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Cerro Bruja 2024

Hemos vuelto a visitar Cerro Bruja para iniciar el año con una buena caminata. Ha resultado ser muy reveladora. Ha dejado claro que ya estamos avanzados de edad y ya no es tan fácil enfrentar retos duros. Aún así, llegamos hasta la curumba de esta montaña tan particular. La Bruja sigue dando qué hacer cuando uno quiere conquistarla y esta vez no fue una excepción. Iniciamos cinco veteranos de esta montaña y dos neófitos: Sjef, Popo, Tony y Jorge ya habían subido, y Henrik y Sonia iban por primera vez.

Unión de Boquerón y La Escandalosa

La organización de este viaje resultó muy sencilla pues todos ya tenían experiencia en la dinámica de nuestro grupo. Sjef se encargó de los alimentos y Popo los complementó con un pesto para la segunda noche. Decidimos hacer el viaje de tres días para tener tiempo de explorar arriba en busca de un mítico chorro en el que nace el Río Diablo. El chorro no es tan mítico, casi pareciera serlo por lo complicado de llegarle. Todo el tiempo se caen árboles en la ruta y hacen difícil navegar por la cima de Cerro Bruja.

Subiendo Quebrada La Escandalosa

Este año resultó estar seco arriba. Encontramos muy poca agua arriba del cerro. Subiendo el primer día la gente se fue cansando. Casi ya caída la noche llegamos al lugar donde acampamos. No era el lugar que tenía en mente, pero no hubiésemos llegado al objetivo con luz. Resultó que tampoco había agua donde pensaba acampar. Salió perfecto el desvío para encontrar agua. Llegamos a un lugar que ya estaba limpio y preparado, con rastros de un campamento anterior.

Revisando el mapa

El segundo día salimos en busca de la cima y nuestro chorro. Popo y Sonia se quedaron en el campamento. Uno porque le dolían las rodillas (se había operado una el año pasado) y Sonia porque sus zapatos «nuevos» se habían despegado. A nuestra edad dos años pasan tan rápido que nuevo se vuelve relativo. También que las cosas ya no duran como antes.

Campamento

Todo parecía estar marchando de maravilla hasta que un árbol caído nos hizo desviar. Al rato volvimos a encontrar las marcas y seguimos nuestro camino. Todavía quedaban muchas marcas que nosotros habíamos colocado anteriormente. Esta vez olvidamos traer cinta de agrimensura. Teníamos un rollo que Henrik trajo y colocamos más cintas mientras avanzamos hacia nuestro objetivo. Pronto la gente se fue quedando sin agua porque pensamos que encontraríamos bastante agua arriba. Se notaba claramente el efecto de la sequía de este año.

También nos encontramos con más árboles caídos que fueron demorando nuestro progreso. Siempre encontrábamos la pica vieja y luego se nos perdía cuando nos desviaba algún obstáculo. Eventualmente llegamos a la cima y seguimos rumbo a nuestro chorro. Cuando comenzamos el descenso al chorro ya estábamos cortos de tiempo y decidimos regresar. Cortos de tiempo y sin agua ya fue suficiente para desistir de seguir alejándonos del campamento. El regreso fue bastante rápido. El rastro que habíamos dejado se nos perdía ocasionalmente, pero siempre volvíamos a encontrarlo.

En un momento dado pensé en que podíamos llegar directo al campamento bajando por un brazo del Río Diablo. Revisamos el mapa, tomamos una dirección cardinal en la brújula y partimos. Muy rápido encontramos que no iba a funcionar nuestro plan porque el terreno estaba más quebrado de lo que se apreciaba en el mapa. Regresamos por la misma ruta que habíamos seguido. ¡Fue un buen día de exploración!

El último día amanecí lento. Me acosté tarde jodiendo con Anón. No tengo idea por qué la música se prendió a las 3:19am y Sjef se despertó pensando que ya era hora de hacer café. Así que mi sueño fue interrumpido y corto. Aún así, dormí muy sabroso en el piso y, por suerte, no llovió durante la noche. Sjef se levantó temprano a hacer el café. Normalmente me despierta para que prenda la estufa pero ya aprendió cómo encenderla y él mismo hizo todo. Solo me quedó revisar que hirviera el agua y echar lo que quedaba de café en la olla. No desayuné nada porque nada me quedaba y no sobró pesto con pasta de la noche anterior.

Fui el último en dejar el campamento. Todos salieron un poco antes que terminara de empacar confiados que pronto los alcanzaría. El retorno fue bastante tranquilo y sin mayores desvíos. Hubo un par de momentos en que perdimos la huella del camino pero pronto la recuperamos y seguimos avanzando hasta llegar al auto. Jorge, Henrik y yo fuimos los primeros en llegar. Seguidamente llegaron Sjef y Popo. De últimos venían Tony y Sonia con sus zapatos cosidos para que les aguantara la suela. Teníamos unas Balboas en el auto que estaban calientes después de tres días y así mismo nos bebimos todas.

Lo nuevo que encontramos en este viaje fue el campamento donde encontramos agua cerca de la cima. También vimos un par de picas nuevas que me gustaría explorar en algún momento. Por ahora no parece que regresemos pronto (nunca se sabe). Vimos muchos animales en el camino. Jorge Mendoza tiene ojos de águila y encontró todo lo que había que ver. Un buho de antifaz fue lo más especial para mí. Vimos monos, perezoso, tucanes, loras, perdices y muchos picaflores. Una «X» también, pequeña, a orilla del camino. Quedé con Henrik que pronto haremos un campamento en una finca que tiene cerca del nacimiento del Río Gatún. Pronto regresamos al monte…

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Caminatas

San Cristóbal y Río Piedra

Este fin de semana caminamos desde Altos de Pacora hasta San Cristóbal y Río Piedra. Fue una caminata relativamente corta que alargamos a tres días para hacerla aún más fácil. Ya estamos entrados en años y fácil es mejor que difícil. El camino hasta Río Piedra es casi todo bajada, pero desde Altos de Pacora hasta San Cristóbal la bajada es muy empinada con pendientes de hasta 30% de inclinación (hasta 40% según mi gps, pero no creo que esto sea correcto).

