Massanutten Mountain Trail 100 completado
Este fin de semana corrí Massanutten Mountain Trail 100 en 34 horas, 17 minutos y 19 segundos. Jamás había corrido por tantas horas seguidas. Fue una buena experiencia preparatoria para Fat Dog 120 millas en agosto. Esperaba que iba a encontrar dificultades para terminar esta carrera porque solamente había podido correr 120 km en mis últimos 30 días y acababa de pasar por un Herpes Zóster que me dejó tumbado por una semana y enclenque por otro par más. Tuve la inmensa suerte de encontrarme con un par de viejos zorros que me ayudaron a completar esta carrera y en el proceso aprendí muchas cosas que me hubiese tomado muchos años más descubrir.
Este año tenía programado correr Rocky Raccoon 100 en febrero pero una accidente en moto me lastimo el pie derecho y me dejó sin correr por un par de meses. Por eso me metí en la lotería de Massanutten para ver si conseguía entrar en esa carrera y lograr correr un 100 millas este año (el año pasado no pude hacerlo por falta de tiempo y otras razones). No salí en la lotería pero quedé de #100 en la lista de espera. No fue hasta el 25 de abril que entré a la carrera, el último día posible porque en ese día se cerraban los movimientos de la lista de espera a la lista de inscritos. Esa noticia la recibí con emociones mixtas.
El jueves en la noche volé a Dulles International Airport y llegué a las 12:30am. Al día siguiente manejé a la partida para recoger mi paquete de carrera, escuchar la charla de preparación preliminar y colocar mi hamaca en el campamento donde iba a pasar la noche cerca de la partida. Luego preparé todo mi equipo de carrera y lo dejé listo para el día siguiente. En cuanto llegó la noche (a las 9pm) me acosté a esperar la hora de partida (4am). Casi me duermo sin poner mi alarma. De hecho ya estaba en mi bolsa de dormir dentro de la hamaca cuando me acordé y tuve que regresar al auto a buscar mi teléfono para usarlo de despertador porque no confiaba que mi reloj me iba a despertar (y también tenía el reloj en el auto). Coloqué mi alarma para las 2:45am para darme suficiente tiempo.
Cuando sonó el despertador estaba frío afuera y pensé que como tenía todo listo mejor me despertaba un poco más tarde. Casi me quedo dormido porque no dejé mi alarma bien configurada y jamás sonó. Me despertaron las voces afuera de mi tolda. ¡Cuando vi el reloj eran las 3:35am! Casi no llego a tiempo a la partida y dejé un par de cosas que hubiese querido cargar conmigo pero que al final no necesité (así es que me salió bien el apuro).
Esta carrera tiene quince estaciones de ayuda y toda la carrera sigue un patrón: las estaciones están al otro lado de un cerro que hay que trepar, correr por el espinazo de la montaña y bajar a la siguiente estación. Así mismo fue el recorrido desde la meta. Corrimos unos 5km de calle de grava antes de iniciar la trepada seria por el sendero de la montaña. La carrera tiene 81.3% de superficie rocosa, 18.7% caminos de tosca y 1.7% asfalto. Por la subida de tosca íbamos todos conversando y contemplando el largo y duro evento que teníamos por delante. Eramos una larga procesión de cocuyos con nuestras lucesitas iluminando la noche que pronto se tornaría en madrugada.
Mi plan de carrera era muy sencillo: piano piano va lontano, caminar las subidas, correr lento las partes planas y tratar de hacer buen tiempo en las bajadas. Llegué a la estación de Edinburg Gap (#2) a las 7:01am, una hora más tarde que Karl Meltzer (quien ganaría la carrera en 18:40:23), 29 minutos por debajo de la hora de corte. Pasé por la estación rápidamente tomando un par de cuartos de emparedados de mantequilla de maní y rellenando mis botellas con Gatorade. Por el perfil de la carrera pensé que las subidas serían muy pronunciadas pero no era el caso. Comienzan muy gradualmente por senderos con poca inclinación y van progresivamente subiendo de pendiente de manera muy gentil (por supuesto que habrían excepciones). Caminaba a buen paso mientras comía para reponer las calorías que había consumido en las tres horas que me tomó recorrer los primeros 19.52km.
