Panama Canal Triathlon
Este domingo participé, y terminé, en el Panama Canal Triathlon, un medio Ironman que organiza la Unión de Triatlón de Panamá. Este era el segundo de estos en que participaba y ya sabía que esperar del evento: mucho sufrimiento en la corrida. Este triatlón solamente es la mitad del que me toca en noviembre, el Ironman de Cozumel. Pero la corrida en esta carrera es al medio día y nos tocó un sol importado del mismo infierno. Casi me retiro cuando llegué al final de la calzada, en el primer cuarto de mi corrida.
Las distancias de este evento son 1,800 metros nadando, 90 kilómetros en bicicleta, y 21 kilómetros corriendo. Este evento sería mi termómetro para ver cómo va mi preparación para Cozumel en noviembre. La nadada, que es lo que menos practico (si es que se le puede llamar práctica a lo poco que nado), era lo que menos me preocupaba pues en esta ocasión venía mucho mejor preparado que en todas las veces anteriores. Esta vez había practicado suficiente para sentirme cómodo. Esta vez también contaba con la ayuda de Rogelio, mi hermano, a quien pensaba seguir en la nadada y ayudarme de la tracción de nadar en su estela. Este plan lo truncó Roberto Brenes cuando, a unos 300 metros después de haber partido, se interpuso en mi camino y me separó de Rogelio. Mis ánimos fueron bajando cuando vi que Roberto no pudo mantenerse en la estela de Rogelio, y yo no pensaba hacer el esfuerzo por alcanzarlo. En ese momento me fue pasando Esteban Vissuetti y decidí que él sería quien me llevaría remolcado en esta vuelta. Por suerte Esteban tiene un buen estilo y una patada suave que me facilitó seguirlo. Desafortunadamente para Esteban, estuve tocándole los piés más de lo que es cortéz, pero no tenía otra opción ya que la visibilidad era casi nula y no podía verlo.
Salí del agua en mucho mejor forma que la vez anterior. Hice mi transición con calma, pero me sentía bastante bien. Sabía que la bicicleta no sería mayor problema. Pero me preocupaba el culo por qué no había montado bicicleta en más de tres semanas. Craso error, aún cuando las piernas estaban frescas, al llegar a Gamboa ya tenía un dolor intenso en el trasero que me martirizó por el resto de la pedaleada. Aún así, este año mejoré en media hora la bicicleta. Esto era fácil de lograr ya que la última vez había hecho esta pedaleada como si fuera un paseo. Eso fue a propósito por que quería estar seguro de llegar con piernas a la corrida. Este año le metí más esfuerzo a la bicicleta por que estaba confiado que la corrida no sería ningún problema. Pero estaba equivocado…
Cuando llegué a la corrida eran las 11:00am y el sol estaba apenas comenzando a ponerse caliente de verdad. Y ya estaba muy caliente. Arranqué a correr con fuerzas y me estaba pasando a casi todos los que tenía por delante. Muchos ya estaban en su segunda vuelta y venían desgastados de su primera vuelta. Llegué bien hasta el final de la calzada, pero ya la temperatura la tenía elevada. Mi respiración estaba bien, las piernas estaban bien, pero ya sentía que el calor estaba golpeando mi corazón: las pulsaciones se me estaban elevando. Di la vuelta y comencé el regreso a tierra firme. Cuando llegué a la Isla Perico paré, estaba a punto de considerar retirarme, no valía la pena el esfuerzo de correr bajo ese sol infernal. Había pagado por sufrir y ahora estaba recibiendo lo comprado – tenía mi pasaporte sellado por el can Cerbero – había entrado al Hades.
Pero la verdad es que todavía no me he retirado de ninguna carrera que haya iniciado. Decidí que esta no sería la primera, asi fuera que gateara hasta la meta. Cambié mis expectativa para la corrida y acepté que caminaría la mayoría de los 21 kilómetros. Esto era una decepción por que estaba muy bien preparado para la carrera y venía de recorrer esa distancia en 1:38 hacía un par de semanas. En ese momento me alcanzó Ybon Gamecho, que me llevaba una vuelta entera de ventaja, y el también comenzó a caminar. Encontré compañía con quien compartir mi miseria. Lo acompañé hasta la meta caminando. Me contó que ya venía a punto de acalambrarse. Trató de correr un par de veces, pero siempre volvió y paró. Todo a lo largo de la calzada veía el sufrimiento reflejado en el rostro de todos los compañeros que pasaban de ida y de venida. Estábamos sufriendo a coro en la Calzada de Amador. ¡Qué partida de masoquistas!
Después que llegué a la meta con Ybon me tocó tomar la decisión de qué hacer: continuar o parar. Por supuesto que elegí seguir con el sufrimiento. No iba a desperdiciar la oportunidad y perderme este tour por los predios del mismo Diablo. Así es que seguí mi recorrido y arranqué en mi segunda vuelta de la calzada. Arranqué corriendo y nuevamente me sentía de lo mejor, pero era por que la caminata me había bajado la temperatura. Al par de kilómetros estaba caminando nuevamente. Pero hice un esfuerzo y corrí cada vez que sentía que se me bajaban las pulsaciones y la temperatura, especialmente cuando llegaba a los puestos de hidratación y me daba un baño con esponjas de agua fría. Eventualmente me alcanzó un tico que paró de correr al par de metros después de pasarme. Llegamos juntos al final de la calzada. De regreso quedó atrás cuando volvimos a correr.
Luego vi que Esteban Vissuetti, que me había sacado una buena ventaja en la bicicleta estaba a mi alcance. Cuando finalmente lo alcancé decidí que ya era suficiente para la corrida. Esteban ya estaba caminando y decidí acompañarlo también. Regresé caminando con Esteban desde Naos. Eventualmente el tico encontró su ritmo y nos pasó llegando a tierra firme. Cuando ya estábamos cerca de la meta Esteban sugirió que entráramos corriendo. Bueno, no quedó otra que arrancar a correr nuevamente. Pasé bajo el umbral de la meta en 3:18, casi media hora mejor que la última vez. Pero esa media hora la gané en la bicicleta. Este año había corrido un minuto más lento que el año anterior, a pesar de estar mejor preparado. El sol me había destruído. Al menos ya estoy seguro que estoy en buena posición de lograr completar el Ironman de Cozumel dentro del límite de tiempo: 16 horas.