Inicio de la cuesta de concreto

Empezamos a caminar el viernes en la tarde para que poder pasar dos noches acampando. Hasta Río Piedra son 9 kilómetros, 6 hasta San Cristóbal. Hacían tiempo no caminábamos y estábamos muy emocionados de poder volver al campo. Mi hijo Irving nos acompañó y fue una de las motivaciones principales para hacer el paseo.

El resto del grupo, nueve otros caminantes, eran compañeros del Hash (corredores) que también gozan mucho de caminar y acampar. Ya tenemos muchos años organizando nuestras pequeñas aventuras. La pasamos muy divertido en el camino hasta San Cristóbal. Los que llegamos primero esperamos junto a una quebrada.

Robert y Sonia
Llegan al San Cristóbal

Cuando llegamos al Río San Cristóbal propiamente, buscamos donde acampar cerca del río. La comunidad queda un poco antes y es accesible con un buen 4×4 pero siempre existe la posibilidad en el invierno que una lluvia fuerte haga imposible la subida de regreso. La primera noche estaba programada de estilo libre: cada quien se comía lo que trajo. Lo principal era estar juntos cerca del río y compartir el ambiente tan hermoso que nos rodeaba. Cada quien se ocupó de colgar su hamaca, o armar su tolda inmediatamente.

Oyendo música y conversando

El sábado temprano pusimos agua a hervir para hacer café, té y avena. Mientras el agua se calentaba cada quien fue recogiendo lo suyo y preparándose para continuar nuestro paseo. Hoy llegaríamos al mismo Río Piedra. No teníamos mucho apuro porque la camina sería bastante corta. Unos amigos también se nos unirían más tarde. En teoría llegarían mientras desayunábamos, en la práctica fue durante el almuerzo. Me encanta cuando podemos pasar más de una noche durmiendo en el monte. No siempre es posible encontrar el tiempo para separarse de la ciudad por tanto tiempo. Como llevamos tanto tiempo encerrados por esta pandemia, varios encontraron como hacer el espacio para poder venir a este paseo.

Irving y Sara recogiendo sus hamacas

Por suerte nos tocó un clima excelente el viernes y sábado. Cualquier lluvia fuerte pudo haber cambiado mucho el viaje. Si el San Cristóbal se crece, no hay forma de llegar a Río Piedra hasta que baje su nivel. La caminata es mucho mejor por el sendero a Río Piedra porque está toda arbolada. Hasta nos tocó gozar de la compañía de un mono araña juvenil mientras hacíamos una para para agruparnos. También vimos una avispa parasitoide depositando sus larvas en un escarabajo azul. Hilde comentó en un momento que no había visto muchas aves, y la verdad es que yo tampoco vi nada especial volando.

Hilde y Janeth

Llegamos justo para el almuerzo al Río Piedra. El agua estaba cristalina, helada y deliciosa. Ibamos a tener toda la tarde para disfrutar del lugar, de una bonita playa y una poza honda de color esmeralda. Casi todos terminamos en el agua de una vez. Rápidamente fue apareciendo jabón y champú, íbamos a estar limpios y olorosos para la comida.

Llegando al Río Piedra

Después de almorzar nos fuimos a buscar el Río Chagres. Al final no llegamos, pero encontramos unos lugares muy hermosos. No llegamos porque nos pusimos a revisar un rancho del otro lado del camino. El Río Piedra ya lo he remado desde donde llegamos hasta el Chagres. Es un río espectacular. Aventuras Panamá comienza su Reto del Chagres desde el Río Piedras, pero cada vez tiene que comenzar la remada más abajo porque se ha estado secando el río (su nivel ha bajado en los últimos 20 años).

Río Piedra con poca agua

Cuando regresamos habían llegado Popo, Jorge y Jerry que salieron en la mañana del sábado de Altos de Pacora. Ahora éramos 14 en el grupo. Aportaron viandas y bebestibles al grupo que ya habíamos agotado en la primera velada. También trajeron más estufas para ayudar a cocinar la cena. Hacer una cena para 14 personas con una sola estufa es complicado. Popo, Jorge e Irving se encargaron de hacer la salsa para la pasta con salmón, crema y parmesano y yo me encargué de la pasta.

Preparando la cena

En la tarde llovió y varias hamacas que llevaban mucho tiempo guardadas se mojaron por haber perdido su impermeabilidad. Muchos llevaban varios años sin acampar por esta pandemia, y porque no habíamos hecho una caminata tan fácil en mucho tiempo. Al final todos dormimos bien. Cuando pasó la lluvia cada quien arregló su hamaca, y con la barriga llena y el corazón contento encontraron su sueño sin problema.

Hilde, Sara, Janeth, Sonia, Arge, Pati y Carlota
Hamacas cerca del río

Al día siguiente repetimos nuestra rutina típica de desayuno, recogimos nuestros pertrechos y salimos de regreso hacia los autos. Nos tocaba una buena trepada para regresar a Altos de Pacora. Partimos el regreso en dos tramos, el primero de unos tres kilómetros hasta San Cristóbal. Ahí paramos a almorzar en el río mientras nos bañábamos en el agua helada y cristalina.