Ya para estas alturas de la carrera tenía un grupo de corredores que nos manteníamos relativamente cerca. Algunos me pasaban en las subidas, otros en las bajadas, y a muchos me los pasaba en la estación porque yo paraba muy poco tiempo allí. Pronto me alcanzaron un par de veteranos y establecimos un ritmo: yo subía más rápido y ellos me pasaban en la bajada. En la próxima estación ellos se quedaban un buen rato, por no decir largo, y yo recogía mi comida y seguía avanzando. Uno de ellos era Gary Knipling quien ya había completado el recorrido 16 veces y tenía marcas de tiempo en varias categorías de edad (era el más viejo de la carrera con 70 años). ¡Este señor era una institución en MMT100 y se notaba en las estaciones! Yo había encontrado la fórmula para terminar esta carrera: no separarme de Gary. Junto a Gary venía Paul Crickard, de 60 años, que era mucho menos extrovertido pero corría muy bien y estaba corriendo su quinta edición.
Llegué a #3 – Woodstock Tower a las 9:15 y el corte era a las 10:30. Estaba avanzando contra los límites que me podían detener si corría muy lento. Me sentía muy bien y seguía asegurándome de mantener un nivel de esfuerzo bajo cuidando de no subir mis pulsaciones, manteniendo mi hidratación e ingiriendo sal en cada estación untada en una papa asada. El Gatorade me estaba bajando bien sin causarme malestar en el estómago. El primer problema de la carrera se hacía evidente ya: los pies mojados. Iba a estar con los pies mojados toda la carrera porque había mucho lodo y agua en el sendero por los días de lluvia que antecedieron la carrera. Además ya sabía que iba a perder todas las uñas. El lema de la carrera es un doble entender: «Massanutten Rocks!». Hace referencia a las piedras del camino. ¡Diablos, cómo había rocas en el camino! Pero esto era bueno para mi porque nadie podía correr muy rápido por encima de esos pedregueros y a mi me permitía llevar un buen ritmo sin cansarme mucho.
A #4 – Powells Fort llegué a las 10:48 y el corte era a las 12:10. Ya había completado mi primer maratón en 8 horas y 10 minutos, mi primer cuarto de la carrera ya estaba detrás mío. Comencé a pensar que tal vez podría lograr terminar esta vaina. Era temprano en la carrera y ya estaba contento. Los senderos eran espectaculares, justo el tipo de trillo que me gusta recorrer y el nivel de sufrimiento estaba dentro de mi capacidad de tolerancia. Además la compañía estaba superlativa. Todavía me mantenía cerca de GK (Gary Knipling) y esto era bueno. Paul Crickard venía cerca corriendo tranquilo su carrera.
Por suerte la temperatura estaba muy agradable a pesar de ser pleno medio día. Cuando llegamos a #5 – Elizabeth Furnace a las 13:06 ya había cubierto el primer tercio de las 103.7 millas de la carrera (en kilómetros llevaba 53.60). Ya a estas alturas había podido ver como en cada estación GK se sentaba a comer y beber, tanto de la mesa de abastos como de su propia bolsa de resurtido. Una de las cosas que yo no había hecho fue tomar ventaja de todas las bolsas que se podían enviar a casi todas las estaciones. Me hubiese convenido tener una bolsa en la segunda estación para dejar la lámpara que use en la madrugada y que ahora tendría que cargar hasta Habron Gap. Gary comía con todo en cada estación, tomaba jugo de pepino encurtido (pickle juice), y pedía que le mojaran un «panty» amarillo que llevaba en la mano.
