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Reporte de Javelina Jundred 2010

Spiderman y Luis Carlos en la meta

Luis Carlos Stoute y yo terminamos este domingo 24 de octubre el Javelina Jundred 2010, un ultra maratón de 163 kilómetros, en 28:46:53. Increíblemente, cruzamos juntos la meta. Cada quien hizo su carrera individualmente, pues fue poco lo que corrimos juntos. Pero al final nuestro tiempo fue idéntico. Este es el evento que me ha exigido la mayor determinación para terminarlo: eran seis vueltas cruzando por la meta/partida y era muy fácil retirarse en cualquiera de esas vueltas.

La carrera consistía en seis vueltas de 24.78kms y una vuelta de 14.48kms, un total de 163.16 kilómetros (es difícil hacer que estas cosas salgan exactas). Cada vuelta era en sentido contrario a la anterior, comenzando en el sentido del reloj. LC y yo corrimos juntos gran parte de la primera vuelta, pero en algún momento nos separamos y ya no volvimos a correr juntos hasta el último kilómetro antes de la meta que cruzamos juntos. Mi meta era terminar esta carrera y en cada vuelta me tomaba un buen descanso, acompañado de una Sierra Nevada Pale Ale. LC llegaba al final de cada vuelta, se re-abastecía y partía inmediatamente.

Tal vez, si no hubiese estado confiado de poder terminar esta carrera, hubiese sido más razonable imitar a Luis Carlos y no perder tiempo que después me podría hacer falta al final de la carrera. Pero mi análisis del paso necesario para terminar en 30 horas me llevó a la conclusión de que tenía «todo el tiempo del mundo». Luego la realidad me iba a dar un mazazo, pero aún así terminamos con una hora y sencillo de margen. Mi vuelta más difícil fue la quinta.

La segunda vuelta la di con mi cámara, tomándole fotos a los otros corredores y sus disfraces. Fue muy divertido correr como el «Hombre Araña» toda la carrera, con máscara y todo. Recibí mucha energía de los demás corredores que me decían «good job Spidey!». La gente se preguntaba cuando me iba a quitar el disfraz y correr como gente normal, pero crucé la meta con mi traje de hombre araña. La máscara sí me la quite en la sexta vuelta, pues ya era hora de quitarme los guantes y pelear de verdad con esta carrera. Solamente me quedaban unas 8 horas para completar 39 kilómetros, todo el tiempo del mundo en condiciones normales (pero ya llevaba 124).

La carrera fue todo lo que esperaba de una carrera de esta distancia en el desierto. Partimos en la oscuridad de la madrugada, a las 6am y vimos un amanecer espectacular. Luego el día se fue poniendo caliente, y el sol estaba abrasador. Me tocó hacer algo de control de temperatura pues mi disfraz estaba caliente bajo el sol que brillaba con fuerza. Me había puesto un pañuelo alrededor del cuello y me lo mojaba con agua helada para enfriarme. El traje completo resultó fresco por la gran superficie que tenía para evaporar agua, pero era un trabajo constante. La luna salió en la última hora de luz y me tocó ver el sol ponerse mientras la luna se levantaba.

En la tercera vuelta llegué al campamento principal con luz, a las 4:44pm, pero sabía que pronto se ocultaría el sol. Salí a la cuarta vuelta con mi lámpara en la cabeza por si acaso la necesitaría. Nunca usé mi lámpara pues la luna brillaba en el cielo y habían muy pocas nubes para ocultarla. Mi sombra se veía claramente en el piso, y, además, el Hombre Araña puede ver claramente en la oscuridad. Esa cuarta vuelta sería una de mis más placenteras experiencias: corrí con fuerza ahora que la temperatura había bajado y el entorno se volvía mágico, místico. Estaba feliz de estar gozando de esta experiencia rodeado de toda la fuerza que hay en el desierto, donde la vida araña su existencia en uno de los ambientes más hostiles de este planeta. La vueltas contra reloj resultaron ser las más fáciles pues la subida era muy gradual. Yo aún estaba entero.

