El Tiempo pasa

¡Qué rápido pasa el tiempo! Nadie puede decir que yo me siento viejo, y menos que actúo cómo un viejo. Por el contrario, algunos en la familia están esperando el día en que «crezca». Acabo de ir al baño, algo que puede ser más íntimo de lo que deba comentar, pero relevante. Me encontre con una revista de Outside Magazine que juraría que compre hace poco. Ya tiene cinco (5) años de estar dando vueltas por mi casa. En la portada de la revista estaba Brad Ludden, un joven remero que ya ha logrado mucha fama remando kayaks. Cuando yo era más joven, jamás encontré a alguién con un remo en la mano en la portada de una revista de deportees.

La primera vez que logré enderezar un kayak volteado fué hace más de 20 años, cuando aún estaba en la universidad. Escogí kayaking como una de las materias de educación física que eran obligatorias en cada semestre. Parecería extraño que hubiese escogido esa materia, pero crecí rodeado de catálogos de kayaks que no se de donde sacaba mi viejo. Nunca compró su kayak, mi viejo, pero me dejó con la curiosidad de saber que es lo que tanto le atraía (en teoría). Bueno, ya se por que puede que le hayan atraído los kayaks a él. Pasaron casi 20 años antes que yo tuviera mi propio kayak.

Ahora los kayaks son una cosa muy grande en la industria de deportes en los Estado Unidos. Para mi no son nada de moda, y en realidad creo que tampoco son mucho de moda para los que reman kayaks. Aun que paso algo de mi tiempo tratando de explicar el atractivo de los botes a mis amigos, se que los que reman lo entienden desde el principio. No es cuestión de moda, es cuestión de principio, de comunión, de integración. El agua es fuente de vida y los kayaks nos llevan a un contacto íntimo con ella, al igual que la pesca submarina. De igual importancia, todos los que participan en los viajes para bajar ríos en kayaks, los regulares, forman lazos que perduran: son lazos forjados en la intimidad de la aventura compartida en medio de la naturaleza.

Estoy contando los días para poder llevar a mi hijo a remar conmigo. A mi esposa llevo años tratando de convencerla, pero no he tenido éxito. Con Irving, por el contrario, tengo que dejarlo en la casa a la fuerza. Por el, féliz de venir agarrado de mi espalda a horcajadas de mi kayak. Laura es igual: los dos estan ansiosos de venir a remar. Ambos, mis dos hijos, «son esclavos de todo lo que tengo en alta estima». Al igual que yo heredé tantos hábitos de lo que mi viejo estimaba.

Pero, bueno, el tiempo esta pasando y yo tengo que aprovecharlo al máximo. Cada minuto desperdiciado es un minuto que no va a regresar. Ahora estoy remando con mis sobrinos. Mis amigos están mancando en sus animos par ir a remar, o su compromiso con el trabajo los tiene alejados del río. Otros tienen que batallar con sus miedos para atreverse a ver al río de frente una vez más. Como sea… nunca vamos a remar en la misma agua. El río siempre se renueva y cada bajada es tan fresca como la anterior. Lo único viejo en el río somos nosotros, quienes nacemos con un solo cuerpo que usamos hasta que ya no sirva para más nada. Pero el río siempre está esperándonos tan fresco como la primera vez, siempre con aguas vírgenes que jamás han sido remadas.

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