Después del almuerzo venía la verdadera trepada: casi 6km y 550 metros de ascenso. Por suerte nos cayó el agua encima en la subida y fue refrescante el camino. Cuando llegamos a los autos teníamos unas pintas esperando y había un grupo de El Valle Run Run que también había corrido por Altos de Pacora hasta Río Piedra. Cambios unas Balboas tibias por las frías que ellos tenían y pusieron a enfriar las nuestras en su hielo. Nos tocó cambiarnos bajo la lluvia. Por suerte había cargado una lona grande que ayudó a la tertulia mientras nos arreglamos para el regreso.

Pati y Robert listos para regresar

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Caminatas

Río Cangandí

Este fin de semana fuimos a dormir al Río Cangandí. El plan era sencillo: ir hasta donde encontráramos un lugar agradable para dormir, acampar y regresar. Generalmente me gustan los viajes de una vía, pero jamás desprecio la oportunidad de ir a acampar cuando se presenta. En este caso Sjef y otros buenos amigos estaban con ganas de ir a caminar y mi hijo Irving también estaba dispuesto a acompañarnos.

Originalmente íbamos en un par de autos y éramos 12 los apuntados. Como frecuentemente sucede, el grupo se fue reduciendo y al final quedamos cuatro mosqueteros, Carlota, Sjef, Irving y yo. Manejamos hasta Madroño para cubrir todo lo que pudiéramos hacer en auto y buscamos donde dejarlo bien cuidado. Preguntando quedamos donde el Sr. Eustaquio Gil. Iguafioli, un kuna que trabaja con Earthtrain y vive con la familia donde el Sr. Gil, nos acompañó hasta el sendero hacia Cangandí porque iba para una finca del Sr. Gil a trabajar plantando culantro.

Nos tocó un buen día, por suerte, ya que había llovido fuerte el día anterior pero a nosotros nos tocó soleado en San José de Madroño. Iguafioli nos llevó hasta casi un kilómetro de la división continental donde está la frontera con la Comarca de San Blas. Ahí quedaba la finca donde iba a trabajar. Nos indicó un sendero que nos llevaría hasta el camino que se dirige a la comunidad de Cangandí y Río Mandinga. Igua nos dijo que a él le tomaba como ocho horas llegar hasta Cangandí.

Al llegar a la división continental llegamos a una «T» y mi primera intuición fue tomar a la derecha porque se veía más claro. Cuando revisé la dirección versus mi ruta de intención vi que nos estábamos separando. Dimos un giro y tomamos la otra dirección y el camino prontamente se cerró. Pero como estábamos sobre la pista que quería seguir saqué el machete y abrimos camino hacia abajo donde, según el mapa, había una quebrada que nos llevaría hasta el Río Cangandí.

Prontamente llegamos a la quebrada y procedimos a seguirla. Era obvio que por aquí no ha caminado nadie desde hace mucho tiempo. Los indios tienen un camino por otro lado, pero esta era la ruta que aparecía en el mapa del Tommy Guardia, Río Mandinga, que fue revisado en el campo en 1966. Evidentemente las cosas han cambiado un poco desde entonces.

La quebrada que seguíamos estaba espectacular, cristalina, y llena de pequeñas caídas que hacían nuestro avance algo lento. No teníamos apuro alguno y cuando nos cayera a bien acamparíamos donde estuviésemos. Así es que sin prisa y sin pausa fuimos avanzando y gozando del entorno en el que nos encontrábamos. Eventualmente llegamos a un campamento kuna, justo a la hora de almorzar. Habían dos estructuras grandes de madera y una decía que era la casa del Sahila del Pueblo. Estaban abandonadas desde hace tiempo.

Almorzamos a la orilla del río y justo al frente de donde paramos vimos el camino que llegaba al campamento. Este camino seguro nos llevaría directo al pueblo de Cangandí. Se veía que iba directo al norte, justo la dirección que queríamos seguir. El camino volvía a trepar al salir del río y se mantuvo alto por un rato para luego volver a caer al río. Viendo el mapa era evidente que tomó una ruta más directa que la que seguía la quebrada por la cual habíamos bajado. Ya estábamos cerca del Río Cangandí.

Ahora el camino seguía de cerca el río, a veces por un lado, por el otro y por medio del cauce cuando era más directo. Casi a las cuatro de la tarde llegamos al Cangandí. El río estaba lleno de agua y el camino salió justo donde se juntaba la quebrada que habíamos seguido desde un principio. Nos gustó tanto el lugar que ahí mismo decidimos que acamparíamos.

El agua del río estaba sabrosa, de una temperatura ideal para quedarse adentro del caudal sin morirse de frío al poco rato. Cada quien buscó sus árboles para colgar su hamaca, nos dimos un buen baño, descansamos un rato y luego iniciamos el proceso de preparar la cena. Sjef había traído salmón, crema, parmesano reggiano y fetuccines. Yo la preparé con gusto y todos comimos hasta quedar satisfechos. ¡Hora de la tertulia!

Al día siguiente regresamos por el mismo camino y llegamos prontamente al campamento. Mi hijo Irving venía como caballo de alquiler apurado por regresar al auto. Nosotros los viejos veníamos jadeando tras él. En el campamento encontramos el camino de los indios que llegaba directo a la casona del campamento. Este camino subió directo al filo de la división continental ascendiendo sin parar hasta los 390 metros de altura. El campamento estaba como a 180 metros de altura así es que fue una buena trepada.

Bajando tomamos una izquierda equivocada y quedamos enredados en una quebrada pero al rato volvimos a empalmar con el camino correcto. Salimos un poco rasguñados por las plantas que estaban enmarañadas y habían muchas espinosas. Ya al mediodía estábamos de vuelta en el auto. Decidimos pasar el Mamoní antes que lloviera y nos dejara atrapados del lado incorrecto. Una vez del otro lado estacionamos para darnos un largo chapuzón en el río y regresar limpios a casa. ¡Tenemos que repetir este viaje en verano!