Cuando salí de Coyote Camp, a 8.69km de mi próxima vuelta, todavía tenía a LC por delante y no pensé que lo volvería a alcanzar pues me llevaba buena ventaja. Como en todas mis vueltas, iba pasando gente poco a poco. Había escogido salir en la cola del paquete para poder hacer una carrera de menos a más, y por ahora las cosas salían de acuerdo al plan. Cada vez que veía una luz por delante me ponía contento: otro corredor que alcanzarme. Yo iba sin luz y podía ver todo el entorno claramente. Me imaginaba lo oprimente que podría ser correr con una luz en la noche, donde el campo visual se limita a lo que la lámpara puede alumbrar. Cuando me alcancé al corredor que tenía por delante resultó que era LC, venía con los pies adoloridos, un poco lento. Corrí con el un rato mientras conversábamos, pero luego decidí que aprovecharía apretando para poder tomarme otra cerveza mientras el me alcanzaba.

Al final de la cuarta vuelta había pizza en la base. ¡Que delicia un par de pedazos de pizza de chorizo italiano caliente con una Pale Ale! Mientras yo me comía mi deliciosa pizza llegó LC, se abasteció rápidamente y volvió a dejarme atrás. Esto ya era un relajo… Comencé a pensar que podía suceder que me pasara como a la liebre y la tortuga. Pero qué bien se sentía sentarse y relajarse por un rato. Siempre salía recargado de cada parada larga que hacía. No estoy seguro que hubiese podido hacer una carrera como la de Luis Carlos, que realmente estaba descansando muy poco. La mayoría de los corredores seguían un plan como el de Luis Carlos, pasando rápidamente por las estaciones, perdiendo el menor tiempo posible. Aparte de comer, aprovechaba cada vuelta por la base para ir al baño. Era necesario que alguien me ayudara a bajar la cremallera del disfraz de hombre araña. Para mi era imposible llegar al punto intermedio de mi espalda.

En la quinta vuelta me quité el pañuelo que estaba húmedo aún y me estaba dando frío. También dejé mi lámpara pues no quería más molestias en la cabeza. Esta vuelta era la más difícil de las direcciones por que había una subida rocosa y empinada que castigaba un poco los pies. Después de una hora subiendo me pareció que nunca iba a llegar a Coyote Camp, el primer puesto de ayuda en esta dirección. Varias veces traté de correr y me golpeaba los pies con las rocas. Ya me estaba cansando y no estaba levantando los pies suficientes para poder correr loma arriba. Varias veces tropecé y estuve a punto de caer antes de llegar a Coyote Camp. En Coyote Camp hice una para un poco larga mientras tomaba sopa de fideos calientes, ¡qué rica que estaba esa sopa! Ya estaba encontrando que en cada estación habían corredores desertando la carrera, acabados, adoloridos, con el espíritu y el cuerpo partido. Ya era obvio que esta es una carrera difícil…

Salí reconstituido de Coyote Camp hacia Jackass Junction, la próxima estación. A la mitad del camino a Jackass ¡me caí! Por estar mirando el cielo, o algo así, no vi un desnivel en el sendero. Rodé por el piso y sentí un dolor intenso en mi espalda inferior. Cuando me levanté estaba en problemas: no podía correr. La tensión de los músculos tratando de evitar el piso me dejaron todo apretado y cada pisada me producía un dolor intenso en la columna. ¡Peligro Will Robinson! ¡Scottie, sácame de aquí! Mi sentido arácnido estaba produciendo alerta roja. Y ahora, ¡quien podría defenderme! Bueno, hora de sacar del fondo del barril. Podía caminar, solamente me repetía que era hora de ser tenáz, no parar, no parar, no parar. Me tomó lo que pareció una infinidad llegar a Jackass Junction, estaba completamente apagado cuando llegué. Por suerte el personal de ayuda de esta estación era muy animador y me reconstituyeron prontamente.

Nuevamente salí con energías renovadas de la estación de apoyo, pero esta vez no me duraron mucho. Comencé a notar que había un patrón en el bajón de mis fuerzas: ya no podía llegar de una estación a otra con tan solo lo que comía en la estación. Era hora de usar una nueva estrategia alimenticia por que mi cuerpo ya no tenía la capacidad de mantener mi ritmo con sus propias reservas. Por suerte llevaba un Power Gel en mi cinto y lo usé por primera vez. Al poco rato sentí como mi energía volvía a surgir. Ya estaba llegando de vuelta a la base y me encontré con LC y Margaret. Les conté lo que me había pasado, brevemente, y les animé a que apretaran el paso para terminar con tiempo. Pero yo, en ese momento, dudaba que pudiese hacer el tiempo de corte para la carrera.

