gran problema.

La siguiente estación, El Corral, estaba supuesta a estar en el kilómetro 43. Pasé ese punto y me pareció una eternidad llegar a la estación que quedó colocada en kilómetro 45. Sabía que Juan Pablo Zelayandía estaría en esa estación y contaba con poder hidratarme con una cerveza. Cuando me pareció ver las luces de la estación grité «On on!» y me respondieron. Que alegría encontrar con amigos en la estación y tomarme una pinta fría a esa hora, en ese momento. Eso no tiene precio. Llevaba 8 horas exactas y 45kms recorridos, iba bien porque estaba arriba de los 5kms/hora que necesitaba para llegar en 32 horas al Pacífico.

Cuando salí de «El Corral» solo me faltaban 10 kilómetros para terminar mi primer tercio de carrera. A esta altura había superado dos percances: las laceraciones de la mochila que me incomodaban y las baterías de mi linterna de cabeza que se habían agotado. Ya llevaba un buen rato corriendo solo cuando me alcanzaron Rogelio y Fernando. No duró mucho la felicidad porque pronto me dejaron atrás y llegaron unos tres minutos antes que yo a Tres Hermanas.

En Tres Hermanas estaba el Hash dando apoyo a los corredores. Aquí me alcancé a Sofi que se veía muy bien y lista para partir hacia El Valle. Andrés y Chencho me atendieron muy bien. Tomé café, coca, sancocho, huevo duro, y algo más. Todo me bajó sin problema. Cuando fui a tomarme unas acetaminofén me entró revulsión y vomité todo lo que me había comido. ¡Qué cagada perder todo ese tiempo alimentándome! Bueno, ni modo. Le acepté a Chencho la Balboa que me había ofrecido en cuanto llegué y partí de la estación con una cerveza en la mano. Algunas calorías me aportó el preciado líquido. Había llegado en menos de 10 horas a Tres Hermanas, cerca de las 4am.

Partí a la trepada a El Valle en buenos ánimos. Si bien había perdido casi todo lo que había comido, iba en buena forma y pronto saldría el sol para reavivarme. Es increíble lo que hace un poquito de luz solar, es algo mágico sentir el inicio de un nuevo día escuchando a los moradores del bosque despertando. Había visto armadillos, un conejo, y ahora me tocó ver los dos tucanes: el de pico de colores y el de pico amarillo y chocolate. Por suerte me había preparado física y mentalmente para enfrentar todas las lomas que venían en esta sección porque habían unas verdaderas paredes que trepar antes de llegar a Las Claras Abajo.

En Las Claras Abajo me encontré con Carlota, Boris y Mel manejando la estación. Era una estación menor así es que pasé por ahí lo más rápido posible. Me tomé una soda, comí sandía y partí. Ya mi promedio estaba en 5 kilómetros por hora. El colchón que había mantenido hasta Tres Hermanas lo perdí en lo 10 kilómetros que habían hasta Las Claras Abajo. Y todavía faltaba trepar bastante.

Llegando a Las Claras Arriba me topé con Nando Ateho, de Centro América, tirado en el río como crucificado a un árbol caído en medio de la corriente. Estaba mal y paré para ver cómo podía ayudar. Le ofrecí pastillas de sal pero tenía. Le ofrecí LMNT y se lo tomó de una vez y me preguntó si tenía más y le pasé otro sobre que se tomó inmediatamente. Aún así no estaba dispuesto a pararse y seguir su carrera. Cuando llegué al Harino les avisé que había un corredor en mal estado y que estuvieran pendientes de él. Nando no terminaría su carrera pero logró llegar hasta El Valle.

La estación de La Alarma estaba justo después de pasar la quebrada Jordanal. Me atendieron super bien en esta estación y, para mi sorpresa, cuando me preguntaron ¿qué necesitaba? y pedí una cerveza, tenían. También me rellenaron mi pañuelo con hielo. Ya Iñaki Jr. me había dado hielo cuando nos encontramos cerca de la quebrada Arenilla. Ya a estas alturas el calor estaba intenso. Después de Jordanal una señora me ofreció agua de pipa en «La Gira», el nombre de su finca. Estaba sabrosa esa pipa.

En Río Indio Nacimiento me alcancé a varios que estaban por salir ya para El Valle. Entre ellos estaba «JC» de Guatemala que se estaba quejando amargamente de lo duro de la ruta. Dice que en Guatemala los volcanes no son tan empinados como las pendientes que le tocó trepara en esta ruta. Antes que saliera, y para que no se desanimara, le dije que todavía le tocaba una buena trepada pero que solo eran 2.5 kilómetros y terminaba el sufrimiento porque todo lo que venía era bajada hasta el mar.