Ruta en Wikiloc: https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=18214927

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Cerro Bruja

Después de 20 años, y tres intentos, logramos subir Cerro Bruja una vez más. Con 979 metros de altura, Cerro Bruja es lo más alto del Parque Nacional Portobelo. En Cerro Bruja nace el Río Guanche, Río Piedras, Río Diablo y Río Gatún. Tratamos de subirlo en un día en dos ocasiones anteriores y en ambas ocasiones el terreno, la falta de agua, y lo difícil del acceso nos ganaron. Para la tercera vez decidimos planear nuestro viaje de manera que usáramos dos días para subir y el tercer día para bajar y regresar. Esta vez todo salió como planeado y logramos dormir arriba de Cerro Bruja, justo en el nacimiento del Río Guanche. No encontramos el punto geodésico que indica los 979 metros de altura pero estábamos a pocos metros de donde sea que esta colocada esa marca.

Los primeros dos viajes fueron en plena temporada seca y no nos tocó nada de lluvia. Esta vez nos llovió torrencialmente en los dos primeros días. Por suerte llovió durante el día y las noches nos tocaron despejadas, aunque siempre húmedas por toda el agua que continuaba goteando de los árboles a través de la noche. Hubiese sido triste tener que cocinar bajo la lluvia y las conversas vespertinas habrían sido más cortas y menos divertidas. Afortunadamente el suelo todavía no había absorbido tanta agua así que no nos tocó tener que luchar para conseguir buena tracción en las largas trepadas que nos tocaron.

En el viaje anterior habíamos llegado a los 920 metros de altura a las 5:45pm pero con muy poca agua y no pudimos ubicar una fuente de agua para rellenar nuestras botellas vacías. Decidimos bajar mientras podíamos y no logramos volver al agua hasta las 9pm. Nos pasamos tres horas descendiendo por un filo hasta encontrar un buen lugar donde acampar al lado de un río. Como ya en el primer viaje habíamos tenido que bajar al Río Gatún porque estábamos en una situación similar (con poca agua), esta vez planeamos dormir en ese río para partir a buscar la cima con suficiente agua para durar lo que fuese necesario para coronar Cerro Bruja. Ya a las dos de la tarde estábamos cerca del Tercer Brazo del Río Gatún cuando decidimos refugiarnos bajo un pequeño rancho para esperar que escampara un poco. Una lluvia torrencial con truenos y relámpagos nos tenía empapados y con frío. Después de un rato la lluvia bajó su intensidad y nos fuimos a buscar donde acampar cerca del agua en un lugar relativamente seguro contra crecidas repentinas.

El Río Gatún estaba un poco crecido pero había un buen lugar donde poner nuestras hamacas cerca del río sin tener que preocuparnos por que se creciera el río (que ya estaba a un nivel elevado por la lluvia). Pasamos una buena noche arrullados por el sonido del agua corriendo. La cena de fetuccine con salmón ahumado, crema y Parmigiano-Reggiano es un éxito garantizado siempre. Con todo y la lluvia se pudo hacer un buen fuego para acompañarnos hasta tarde mientras durara la buena conversación. Nuestro grupo estaba diverso con holandeses, un inglés, un colonense de corazón, chiricanos y capitalinos. Ocho caminantes es un buen tamaño para esta clase de aventuras.

Al segundo día, después que un buen desayuno y café vaquero nos devolviera la vida al cuerpo, salimos a buscar nuestra cumbre. Ya a las 8am estábamos trepando de vuelta al filo que nos llevaría hasta lo más alto de Cerro Bruja. El Río Gatún sería nuestro único abastecimiento de agua hasta que encontráramos agua arriba de la montaña y fuera hora de acampar nuevamente. Teníamos que salir con toda el agua para el resto del día más suficiente para bajar de la montaña si nos salía la bruja y no encontrábamos agua corriendo en la cima. El filo que habíamos estado siguiendo el día anterior nos llevaría sin desvío hasta 800 metros de altura y a un par de kilómetros de nuestro destino.

Este filo entre el Gatún y La Escandalosa es un filo muy recorrido por animales y se mantiene generalmente claro porque suficiente gente lo recorre para darle mantenimiento. No tengo idea que viene la gente a hacer arriba de Cerro Bruja. Solamente he conocido de científicos que suben esta cima y, supongo, que los técnicos del canal que le vienen a dar mantenimiento a la Estación 103 arriba de Cerro Bruja (a 975 metros de altura). El sendero que se ha formado en este filo está marcado por cintas celestes, naranja, rosadas, y, ahora verdes y amarillas (que nosotros colocamos). Todo el sendero está cubierto por el dosel de los árboles que lo bordean. Lo único que interrumpe nuestro fácil movimiento son los árboles que se han caído recientemente causando una maraña de nuevo crecimiento vegetal. A las 11am llegamos a los 800 metros de altura y yo pensé que ya esta vuelta iba a ser fácil (hasta dije que antes de las 3pm estábamos acampando). La Bruja no tenía interés en rendirse fácilmente pero yo no tenía idea de eso en ese momento.

De los 800 metros a los 923 metros la ruta es fácil de seguir. Pero allí es donde se complica la navegación porque a esa altura ya la selva está complicada con árboles caídos y la vegetación es abundante. Además hay una silla grande que hay que navegar con mucha precisión para poder llegar a la trepada final. Justo en este punto fue donde nos desviamos en el viaje anterior. Casi nos vuelve a suceder esta vez pero Popo Bonvini estaba al tanto (al igual que la vez anterior) de nuestra posición en relación con nuestro destino. Estábamos siguiendo una combinación que ya nos había dado buen resultados en viajes anteriores: yo voy navegando y Popo me va corrigiendo cuando tomo decisiones equivocadas en nuestro rumbo. Sjef también me estaba ayudando con su brújula apuntándome en la dirección correcta mientras yo procuraba abrir camino en la dirección que queríamos seguir.