Cuando salí hacia #6 – Shawl Gap Parking, 61.12km, me aseguré de hacerlo antes de GK y Paul porque ya era evidente que esta gente bajaba más rápido que yo y no quería que me dejaran atrás. Para mi ya era claro que tenía que estar junto a estos veteranos corredores para tener una buena oportunidad de completar este evento. A través de la carrera me daban información sobre el recorrido, que podía esperar por los próximos kilómetros, me presentaban a otros corredores que estaban cerca y nos entreteníamos juntos. Esta era la fórmula para lograr este reto. Terminé este segmento a las 14:46 y el corte era 16:10. Mantenía un margen razonable contra la hora de corte. Amelia Kegan ya era una corredora con la cual mantenía el mismo patrón que con los viejos y ella siempre me alcanzaba en las bajadas, llegaba antes que yo a las estaciones y se sentaba a cuidarse los pies para que no le salieran ampollas. Llevaba una camiseta que decía Tortoise & Hare que me pareció apropiada. ¿La pregunta es quien era la tortuga y la liebre?
La verdad es que la belleza de los senderos, el verdor de los árboles, y las flores en su apogeo de primavera estaban ayudando a que el tiempo se me fuera sin notar. Me ayudaba el estar corriendo con la confianza de que iba a buen ritmo para terminar porque estaba rodeado de corredores con mucha experiencia. Había esperado una experiencia solitaria porque docientos corredores rápidamente se dispersan en 166 kilómetros. El ritmo de estación – subida – corrida por el filo de la montaña – bajada – estación hacía que los corredores de habilidades similares se mantuvieran bastante unidos. Llevaba horas corriendo y conversando con la gente a mi alrededor. Todos los que estábamos en la cola de la carrera teníamos un plan similar y el ritmo nos permitía conversar sin esfuerzo. Ibamos bien en esta rutina aunque ya podía ver que no todos iban a soportar el esfuerzo. Poco a poco iban apareciendo corredores nuevos delante de nosotros y al rato quedaban atrás. Los que habían partido muy rápido ya estaban pagando el precio de su error, o algún percance les había robado fuerza, tal vez su estómago no estaba tolerando la carga de comida y líquidos necesaria para mantener el cuerpo quemando calorías para alimentar los músculos.
Camino a #7 – Veach Gap Parking, 66.08km recorridos, corríamos por una calle de gravilla en descenso. Pronto nos alcanzaron los veteranos que ahora venían en pandilla recogiendo a los jóvenes con menos experiencia. Como era una bajada nos pasaron a balazo y yo aceleré, les hice saber claramente que no me iban a dejar atrás, y aceleré para llegar rápido a la próxima subida para poder mantenerme con ventaja para la próxima bajada. Las subidas ya estaban rindiendo beneficios para mi porque pasaba gente regularmente y no todos lograban alcanzarme al otro lado cuando venía la bajada hacia la próxima estación. A las 15:36 ya había llegado a la mesa de comidas y bebidas que estaban bien abastecidas con comida salada, dulces, frutas y bebidas. Los voluntarios estaban siempre bien dispuestos y sonreídos mientras trataban de ayudarme con mis botellas y yo de comer suficiente sin quedar muy lleno. Me funcionaba bien llevarme emparedados y dulces en una bolsita plástica y comer mientras caminaba hacia arriba. Cuando terminaba mis insumos ya esta listo para volver a subir las revoluciones en la próxima loma. En mi próxima estación estaría en la mitad del recorrido.
LLegamos a #8 – Indian Grave Trailhead, 80.48 kilómetros, a las 18:34. Ahora sí estaba en acuerdo con PC y GK para que me permitieran ser su sombra y me ayudaran a terminar Massanutten. Estos señores me impresionaban porque corrían sin esfuerzo y sabían sacar provecho de todas las superficies: subían con calma, corrían tranquilos lo plano y volaban en las bajadas. Yo tenía que hacer un esfuerzo para seguirlos bajando y considero que puedo bajar rápido. Mi pie derecho era mi punto débil en las bajadas porque me lo lastimé en noviembre del año pasado en un accidente y quedé sin correr por más de seis semanas. También estaba claro que mis pies estaban tiernos de suelas y las bajadas exacerbaban la fricción con las plantillas. Además tenía las zapatillas llenas de arenilla por todos los cruces de lodazales y quebrabas. Los viejos seguro estaban igual que yo — si ellos no se quejaban, yo menos iba a hacerlo.