Al llegar a la base le expliqué a Lorena lo que estaba pasando y le pedí que me diera una masaje en la esplada inferior con árnica. Ya en la vuelta anterior me había untado árnica en la rodilla izquierda, y, junto una par de Panadol, había tenido un efecto positivo. Tenía unas ganas bárbaras de otra cerveza, pero ya estaba muy preocupado con mis posibilidades de terminar. Lorena me animaba, me alentaba, y su confianza me dio fuerza para volver a la batalla. Sin ella hubiese sido imposible que terminara esta carrera. ¡Qué suerte poder contar con su apoyo en estos momentos! Con Lorena Y Margaret en la base, cada vuelta era un parada técnica crucial: nos buscaban comida, nos rellenaban las botellas, y recargaban nuestro ánimo.  Esta era la hora álgida de mi carrera, cuando mis ánimos y mi confianza estaban en el piso. Iba a tener que correr con los vapores del tanque de diesel…

Por suerte la sexta vuelta era en la dirección más gentil, una subida muy gradual hasta la bajada con piedras. Comencé con las piernas de plomo pero, poco a poco, fui aumentando mi ritmo. Pero esta vuelta me deparaba sorpresas: ahora estaba teniendo que parar con frecuencia para orinar. Cada parada era una odisea para quitarme el vestido – primero tenía que quitarme la botellera, luego bajarme la cremallera (que ya estaba dejando a medio camino), quitarme las mangas, y luego hacer lo que tenía que hacer. Entonces, a repetir el proceso en sentido contrario. Por otro lado, ya sentía que la uña del dedo gordo del pie derecho estaba destrozada por una de las rocas que había pateado. Por suerte me había cambiado las zapatillas en esta vuelta – ya las anteriores me estaban apretando mucho, tenía los pies hinchados. Ahora estaba consumiendo Power Gels constantemente para mantener el cuerpo funcionando.

Además de necesitar de alimentación constante, ya era necesario hacer uso de una voluntad férrea para avanzar: el sueño estaba haciendo que tambaleara, como si estuviese borracho. ¡Pero ya llevaba dos vueltas sin pintas! Pensaba: aaah, que buenas que van a estar esas cervezas en la meta. Vi varias estrellas fugaces, pude ver conejos muletos, y escuchar coyotes aullando. Ya pronto estaría saliendo el sol, el alba coloreaba el este de rosado, y se estaba intensificando rápidamente hacia rojo. Le estaba dando la vuelta al reloj, y con la luz que nacía en el este mis energías se iban reponiendo. Escuché a las aves trinar, sentía como despertaba el desierto. Estaba cruzando un umbral, había atravesado la oscuridad y regresaba a la luz, al lado de la fuerza. ¡Si se puede! Estaba contra las cuerdas del tiempo, pero podía pelear, estaba tirando puño y patadas.

Finalmente llegué a Coyote Camp. Ya estaba encontrando a los corredores que estaban en su última vuelta, la vuelta corta. Entre ellos me encontré a un Marine que estaba por retirarse al terminar su tercera vuelta. Habíamos corrido juntos varias vueltas, sentí su tristeza cuando contemplaba parar de correr. Pero, al igual que muchos, sacó fuerzas y perseveró. En Coyote Camp volví a recargar las baterías, recoger alimentos, y continué mi descenso al retorno, y mi última vuelta. Esperaba ver a Luis Carlos y Margaret en cualquier momento. Finalmente los topé a un par de kilómetros del retorno, según LC a 19 minutos de la vuelta. En ese momento yo venía caminando, pero apreté nuevamente con los ánimos que me dieron.