Pochi Calvo nos atendió super en Río Indio Nacimiento. Lo primero que dijo cuando me vio fue «no tenemos cerveza aquí». Bueno, ni modo, era una estación pequeña. Thelma Camargo me alcanzó aquí. Antes que se me olvide, me habían pasado Isa Nellos, Mónica Costarangos, y Gio Cianca poco antes de llegar a esta estación. Venían frescas y estaban entre el primer y segundo lugar masculino de los 105kms. ¡Increíble!

En la trepada a la mesa me alcancé a «JC» y a Tigre. Tigre se me unió y bajamos a cuero por Los Berrales hacia El Valle. Antes de iniciar la bajada nos encontramos a Dayan Quiel que ya venía lastimado, creo que le dolían los tendones de las piernas. Unos muchachos de 105 nos pasaron en la puerta de la finca de los Pérez Balladares y se iban a pasar la bajada a la derecha cuando los llamamos. Los dejamos que nos pasaran porque iban más rápido que nosotros, pero luego los volvimos a pasar cuando tocamos la parte corrible de Los Berrales. Llegamos a El Valle 21:25. Mi promedio había bajado a 4.75 kilómetros por hora, pero ya podía decir que estaba listo este Reto del Indio. Solo una caída muy fea, un tobillo torcido, o una pierna rota iba a pararme.

Me quedé una hora y cuarto en El Valle siendo atendido por familia y amigos. Jorge y La China me dieron comida, Roger mi limpió los pies y me bendó con duct tape antes de volver a ponerme mis medias. Había corrido sin medias hasta La Alarma (85 kilómetros) y ya el arco del pie derecho estaba tierno. Me pusieron duct tape en la cintura también porque el micropore que tenía puesto ya me cargaba hostigado. No tenía ganas de salir de Casa Bennett porque según mi reloj iba a llegar a las 3am a la meta y ¿qué iba a hacer a esa hora allá?

Rogelio «El Tigrillo» estaba preparándose para salir, Sofi también estaba, Nikolett Demeter me alcanzó ahí también y Eladio Quintero llegó al ratito. La verdad es que llegó un mar de gente en el tiempo que estuve en Casa Bennett gozando del momento. Verdaderamente no tenía apuro, ya lo que me quedaba era terreno conocido y hasta lo había corrido casi todo. Hice varios entrenamientos sobre la ruta de los últimos 55 kilómetros, una vez con mi sobrina Isa que se iba a ganar la general de los 105 kilómetros y otra vez con Constanza Mini que quedaría de segunda la categoría femenina de 45+ en los 55 kilómetros.

Eventualmente me botaron de Casa Bennett y salí a terminar mi carrera. En el camino saliendo me alcanzó el gran Félix Chacón y nos fuimos juntos por un buen rato. Antes de llegar a Mata Palo nos alcanzamos a Alexander «Tigre» Aguilar. Cuando llegamos a Mata Palo yo fui a buscar agua y comerme algo de mi mochila porque ya me estaba muriendo de sueño.

En la estación de Cabuya habíamos comido pizza y soda, y nos habíamos rellenado con Tailwind. Pero ya se me había acabado todo eso. En la pluma de agua de la iglesia de Matapalo rellené mis botellas y les eché más LMNT, me comí un stroupwaffle, un gel y seguí mi camino. Al rato me alcanzó Oscar Suasty de 105 kilómetros. Oscar se veía muy bien e iba animado para la meta. Llegamos juntos al Macano. Edgar Taylor estaba atendiendo esa estación y me ofreció una cerveza. Me la tomé lo más rápido que pude y seguí mi camino. Alexander me había alcanzado en El Macano y salió conmigo para Las Guías.

En la bajada ya habían muchos corredores de 105kms que se estaban mezclando con nosotros, algunos nos habían pasado y luego los volvíamos a alcanzar. En eso nos alcanzan Luis Broce que venía de pacer de Eduardo Ortega (105kms). Yo me estaba durmiendo cuando nos pasaron e iba con Alexander que también venía medio dormido. Aceleré y me uní con ese grupo. Fernando Martin se unió también a ese tren. Los cuatro comenzamos a hacer buen tiempo bajando a Cabuya. Ir en buena compañía hace un mundo de diferencia durante la noche, hace divertido el tedio.