Teníamos tiempo de sobra contra la hora de corte cuando llegamos a #9 – Habron Gap Parking, 19:40 versus 21:00 pero había perdido un poco contra el colchón que había estado llevando durante el día. Mis compañeros me decían que no me preocupara, tenía la carrera en el bolsillo. Tanto como quisiera haberles creído en ese momento, tenía grandes dudas sobre mi capacidad de terminar. Pero estaba contento porque ya había cruzado el umbral de la mitad de la carrera y de ahora en adelante estaba descontando de la llegada a la meta. Aquí había dejado mi bolsa de resurtido con una buena lámpara para la noche, una chaqueta de correr liviana, y un cambio de zapatillas. Había estado corriendo con unas Nike Zoom Kiger y me habían traído sin problemas hasta aquí pero pensé que las North Face me ayudarían por tan solo cambiar un poco la pisada para la segunda mitad de la carrera. Me senté a comer, y ver comer a Gary Knippling, mientras me cambiaba. El próximo tiro sería largo: 15.68km antes de llegar a #10 – Camp Roosevelt, 102.40km. Ya casí podía reir pensando en una apuesta que había hecho con un Réptil que me va tener que acompañar en Fat Dog 120. Solamente me faltaban 64km para terminar, ya las distancias se sentían manejables y no tenía ninguna avería mayor. Ahora venía la noche larga.
Venía una de las subidas más prolongadas de la carrera y la iba a tomar con calma con mis compañeros marcando el paso. Era hora de ahorrar energía para llegar con fuerzas a la mañana. Si duraba la noche ya podía contar con que tenía la carrera en la palma de mi mano. Aún así, la noche siempre es larga y pone a prueba la voluntad de todos los corredores cuando el cuerpo comienza a pedir descanso a gritos. Ya yo estaba contento con todas las subidas que venían, cada una me daba ventaja relativamente contra la mayoría de los otros corredores. Una de las cosas que más me gusta de las carreras de ultra-distancia es que cada corredor hace su carrera y todos estamos para ayudarnos y apoyarnos por largas horas. Aunque hable de ventaja, esta carrera solamente tiene un competidor: yo, los demás son mis compañeros y cada uno de ellos tiene su propio evento, sus metas. Cuando llegamos arriba de la montaña ya se podían ver las luces en el Valle del Río Shenandoah. A cada lado del lomo de la montaña se veían luces y la luna brillaba entre los árboles. Estaba en otro mundo, estaba en una aventura de proporciones épicas luchando contra dragones míticos. A las 23:22 llegamos a la estación y habíamos ganado tiempo contra el corte que era a la 01:15 del domingo.
Próxima parada: #11 – Gap Creek/Jawbone I, 111.68. Llegamos a las 02:06 y el corte era 03:45. La próxima sección rumbo a #12 – Visitor Center fue fantástica, iniciando con una subida empinada y luego una larga corrida por el espinazo de Massanutten Mountain. La noche estaba fría pero mi chaqueta me mantenía bien mientras estuviera en movimiento. Si me detenía no tenía protección alguna contra el frío, moverme era obligatorio para sobrevivir en los 40F y evitar que el factor de enfriamiento me robara el calor corporal con el viento que soplaba sobre la montaña. Teníamos que estar pendientes de las balizas reflectoras que nos indicaban el camino y asegurarnos de no cruzar ninguna de las cintas rojas que marcaban los caminos falsos. Ahora estaba gozando mi corrida. Sorprendente-mente no estaba destruido como había anticipado. Pensé que a estas alturas iba a estar babeando y avanzando a gatas por el camino, luchando por encontrar reservas donde no existían. Nó, estaba corriendo feliz, disfrutando de una noche estupenda, cómodo y bien acompañado. De paso, Gary se había quedado en la estación a dormir un rato así es que ahora corría con Paul, quien había metido cuatro semanas sólidas de entrenamiento antes de la carrera cubriendo 90 millas (144 kilómetros) por semana. ¡Impresionante! La bajada de esta montaña estuvo empapada cruzando quebradas frecuentemente. Ya estaba pensando en la fogata que nos esperaba en el próximo puesto.