A las 3pm apenas estábamos trepando la ladera que nos llevaría a los 979 metros de altura y la cima de Cerro Bruja cuando empezo a llover a cántaros, y los truenos comenzaron a retumbar cerca de nosotros. Ya no había mucho más alto que nosotros a nuestro alrededor y se podía ver que estábamos casi en lo más alto del cerro. Ya casi todo el bosque era un enredo de plantas de todo tipo y los árboles ya eran relativamente pequeños, típica vegetación de los bosques nubosos. Como a las 4pm logramos llegar cerca del marcador de los 979 metros de altura y todavía no encontrábamos agua. También era evidente que iba a ser difícil llegar justo al lugar donde yo quería pasar la noche, un lugar donde había estado hace unos 20 años antes con mi cuñado Nick Nellos y su amigo Jeff Kloer. Ya estábamos en la parte plana arriba de Cerro Bruja y no era tan sencillo saber exactamente cual era la mejor ruta a seguir para llegar a donde acampar: todo se veía igual en todas direcciones. Ya estábamos dentro de un área como de un kilómetro cuadrado que formaba la cumbre de Cerro Bruja, tierra de nadie.

Tratando de llegar al agua dimos con el nacimiento del Río Guanche y ya eran las 5pm, hora de acampar. No era el lugar con la mejor vista arriba de Cerro Bruja, pero era el lugar donde tocaba hacer el campamento esta noche. No habían más fuentes confiables de agua en esta montaña a esta altura. Hicimos nuestro pequeño ruedo de consulta y decidimos que habíamos llegado a donde íbamos por el día de hoy. Ya estábamos arriba de Cerro Bruja y teníamos agua, misión cumplida. La parte de dormir con una bella vista tendrá que quedar pendiente para otra aventura. Tampoco íbamos a seguir dando vueltas buscando el mojón que marca el punto exacto de la cúspide del cerro. Desafortunadamente, no había muchos árboles buenos para colgar nuestra hamacas. Ibamos a tener que esparcirnos entre varios lugares para poder acomodarnos entre los árboles.

Al final del día, la cena y la velada quedaron excelentes. Popo había traído un pesto fresco hecho por él mismo que acompañado con jamón serrano y vino resultó en una buena comida de montaña. Un chocolate caliente con Ron Abuelo fue el postre para ayudarnos a dormir mejor en este paraje tan extraño. Pensé que la gente iba a caer temprano esta noche pero duramos más que la noche anterior. Creo que el lugar se prestaba para echar cuentos mientras llegaba el sueño. Estábamos rodeados de cocuyos que brillaban por todos lados atraídos por las velas que nos alumbraban. Poco a poco los comensales fueron retirándose a sus hamacas hasta que finalmente me tocó mi turno de acomodarme dentro de mi hamaca para pasar el resto de la noche. La pregunta con la que creo que todos se fueron a dormir era ¿cómo diablos íbamos a hacer para salir de donde estábamos en un solo día?

Temprano en la madrugada del domingo ya estábamos tomando café y desayunando. Nuestras hamacas ya estaban desmontadas y nuestras mochilas casi listas para emprender la retirada. Según mis cálculos, si no habían mayores inconvenientes, estaríamos llegando a los autos cerca de las 6pm. Solamente teníamos que seguir las cintas que habíamos colocado hasta encontrar la bajada que habíamos seguido en el viaje anterior. Una vez que iniciábamos el descenso ya todo el recorrido era relativamente conocido y no presentaría mayores inconvenientes. De hecho, iba a ser un cambio placentero a los días de bosque cerrado que habíamos pasado. Ahora nos tocaba recorrer La Escandalosa y el Río Boquerón de regreso a donde habíamos dejado nuestros autos. Todo ese camino ya nos era familiar, terreno conocido.

Aun así, con todo y las cintas nos tomó varias horas recorrer nuestro camino andado hasta el desvío de bajada. El bosque se tragaba nuestro sendero con mucha facilidad y las únicas marcas que daban indicio de nuestro recorrido eran unas cuantas plantas cortadas y unas tenues huellas por el piso. Parece mentira lo fácil que sería perderse acá arriba si no hubiésemos tenido varios GPS para revisar nuestro recorrido contra el del día anterior. Las cintas naranja se veía claramente cuando estaban cerca de nosotros pero prontamente se perdían al alejarnos de ellas. Cerca de las 11am ya estábamos bajando de Cerro Bruja hacia el Río Escandaloso. De aquí a los autos eran unas ocho horas según nuestro estimado basado en lo que nos había tomado ese mismo recorrido en el viaje anterior. Ese descenso lo habíamos hecho de noche la vez anterior y nos tomó tres horas hasta el río. A media bajada paramos en un lugar con una buena vista de donde habíamos estado: es realmente increíble como se veía Cerro Bruja desde donde podíamos apreciarla. Y pensar que hacía unas horas habíamos estado arriba de esa sólida montaña de bosque esmeralda.

Almorzamos en el Río Escandaloso justo donde habíamos acampado hacía unas tres semanas atrás. Todavía estaba el machete roto que Tony había dejado clavado a un árbol pensando que alguien lo aprovecharía al encontrarlo.  De este punto nos había tomado cinco horas para llegar al punto de donde habíamos partido. Ya la gente estaba tranquila y gozando del agua cristalina que corría a nuestro alrededor. Habíamos pasado dos días por lo alto de la montaña y ahora estábamos en terreno abierto con vista clara al cielo. Ya nuestra vista podía extenderse por cientos de metros sin ser interrumpida por lo frondoso del bosque. Mi ropa estaba toda cubierta del sedimento que cubría las hojas de los árboles y la vegetación que había estado atravesando toda la mañana. ¡Que sabrosa estaba el agua fría que me cubría!