Al llegar a la última vuelta me encontré con Lorena esperándome en el camino. Corrimos juntos de vuelta a la base mientras planeábamos lo que haríamos: otro masaje de árnica, más Panadol, rellenar botellas, y a dejarlo todo en el camino. Tenía tres horas y media para terminar la carrera, los 15 kilómetros que me faltaban. Cada vez que pasaba por la meta sentía el apoyo de todos los espectadores, que alegría. A los niños les encantaba ver al Hombre Araña y chocábamos los puños. Hice paradas para fotos con varios chicos, era espectacular, pero ahora era Peter Parker – ya me había quitado la máscara.

Esta última vuelta sería sobresaliente, iba a correr de verdad. Toda la carrera hasta este momento había sido enfocada en llegar al presente instante, al momento de la verdad. Suena bonito, pero estaba hecho pulpa. Iba caminando y corriendo con un pasito corto. De repente me viene pasando un grupo de tres corredores, una mujer en su última vuelta y dos «pacers» acompañándola, una pareja. El hombre, de mi edad, y con Vibram Five Fingers me pide que los acompañe. Hago el intento y me voy quedando lentamente atrás. Lee no me abandona, se queda conmigo conversando y me anima. Yo le sugiero que regrese con su corredora y no la abandona. Me dice que ellas posiblemente prefieren ir conversando entre ellas. OK, me resigne a la compañía y decidí que le sacaría provecho.

Tuve mucha suerte pues Lee era un corredor excelente y iba a resistir todo lo que enviara. Increíblemente, yo estaba logrando mantenerme con él, y estaba apretando más el paso. Estaba surgiendo, alcanzando gente, incluso a la pareja de Dawn (la corredora) y Jean, su pacer (la esposa de Lee). Lee ha corrido 60 maratones, incluyendo Boston 5 veces. El sol estaba caliente, pero, como era temprano, todavía no me incomodaba. Había una larga fila de corredores por delante, y todos iban cayendo ante el paso que estábamos marcando subiendo la loma hacia Coyote Camp. Lee y yo íbamos conversando cómodamente a un paso de 6:45 el kilómetro (en estos momentos se sentía como si fuera un avión de caza). Y con cada paso estaba más cerca de cumplir con la meta del día, iba a terminar bien, bastante bien al tomarlo todo en cuenta.

Al llegar a Coyote Camp nos pasamos otro grupo de corredores. Rellené todas mis botellas (2 botellas, 1 en la mano y otra en el cinto), tomé un par de Power Gels, me comí otro, un último pedazo de pastel de zapallo, y a cerrar el espectáculo. El retorno era una bajada gradual con excelente superficie de arena compactada. Fuimos apretando en crescendo, mejorando el paso ahora que estábamos en bajada. Ya había soltado los frenos y aprovechaba la gravedad. Había más gente por delante y, poco a poco, los íbamos alcanzando y pasando. Finalmente llegamos a la ruta del camino principal, faltaban unos tres kilómetros y todavía tenía fuerzas.

Al poco rato veo en la distancia a una pareja familiar: eran Luis Carlos y Margaret. ¡Los había alcanzando! Increíble, después de 160 kilómetros íbamos a correr juntos nuevamente, y terminar en equipo. Ya Lee sabía que tenía a mis amigos por delante y, cuando se los señalé, me dijo ¡vamos por ellos! Ya Lee me estaba rociando con agua fría de su botella para ayudarme a manejar el calor. Lee le grito a Luis Carlos que mejor apretara el paso o se quedaba atrás. La voz de Lee sorprendió a LC y Margaret. ¡Qué suerte que tengo! Seguimos juntos, jubilosamente hasta la meta. Un final espectacular después de todo los experimentado. Una vida en una carrera. ¡Wow!

Por Irving Bennett

Siempre listo.

4 respuestas a «Reporte de Javelina Jundred 2010»

Irving, great story. Im the big guy in white and nathan pack. Nice job, congratulations. What an accomplishment, and you did it in style. I had to look you up, I knew we had something in common, Sierra Nevada Pale ale, my favorite. shoot me an email, I’d like to ask you some training questions. nice to run with you for a short time. btw, I stopped after 5 laps. No juice left. I’ll be back!

Gracias Ernesto! Fue una gran experiencia para la que me fui preparando a través de muchos años. Valió la pena, y ahora quiero más. Voy por Western States 100, junto con Luis Carlos, y, tal vez, Roger.

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