A las 05:25 llegamos al Visitor Center, ya con luz del día y dos horas de reserva contra el corte. Habíamos avanzado bien a través de la noche. Ya llevaba 125.28km del recorrido detrás de mi. Conversando con Paul se me pasó volando la noche. Paul iba adelante mío y yo solamente me dediqué a mantener el paso con él. Las pocas veces que iba delante también estaba apretando para asegurarme de amanecer con buena ventaja. ¡Café, quería cafe! En el Visitor Center había de todo pero ya yo no podía comer tanto. Hasta huevos fritos con tocino me ofrecieron y yo pasé la oferta. Durante la noche había tomado sopas calientes en las estaciones, y café. Unos cuantos emparedados de queso a la plancha también me ayudaron. En todas las paradas había gente tirada, dormida junto a las fogatas que tenían prendidas. Ahora que el sol comenzaba a brillar era hora de dejar lo que me quedaba en el camino. ¡Solamente un maratón más y terminaba esta carrera! Nada mas…
La estación #13 – Bird Knob no tiene hora de corte y está arriba de un cerro. En la subida nos encontramos con John con quien habíamos intercambiado posiciones a través de la carrera y ha completado este evento varias veces. Este tramo nos lleva a los 130.88km recorridos. La subida fue larga pero agradable. Ya Paul me estaba dejando atrás fácilmente en la subida, sus largas horas de entrenamiento lo mantenían fuerte después de tantas horas corriendo. Por suerte estaba dispuesto a esperarme pacientemente y yo hacía un gran esfuerzo por avanzar a buen ritmo. John ya estaba llegando arriba cuando lo alcanzamos y nos mantuvimos juntos hasta la pequeña estación que nos esperaba. Me tomé varias tabletas anti-ácidas que habían en la mesa y metí otras en mi bolsillo. Ya estaba con acidez estomacal de tanto Gatorade que había tomado pero no quería cambiar a agua a estas alturas. Yo creo en el dicho Irlandés que dice que si algo funciona, no lo arregles. ¡Ya solamente faltaban un par de estaciones antes de la meta!
Antes de llegar a #14 – Picnic Area, 141.12km, teníamos que subir otra pendiente y luego nos esperaba la bajada más larga de todo el recorrido. Rápidamente salimos de la subida e iniciamos el descenso. Ya estaba cansado, me dolía la espalda inferior y no podía bajar muy rápido. Estaba comenzando la etapa de las dudas y la oscuridad mental producida por el cansancio me causaba ansiedad. Tan cerca y me sentía que no podía avanzar lo suficientemente rápido como para terminar. Paul finalmente me dejó atrás, y John también. El recorrido estaba hermoso corriendo paralelo a una quebrada que corría llena de agua, las flores adornaban todo el entorno, y yo estaba entrando en una desesperación porque pensaba que no iba a poder terminar… ¿Cuando iba a llegar a la estación? Trataba de correr y apenas avanzaba con unos pasos que parecía que arrastraba los pies. Cambié el paso a una caminata rápida y lo mezclaba con unas zancadas largas. Estaba comenzando a imaginar que veía la calle que me había dicho Paul que estaba cerca. Pero nunca era lo que yo pensaba. Estaba casi alucinando, viendo formas en la periferia de mi visión que llamaban mi atención pero nunca eran lo que yo percibía. Estaba muy, muy cansado y mi mente me estaba jugando bromas. Veía el reloj y el tiempo transcurría en cámara lenta pero ya se hacía tarde. ¡La duda me atacaba! Me encontré a John tomando un descanso mientras vaciaba su vejiga. Me dijo que Paul nos había esperado y que la estación estaba a tres kilómetros. ¡Tres kilómetros más! ¡Y en subida ahora! Que angustia sentía. ¿Cómo iba a hacer para terminar?
