Hellbender 100 millas
El viernes 12 de mayo corrimos Hellbender 100 millas. De Panamá fuimos Mónica Costarangos, Cristi Mata, Iñaki Lasa, Jose Orillac, Chemi Mandarakas, Andrés Muñoz y yo. ¡Todos terminamos! Encontré la carrera más dura de lo que anticipé, tenía más elevación de lo anunciada, mayor distancia, y unas secciones que han sido lo más duro que he encontrado en una carrera de 100 millas. Y, para echar sal a la herida, me perdí un giro llegando a la meta y terminé corriendo unos 6 kilómetros adicionales.
Manejé desde Washington, DC, directo a la partida. Dormí en el auto porque me tocó un Suburban que me dieron en reemplazo del auto compacto que había alquilado. Tal vez hubiese dormido mejor si colgaba mi hamaca, pero quise probar el auto como cama. En la madrugada me desperté una hora antes de la partida y llegué en los últimos minutos antes que arrancara. El resto del grupo había llegado hacía rato.
La carrera partía con una buena trepada. Pronto se forma la línea de conga en un sendero que nos llevó hasta una calle que seguía trepando y permitió que ya cada quien marcara su propio ritmo sin tener que estar pidiendo permiso para pasar. Yo quedé bien acomodado desde el inicio, y quedé atrás de mi grupo también porque ellos partieron con apuro desde el inicio. Al finalizar la trepada me encontré con Andrés y Chemi. Correría con ellos casi hasta el final.
La primera trepada no fue tan larga como otras que venían más adelante. La bajada a la estación fue algo superior porque el sendero tenían una pendiente cercana al 10% y estaba nítido, apto para correr libremente, de los mejores senderos que he visto. Las primeras estaciones eran muy básicas porque estábamos remotos dentro del bosque. Esta estación era muy básica, agua, electrolitos y geles.
Cuando llegué arriba de la primera gran trepada me encontré al Chivo y a Wes. El resto del equipo parece que nos sacó una buena ventaja desde un principio. Esta trepada tenía 983 metros de ganancia, una de cinco trepadas grandes. Ibamos muy por delante de nuestra predicción, estábamos cerca del paso para 28 horas, principalmente porque el terreno permitía correr. Este tiempo iba a ser un buen colchón para cuando las cosas se pusieran duras más adelante.
Mi memoria de esta carrera está toda borrosa, curiosamente. Generalmente tengo recuerdo vívidos de la carrera pero estaba vez todo se me ha vuelto como indeterminado. Creo que no dormí bien antes, durante y después de la carrera. Sin querer me dormí en un sillón cuando terminé y desperté cuando regresaron el resto de los corredores de una barbacoa con los Orillac, Moses, Rettally.
Hellbender (es una salamandra, la más grande de los EEUU) estaba dura. Tenía más elevación y más distancia de lo que habían dicho. Nada malo ahí, prefiero pagar por menos y recibir de más. Pero, también estaba algo más técnico de lo anticipado. Particularmente, la bajada de Mount Mitchell estaba ruda. Varios habíamos pensado que íbamos a poder recuperar tiempo en las bajadas. Este no fue el caso. La pendiente era elevada, el camino era una bajada de piedra, y hasta soga había en unas secciones.
Ya bajando, la penúltima bajada, me encontré en un sendero que atravesaba matorrales (otro pedreguero). De repente caí en cuenta que estaba soñando, despierto. No tenía sentido lo que estaba pensando. Paré para aclarar mi cabeza y no tenía idea dónde estaba. Hice un recuento y recordé que estaba en una carrera, que estaba tratando de terminar la carrera, y que estaba en Carolina del Norte. Logré re-conectar con la realidad y seguí avanzando a un ritmo mejorado.
Nunca me recuperé del todo de la deprivación del sueño y me pasé toda la tarde teniendo alucinaciones visuales leves, especialmente osos al borde del camino. Habían unos troncos quemados, negros, por todos lados y yo veía osos. Otras alucinaciones de este tipo se daban, veía niños y gente que se escondían cuando me estaba acercando. Todas eran plantas al borde de la calle.
Lo peor del final de la carrera fue que al final, bastante cerca de la meta, me perdí. Me pasé un giro que me sacaba de la calle y nos llevaba directo a la meta. Un cristiano me salió al frente (venía en dirección contraria) y me dijo que iba mal. Cuento corto, me enseñó un atajo, y me volví a perder. Unos samaritanos en bicicleta me rescataron y terminé mi carrera un par de hora más tarde.
Chapa y Chemi, que me acompañaron casi toda la carrera, terminaron antes que yo porque los había dejado atrás en una de las trepadas. Sin su compañía no hubiese llegado a la meta. Las mochilas me lastiman la espalda. La alimentación la he arreglado con Ensure. Como nos llovió toda la noche, los pies se me maceraron. Las estaciones de apoyo estaban tres con dos.
Nuestro personal de apoyo, Rets, Suzanne, Adela, y Emanuel, hicieron toda la diferencia en las transiciones. Tal vez nos demoramos un poco más de lo debido cuando nos atendían, pero, al final, salíamos contentos y repletos de energía de cada una de esas transiciones.
Gran cronica!!! No hemos comentado, pero tambien me pegué un par de alucinadas…