Ya el resto de nuestro recorrido era todo por senderos claros y unos cuantos vados de río. Nuestros pensamientos comenzaron a enfocarse en las cervezas frías que nos estaban esperando al final del recorrido. Todavía nos faltaban horas por caminar pero ya estábamos pensando en lo que estaba más allá. Parece mentira lo frágil que es el momento y lo difícil que es mantenerse presente en lo que estamos haciendo y viendo. En lo profundo del monte era normal estar totalmente inmersos en el presente pendientes de cada paso que damos y de todo lo que nos rodea. En cuanto ya estamos sintiendo el llamado de la comodidad y el descanso nuestra mente divaga y pierde el foco del momento para concentrarse en lo que nos espera más adelante.

Al final del camino me impresiona que pude llegar a Cerro Bruja en el primer intento hace tantos años atrás. Estábamos más jóvenes y fuertes entonces pero no contaba con toda la experiencia que tenemos ahora y la ayuda de la tecnología que nos acompañó en todo momento. Creo que también había planeado el viaje con mucho esmero entonces y esta vez estábamos improvisando más sobre el camino. En todo caso, quiero regresar a Cerro Bruja nuevamente y esta vez si voy a dormir al borde de un chorro que hay allá arriba.

Fotos cortesía de Jorge Mendoza:

 

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Boqueron 2014

Logré hacer otro viaje por el Río Boquerón antes que terminara el 2014 y pude hacerlo con Irving Henry. Nuestro grupo fue pequeño pero no hizo falta más nadie: Irving, Joaquín, Gil, Carl y yo. Esta fue la primera caminata de selva de Irving y la pasó con singular esmero – ni siquiera la sudó (a pesar que el camino estaba hostil por lluvia, derrumbes y ríos inundados). Es bueno tener todo preparado para partir hacia una caminata en cualquier momento porque empaqué minutos antes de partir y no me faltó nada (aparte de algo más de comida).

Puntual a las 5am llegaron los interesados en esta particular travesía anual que ya casi puede ser un peregrinaje para mi. Joaquín era el único veterano de este viaje, Irving es hijo mío y está medio acostumbrado a lo que le tire el camino y lo pobres holandeses no sabían que les venía por delante, pero ocasionalmente la ignorancia es una buena cosa. A las 8am y estábamos en camino por el Nombre de Dios rumbo a Boquerón arriba. Esta vez no llevamos cámara, yo porque no la encontré, Joaquín porque quería ir lo más liviano posible, y los holandeses sí llevaron la suya pero no tengo esas fotos.

La mañana inició espectacular con poco sol, un río cristalino y la temperatura agradable. Lo primero que me pasó es que dejé las medias en la maleta de ropa extra para la llegada. Bueno, nada que fuera a dañar el viaje ya que lo peor que podía pasar es que saliera con ampollas pero al final no pasó nada aparte de que mientras esperaba a los holandeses me sacaba las zapatillas para eliminar la arena y las piedras que se habían metido dentro del calzado. Las medias me hubiesen evitado tener que hacer esto una docena de veces pero no fue algo que desmejorara la experiencia. Tal vez me quedé sin medias de ahora en adelante porque me entretenía el proceso mientras esperaba al resto de los caminantes.

La primera parte del camino siempre es muy agradable porque caminos por el Río Nombre de Dios y el camino es fácil, bonito y fresco. Ya los holandeses se nos venían quedando atrás pero nada alarmante. Era evidente que venían sin apuro y no había forma de evaluar su capacidad física porque en ningún momento se quejaron de nada (sencillamente no venían paso a paso con nosotros). Hasta la cascada, que es el punto donde inicia la trepada seria hacia los rieles se mantuvieron con nosotros sin ningún problema. En este punto siempre tomamos un descanso y nos abastecemos de líquido porque no hay más agua segura por un buen rato. Hasta este momento cerca del medio día el día había estado cubierto de nubes pero seco. El camino estaba húmedo pero manejable.

Cuando iniciamos la trepada el grupo se logró mantener bastante compacto y el recorrido fue sin contratiempos hasta los rieles. Tomamos el filo habitual y lo seguimos a un paso tranquilo pero constante hasta que llegamos a los rieles a la altura habitual (unos 160 metros de altura). Cuando llegamos a los rieles Joaquín y los holandeses se nos perdieron, cuando aparecieron unos minutos más tarde la explicación fue poco clara. Era un indicio de lo que venía desde ese punto en adelante. No tuvieron problema en la subida, los problemas para ellos iniciaban en el camino técnico. Carl no era diestro del todo y se nos iba a quedar atrás consistentemente desde ese momento hasta el final del camino. Nada de esto era causa de preocupación porque sencillamente caminaríamos más horas y dormiríamos donde nos tomara la noche en lugar de donde nosotros hubiésemos preferido. Esto es lo habitual en cualquier camino que uno hace por primera vez – después de recorrer un mismo camino una cantidad de veces ya uno desarrolla hábitos.