Dejé a John atrás mientras trataba de quemar todo lo que tenía. Ya me estaba comiendo unas gomitas de Power Gel, y todo lo que llevaba encima, para tratar de reactivar el cuerpo y salir del hueco negro en el que me sentía. De repente apareció una mujer y me dijo que ya estaba cerca de la estación. Más rápido corrí. Llegué a la estación a las 09:13 y el corte era a las 11:00. Pregunté cuanto faltaba y lo que me dijeron hizo que el fondo se me cayera. Los números eran inmensos y entré en pánico, rellené mis botellas y me fui sin decirle a Paul, que estaba comiendo y conversando con una chica. ¿No entendía cómo se me había ido la carrera de las manos? Había corrido tantas, tantas horas y no iba a llegar dentro de las 36 horas que tenía para terminar. Salí corriendo con todo lo que me quedaba ahogado de dudas. Y el marcaje ahora estaba dudoso, habían cintas en el piso y las cintas rojas estaban fuera de lugar. ¡Ahora sí estaba destruido! Al rato me alcanza Paul: ¿que te pasó Irving, ni te vi salir? Le conté de mis dudas y el me sacó una tablita de su bolsa: «mira los números, tenemos tiempo, estamos bien». Gary Knipling y Leonard Martin todavía estaban detrás de nosotros y ellos siempre terminan esta carrera.
La estación que seguía era #15 – Gap Creek/Jawbone II, kilómetro 155.36, y estaba a 14.24km. Luego seguía la meta a unos 11.04km más. Tenía seis horas y cuarenta y cinco minutos para cubrir veinticinco kilómetros. Ya podía caminar a la meta y terminar. En un momento de debilidad la duda me había robado todas las fuerzas y la desesperación casi me hace llorar. Ahora estaba saliendo de ese hueco, pero me quedaban dudas. Mientras avanzábamos Paul me animaba y yo daba todo lo que me quedaba para subir la penúltima e interminable loma que teníamos por delante. La pendiente se iba poniendo ridículamente más difícil y al final subíamos por una quebrada, por las piedras en medio del agua metidos en un pequeño cañón y Paul me llevaba cientos de metros de ventaja. Aún así, habíamos estado pasando gente a diestra y siniestra y yo venía resoplando como un burro. Mi motor diesel venía botando humo negro y sentía que iba a reventar un pistón o se me iba a torcer una biela. ¡Pero ya estaba tan cerca! Qué mezcla de emociones, la alegría de estar llegando a la meta, las ganas de parar y la duda que era cómo un grillete alrededor de mi pie derecho.
La bajada a la estación se me hacía interminable. Paul me daba un estimado de llegada de 13:00 y la hora de corte era 14:00, dentro de mis posibilidades. Nos alcanzamos a Steve, y lo pasamos. Poco a poco íbamos progresando a través de los corredores. La verdad es que estar pasando gente a estas alturas me daba algo de ánimo sencillamente porque me indicaba que había guardado suficientes reservas para poder seguir moviéndome. Finalmente llegamos a las 12:01, prácticamente dos horas por debajo del corte. Esto estaba casi terminado, solamente una subida más y la larga bajada a la meta ya la podía caminar y terminábamos con esta gran odisea. Increíble, ya estaba llegando, ya estaba cerca de completar lo que hace tan poco tiempo me pareció imposible. Un par de corredores nos volvieron a pasar en la bajada hacia la meta pero ya era irrelevante: esto era solo cuestión de minutos y terminábamos lo que había comenzado en la madrugada del día anterior. A las 34:17:19 cruzamos juntos la meta. ¡Paga Lagarto! Ahora vas a tener que correr Fat Dog 120 millas conmigo…
Ahora si que Rompi-stes el record! Eres un barbaro! Felicidades!