Listo para el maratón de Panamá que corró mañana. Acabo de comerme un plato inmenso de pasta con ajo y aceite de oliva. Estoy terminando mi copa de vino y me voy a dormir. Mi meta es llegar antes de 3:30 a la meta. Es un objetivo difícil, pero posible. En la media maratón corrimos en una hora 38 minutos. Según ciertos cálculos de esfuerzos similares, debería poder correr en 3:27 el maratón completo, los 42 kilómetros. Me estoy dando 3 minutos de gabela para no morirme correteando una meta, y para ponerla más cerca de mi alcance.
Estoy bajo algo de estrés en estos momentos. Realmente preferiría no correr estos 42 kilómetros. Pero no está en mi corazón retirarme de un propósito por inconvenientes que pueden ser inconsecuentes. Posiblemente me estoy preocupando por pequeñeces, pero igual me elevan las pulsaciones y me ponen bajo el efecto del cortisol. Posiblemente lo que necesito es precisamente varias horas de otra clase de estrés, el estrés físico, concreto y real que produce correr una distancia tan grande. Y, al final de cuentas, grande es relativo: un español está corriendo en estos momentos 10 maratones seguidas. Creo que ya debe estar empezando su sexta maratón al hilo, o la esta corriendo ya, o posiblemente sea la séptima. ¿Qué es una maratón solita?
Voy a correr esta carrera sin medias para ver como me va. No es la mejor idea, pero he estado pensando hacer lo mismo para el Ironman de Cancún. No quiero explotar corriendo el maratón del Ironman, prefiero hacerlo en un maratón cualquiera, como este, por ejemplo. Además, en este puedo tener un par de zapatillas extras y medias disponibles para cambiarme si se me están destruyendo los piés. Lo que más me preocupa es que me pelé toda la piel del frente del dedo gordo por estar montando patineta el fin de semana pasado – descalzo, de noche, y con un par de cervezas encima (tal vez eran más de un par). La vida es una, tempus fugit.
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