Camino Real 2017

El 4 y 5 de febrero de este año caminos de Nombre de Dios a Boquerón Arriba. Hacía tiempo no encontraba el camino tan difícil. El Huracán Otto hizo estragos con el camino: había muchos árboles caídos, varios derrumbes en la vía del ferrocarril, y un cruce que año tras año se hacía más duro esta vez se volvió imposible y tuvimos que improvisar un desvío grande. Pero, como siempre, ese camino sigue siendo una de las rutas más espectaculares que tenemos en Panamá.
Hacía varios años no caminaba con un grupo tan grande. Eramos 23 caminantes y solamente Carlota e Yvonne, mi sobrina, eran las únicas que nunca habían caminado Boquerón. Como es típico cuando el grupo es grande, iniciamos la caminata un poco más tarde de lo usual. Entre una cosa y otra, a pesar de estar avanzando a un buen ritmo, y con pocas paradas, fuimos retrasándonos aún más en el camino por el Río Nombre de Dios. En general, y como cosa buena, en la caminata por el Nombre de Dios no vimos que hubiesen talado nada recientemente. Encontramos un para de lugares en donde habían puesto alambre a través del río, cosa que debe estar prohibido, pero nada más grave.

Al llegar a Brazo de Cedro, donde normalmente hacemos el desvío hacia la montaña, encontramos que los matorrales ya han ido recuperando algo de lo que habían talado anteriormente y el bosque se está recuperando. Esto es bueno para el bosque pero hace algo más difícil este tramo porque esos matorrales incluían muchas plantas espinadas y cortantes. Tanto es así que desde este punto comenzaron las variantes de la ruta ya que no llegamos al chorrito que siempre hemos usado como referencia para iniciar la trepada y decidimos comenzar la subida un poco antes por que la ruta por el valle de la quebrada estaba toda crecida y enmarañada. Creo que éramos de los primeros en hacer el cruce este año por esa ruta.

A media trepada hacia los rieles del tren, mientras cruzábamos uno de varios árboles caídos, escuchamos que el tronco comenzó a traquear. ¡El árbol comenzó a quebrarse cuando estábamos bajo su ramal! Yo, que ya casi estaba al otro lado, quedé atrapado cuando una de sus grandes ramas casi me aplasta y me cayó sobre la mochila. Quede encuclillado, atrapado bajo el peso de la rama en mi espalda. Por suerte más nadie sufrió daños más allá de las picadas de hormigas que se aguantó Jorge Mendoza mientras me quitaba algo del peso del tronco de encima para que pudiera soltarme la mochila y escapar de la posición en la que estaba. ¡Tremendo susto que nos llevamos!

Nos tomamos un merecido almuerzo al llegar a los rieles. Ibamos como dos horas tarde a este punto versus nuestro itinerario usual. Argelis fue una de las que sufrió la subida este año. No se que tiene esa trepada pero invariablemente a alguien le pega duro. Mientras yo tiraba machete adelante el resto del grupo se encargó de ayudarla y no hubo mayor percance. Lo bueno de caminar con el Hash es que hubo cerveza fría para acompañar la comida, y unos sorbos de ron para alegrar el ánimo.

Cuando resumimos la marcha encontramos el camino lleno de árboles caídos que había que vadear generalmente usando un desvío montaña arriba. Pero hubo un par que nos obligaron a hacer el desvío hacia abajo y varios de estos fueron peligrosos por el desnivel y la inclinación del terreno. Después de llegar al chorro donde habitualmente almorzábamos encontramos el peor de los deslaves de la montaña. Esta vez resultó imposible cruzar el abismo que se formó en este punto.

Esto si ‘ta duro…

Nos tocó trepar hacia el filo que estaba a nuestra izquierda para tratar de continuar por la montaña porque resultaba imposible seguir los rieles. ¡Esa trepada resultó intimidante para varios y Graciela casi se retaca! Me dijeron que hasta lágrimas dejó en esa subida. Mientras Yvonne espera que el grupo se reuniera se encontró que estaba parada justo al lado de una patoca que estaba indecisa sobre huir o echarle un envión a su pie. Por suerte Yvonne se alejó un poco antes que la culebra se decidiera a actuar. Después de un merecido descanso arriba del cerro, y de gozar de la vista que teníamos allá arriba, reanudamos nuestro avance.