Mi almuerzo fue pobre ya que al ir a empacar encontré que mi despensa estaba algo desprovista y no había hecho el viaje al mercado para proveerme de unos buenos panes para llevar unos emparedados listos. Por suerte Joaquín sí había hecho su parte y mi hijo le robó un par de emparedados para rellenar el hueco que tenía en su estómago. Llevaba una cantidad de geles y barras energéticas de almuerzo y comidas deshidratadas para la cena. Irving, mi hijo, es algo más selectivo que yo en cuanto a su alimentación: el prefiere comida natural apetecible y yo como lo que me encuentre, al igual que bebo el agua donde me de sed. Mi paladar es exigente, no puedo engañarme, pero puedo pasar días sin comer hasta que llegue a un lugar donde pueda alimentarme apropiadamente y en el entre medio como lo que encuentre.

Justo cuando estábamos saliendo de los rieles del viejo ferrocarril y llegando al Río Boquerón se abrió el cielo. La lluvia caía en cantidades torrenciales. Normalmente a esta hora ya estaríamos en el Boquerón pero una gran cantidad de árboles caídos en el camino nos habían demorado (y los holandeses lentos no ayudaron). Cuando llegamos al río que normalmente tendría unas pulgadas de profundidad encontramos que habían varios pies de agua corriendo por el cauce. No nos quedó otra que hacer nuestro propio camino. Normalmente esto algo ocasional. Esta vez era traumático porque los holandeses no podían seguirnos a través del monte. Iban tres veces más lento que nosotros a estas alturas y constantemente teníamos que parar a esperarlos. Y aquí sí había que parar ya que no estábamos en rutas claras porque íbamos campo traviesa y esta gente no podía distinguir la pica de mi machete. No entiendo como era eso posible…

Bueno, a las 5:45pm regresamos al río después de una travesía buscando atajos que no fueron muy fructuosos. En ese momento Carl rehusó a seguir moviéndose. No nos quedó otra que tomar la sensata decisión de hacer campamento allí mismo, al otro lado del río donde se veía mejor el terreno. La cena fue sálvese quien pueda con lo suyo como habíamos determinado desde el principio. Nosotros llevamos unas comidas secas que cocinamos en una estufa de alcohol que había hecho hace un tiempo. La verdad es que esas estufas son muy eficientes y livianas.

Irving estaba en su ambiente. Me alegró mucho ver que se sintiera cómodo a través de todo el camino. En ningún momento se quejó y estaba más bien siempre esperando tranquilo para ver que venía próximo. Como buen joven estaba siempre hambriento y sediento y una vez que esto fue arreglado procedió a dormirse profundamente. Solamente quedé yo con Carl quien procedió a beberse todo mi ron, que no era mucho para comenzar. Yo lo acompañé trago por trago pero hubiese preferido guardar algo para el día siguiente. Mi amigo Joaquín se tomó una onza de ron en su chocolate caliente y siguió a Irving directo a dormirse.

El domingo fue un día como cualquier otro, espectacular toda la distancia. Lo único que le restó al camino fue la preocupación de esperar a estos holandeses que nunca llegaban. En realidad no restó nada la espera porque tuvimos amplio tiempo para gozar de las pozas que venían una tras otra a lo largo del camino. Inclusive íbamos por delante de nuestro horario regular porque mientras nosotros descansábamos los otros caminaban y nunca los dejamos descansar mucho. Hasta que reventó Carl y no quedó otra que ver como lo sacábamos del medio del monte. Joaquín e Irving partieron por delante a buscar el auto y yo me quede con nuestros amigos para que no se perdieran.

Eventualmente, cuando todavía faltaba algo para salir del camino nos alcanzó el auto y nos acortó unos 5 kilómetros del camino. Irving y Joaquín habían llegado al auto una hora antes que nosotros y nos habían venido a buscar. A mi me alegró que fuese en ese momento porque ya llevaba un rato cargando la mochila de Carl y la verdad es que ya no era tan agradable como cuando voy con mi propia mochila que siempre es muy liviana porque solamente tiene lo esencial adentro. Carlo y Gil con su poca experiencia llevaban más de la cuenta en sus mochilas. Hay que tener mucha experiencia para decidir que «esenciales» se pueden quedar en la casa.

Nosotros terminamos felices todos y yo particularmente  estaba contento por haber logrado cumplir una de mis metas de principio de año: Boquerón 2014. Ya estoy planeando Boquerón 2015 y ojalá pueda hacer más de uno este año venidero ya que este es mi camino favorito en el universo entero.

 

 

 

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Nombre de Dios a Gamboa

Ruta Nombre de Dios a Gamboa

Anoche regresé de caminar y remar de Nombre de Dios a Gamboa. El lunes en la mañana me escribió mi amigo Juan Antonio preguntando si quería llevar a unos hombres a caminar el Camino Real y le dije que me interesaba. Al reunirme con la gente, eran un par de tenientes de la Marina y un teniente de los Marines, me dijeron que querían cruzar el Istmo en tres días. Después de decirles que estaban locos les conté de un viaje parecido que había hecho con Scott Schumaker y Jorge Heilbron hace unos años atrás. Les gustó la idea y al día siguiente partimos a recorrer el Istmo.

Básicamente, en una día caminamos 38 kilómetros desde Nombre de Dios hasta Boquerón arriba, y, al día siguiente, remamos 40 kilómetros desde Boquerón Arriba hasta Gamboa. Ellos siguieron caminando por el Camino de Cruces y luego por la calle hasta llegar al puerto de Balboa. Todavía no he escuchado sobre su llegada, así es que asumo que están caminando aún, si es que no están perdidos en el Parque Camino de Cruces. Ya me enteraré luego de cómo les fue.

Para mi, lo más increíble de la experiencia, ya que nunca lo había hecho así, es que me fui casi sin comida. Por el apuro del plan solamente me llevé lo que me quedaba de mis geles y otros alimentos de apoyo para mis corridas largas. Al final, como estoy harto de comer esas calorías simples, solamente me comí unos 6 Power Gel Blasts sabor a Kola en un recorrido de casi 80 kilómetros. Mejor dicho, no comí nada. Caminamos 2 horas el lunes por la noche, 14 horas el martes y remamos 8am a 5pm el miércoles. Me dormí con hambre todas las noches, pero al despertarme ya me sentía fresco nuevamente.