Esta ya era la segunda noche sin dormir. En mi última cien millas pasé la noche con muchísimo sueño y frío porque ya no podía comer por el hastío del Tailwind. En esta ocasión estaba mezclando LMNT (con 1,000mg de sodio) con el Tailwind y fue mágica la diferencia porque para mí no son suficientes los 303mg de sodio en esa bebida. Ya con el salado adicional me bajaba fácil la bebida y en ningún momento tuve revulsión, solamente con las acetaminofén en Tres Hermanas. Sueño, mucho sueño, tuve en la primera noche para la madrugada y en esta noche brevemente.

Cuando tocamos el asfalto pensamos que encontraríamos las estación de Las Guías prontamente. Estaba colocada más lejos de lo indicado. Nada del otro mundo, solo tres kilómetros de más. ¡Iba con unas ganas de una cerveza! Pero, no, no me tocaría una cerveza en Las Guías porque Chencho ya se había cansado y se había ido a dormir con el resto de los cuates del Hash. Chencho me tenía una cerveza justo cuando llegué a Casa Bennett y me prometió tenerme otra en Las Guías. No me puedo quejar, ya me había dado dos.

Pasamos casi media hora en Las Guías. Nadie parecía tener apuro. Yo, definitivamente, no tenía apuro. Ya nos faltaban 20 kilómetros para terminar. Caminando llegábamos a la meta. Cuando salimos de la estación encontramos que eso es lo que mucha gente estaba haciendo y fuimos pasando a varios que ya no tenían fuerzas para correr. Luis Broce nos cambió a un ritmo de 5 minutos corriendo y 3 caminando. Los kilómetros se estaban acabando uno a uno, paso a paso. Fanny Roa y Claudia Farías se nos unieron, junto con «JC». Eramos un buen grupo y estaba muy jovial el ambiente.

Cuando entramos al segmento que llaman Chernobyl, por lo caliente, dejamos el asfalto y fue bienvenido el cambio. Me fui quedando atrás por un rato en esta sección. Luego volví a acelerar y llegamos juntos a la última estación, Río Hato, en el kilómetro 150. Gabriel González y José Arenas estaban en esta estación apoyando y animando a la gente. Nuevamente nos alcanzamos a Sofi, y varios otros corredores que estaban pensando la salida a la meta. Salimos prontamente de esta estación, en ocho minutos ya estábamos rumbo a la meta según mis cálculos. Fanny y Claudia habían salido casi que inmediatamente después que llegaron.

La verdad es que los últimos 10 kilómetros parecieron una eternidad que pasó instantáneamente. Estábamos en un pajonal corriendo por un sendero de arena. El aire estaba lleno de polvo, levemente húmedo por el rocío de la noche. Todos estábamos animados pero ya las energías de algunos venían mermando. Se cambió el paso a 3 minutos corriendo y 2 caminando. Nos alcanzamos a Sofi, a Oscar, Angel, y otros más que quedaron atrás. En la recta al hotel, ya los últimos tres kilómetros nos alcanzamos a Christian y Pupi.

Christian y Pupi casi que venían caminando y aceleraron cuando se dieron cuenta que veníamos porque Guada y Keila, que venían en auto, nos saludaron cuando pasaron. Así se formó un sprint a la meta porque Fernando Martin no tenía intención de llegar detrás de esos dos. Yo sabía que Pupi no iba a dejar que yo me lo pasara así es que decidí descolgarme y aprovechar para orinar porque venía con ganas desde hace rato y estaba esperando llegar a la meta.

Llegando a la meta me encontré con Pati Cohen que iba para allá también. La verdad es que la llegada a la meta no estaba muy bien marcada, pero igual pude llegar sin problemas. Lo menciono porque Karmel se perdió llegando a la meta y corrió varios kilómetros de más. Yo crucé la meta en 33:56:20. Estaba Iñaki esperando con mi hebilla, Andrés me colocó mi medalla de Finisher, y otros amigos nos tomaron fotos y videos de la llegada. Querían que me fuera a meter al mar para tocar el agua pero vi mi reloj y decía 158 kilómetros. Les dije que me faltaban dos kilómetros para ganarme mi hebilla de 160 y me fui a completar la distancia.

Esos últimos dos kilómetros me demoraron una eternidad, aunque solo fue 30 minutos. Estaba muy cansado y quería acostarme a dormir. Pero entre las pendejadas de viejo que uno adquiere por estar pendiente de las chapas, yo quería una chapa más de cien millas (además de querer completar la distancia de cien millas). Por cansado, y tarado, solo hice 160.35 kilómetros y pensé que con eso era suficiente. Resulta que cien millas son 160.9 kilómetros y es mejor fijarse en la cabeza el número 161 para que no vuelva a suceder. Solo me gané la chapa de 100 kilómetros porque me quedé corto por 550 metros. VQLD.

Cruzando la meta