El martes en la noche, después de las 14 horas caminando con solamente unos 4 paquetes de 120 calorías, me sentía nauseabundo y cansando. Pero estaba con tanto sueño que me fui a dormir así mismo. El miércoles me desperté fresco como una lechuga listo para remar 40 kilómetros sin parar. Mi cuerpo estaba sacando su alimento del exceso que tenía acumulado alrededor del abdomen. Y creo que tengo suficiente como para seguir por otra semana o dos al mismo ritmo. Parte del truco, creo, es mantener el ritmo suficientemente bajo como para poder recibir las calorías de la grasa acumulada y no tener que usar los carbohidratos acumulados en los músculos. Esos, estoy seguro, me hubiesen fallado como a las 12 horas, sino antes.

Mis compañeros estaban comiendo MREs (Meal Ready to Eat), la ración típica del ejército de Estados Unidos, y a mi no me provocaba comer de esas raciones (además, tampoco me ofrecieron). Pero yo estaba preparado para esa situación y estaba confiado que no tendría ningún problema. De hecho, solamente el teniente de los marines se mantuvo conmigo en la caminata. Los otros dos siempre andaban rezagados y al final del primer día uno estaba muy limado (y sollado entre las piernas además). Estos hombres estaban por la conquista del cruce por que creo que ni gozaron del paisaje espectacular que estábamos atravesando.

Desde hacía muchos años no encontraba tantos árboles caídos en el recorrido. Yo había hecho el cruce de Nombre de Dios a Boquerón en 11 horas y esta vez me tomó 16 horas en total. Tuve que tirar mucho machete para cruzar una docena de árboles caídos. También me toco cruzar un derrumbe que me dejó casi que una pared vertical de unos seis metros de ancho a través del camino. Estaba muy preocupada mientras cruzaba por esa cara de piedra y veía que cualquier desliz me haría caer largo antes de que parara de rodar. Fuera de eso, el camino estaba tan hermoso como siempre. Ya estoy listo para repetirlo una vez más.

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Caminatas

Del Cacao a Jordanal


El Hash en Altamira
El Hash en Altamira


Este fin de semana caminamos de El Cacao a Jordanal con un grupo del Hash. Hace años que he estado de volver a recorrer esta precisa ruta y siempre sucedía algo en el camino que impedía que la pudiese volver a hacer. Finalmente pude volver a recorrer el tramo de Peñas Blancas a Jordanal, que pasa por encima del filo que divide el Río Cirí del Río Indio. En el camino encontré a donde llevaba un brazo de una intersección que siempre dejaba a un lado, y ahora regresamos por ese brazo.

Fuimos un grupo grande: 23 caminantes en total. La ruta fue bastante difícil ya que habían varios ascensos largos en el camino. El primer ascenso era el cruce entre el Río El Cacao y el Río Cirí. El segundo ascenso fue el cruce del Cirí hacia Jordanal. El año pasado, para esta misma fecha, caminamos de Río Indio Centro hacia El Cacao, pero pasamos por otro sendero que nunca había recorrido. Esta vez hicimos el viaje en dirección contraria.

Luis Carlos Stoute, Luis Navarro y yo hicimos el viaje en una dirección, y el resto del grupo durmió en Jordanal y regresó a El Cacao al día siguiente. Luis Carlos vino con nosotros para entrenarse para su futura carrera, Hardrock 100. Luis Carlos me envió un enlace con el recorrido que grabó en su Garmin Oregon 550. Nosotros caminamos 21 kilómetros en nuestro recorrido, y el grupo de Joaquín, que se separó en un momento en que no encontraba como seguir directamente desde los Rangos hasta Peñas Blancas, recorrio unos 3 kilómetros menos.

Toda el área del Cacao y del Río Cirí está lleno de caminos transitables por autos 4×4 y por suerte escogimos una ruta que no necesitó de mucho recorrido por las vías de los autos. Originalmente, el plan de nuestro recorrido nos hubiese llevado por una calle, pero un error en un giro nos llevó hacia Altamira en lugar de seguir la calle directamente hacia Los Rangos. Pero cuando regresamos a intersectar la calle que venía del Cacao no encontré como seguir directamente hacia Peñas Blancas y hubo un momento de confusión en el grupo. Eventualmente decidí ir campo traviesa directo hacia el Río Cirí y Joaquín decidió seguir por la calle.

Joaquín terminó subiendo hacia Peñas Blancas por el Río Chutral, y nosotros subimos por el camino principal que sube a Peñas Blancas. Eventualmente nos volvimos a encontrar cuando nuestro grupo alcanzó al de Joaquín en la subida para cruzar a Jordanal. En el grupo de Joaquín se fueron algunos de los más lentos del grupo. La subida del Río Cirí hasta coronar el filo que separa Peñas Blancas de Arenilla y Jordanal tiene unos 510 metros, una tremenda loma muy empinada en varios lugares.

Ahora que he refrescado mi memoria de los senderos del Río Cirí  es hora de organizar unos nuevos recorridos por el área. Arriba, por Chichibalí hay un sendero que regresa a Matahogado, detrás de El Valle. Un excelente recorrido sería: La Mesa, Boca de Las Minas, Jordanal, Peñas Blancas, Chichibalí, Matahogado y de vuelta a El Valle. Sería un tremendo reto tratar de hacer ese recorrido en un día. Creo que hasta en dos días podría ser difícil terminar ese circuito. Esa podría ser una excelente ruta para una carrera de montaña.