Hasta acá arriba habían más árboles caídos haciendo lento nuestro avance. Eventualmente volvimos a encontrar los rieles y ya logramos seguirlos hasta el Boquerón sin mayores percances. En esta parte Carlota encontró toda clase de plantas espinadas que generalmente le avisaban su peligro después de entrar en su piel. Decidimos cuidarla esmeradamente no fuera que se pinchara más de lo que ya estaba. Por suerte Tony e Iván iban cuidando a Hildegar y Graciela en la retaguardia que ya venían flaqueando con las dificultades adicionales que nos habían salido.

Cuando nos reagrupamos nuevamente en el Boquerón ya eran más de las 4pm. Era evidente que no íbamos a llegar a donde habíamos planeado acampar e incluso nos iba a tomar buen rato llegar al lugar donde antes acampábamos. Generalmente a esta hora ya estábamos en el chorro del Boquerón donde tenemos nuestra piscina privada. Hasta aquí había otro árbol caído que íbamos a demorarnos otro tanto. Por suerte a Panamá solamente le tocó la colita de Otto. Este bosque sufrió estragos con el poco viento que le pegó. A las 5pm llegamos a la «T» y ahí me quedé esperando a las últimas: Grace e Hilde. Carlota y Jorge se quedaron y entre todos ayudamos a Hilde con su mochila.

El río hasta el chorro, de noche, nos hizo dura la llegada porque ya no veíamos bien los vados llanos y varias veces nos tocó cargar las mochilas sobre nuestra cabeza por lo hondo que estaba en varios lugares. Al final llegamos al campamento a las 7:30pm. Por suerte el grupo no había dejado a Robert continuar hasta el próximo campamento como, de seguro, había sido su intención. Peor ya tan tarde, y con la gente cansada, no valía la pena tomar el riesgo de seguir caminando.

La parranda fue buena esa noche. Mucha gente cayó temprano porque estaban extenuados. Pero los mismos revoltosos de siempre dieron lata hasta las tres de la mañana. La cena fue interesante porque era de traje y no todo el mundo trajo. Realmente la cena se dividió por grupos y unos cocinaron, otros comieron de latas, otros emparedados y algunos fueron directo para el sobre. Como ha cambiado la tecnología la dinámica de las acampadas. Había un par de bocinas sonando, una tocaba salsa y otra rock & roll del viejo, Río Abajo y Bella Vista en el Boquerón. Al final, los rockeros durmieron a los salseros (realmente, Tony apagó su salsa y se junto con los rockeros).

Después de un desayuno de avena y café, reanudamos nuestro peregrinaje. Nos llovió algo durante la noche, nada trágico por suerte. Ya desde este punto en adelante era evidente que la gente estaba llegando hasta acá de río abajo porque se notaban picas frescas en el camino. Había un par de árboles caídos que ya estaban cortados y nos fue fácil pasarlos. Los que salieron temprano hicieron una parada en la poza del Longué y yo me llevé a los lentos río abajo para avanzarlos mientras los otros gozaban de un buen chapuzón matutino. El resto del grupo nos alcanzó llegando al Río Diablo. Hicimos otra buena parada bajo el puente del tren abajo de la confluencia con le Diablo.

Ya el resto del camino no encontramos mayores inconvenientes. Parece que ahora que los autos están llegando a Santa Librada, la gente está subiendo hasta el Longué a acampar y el camino está siendo mantenido. Todavía todo está limpio, no se han metido con una de las partes más lindas de este trayecto por el Boquerón. Los más rápidos bajamos por el Río desde Mina 2 hasta Santa Librada. Los otros se fueron por el camino y llegamos casi a la misma vez. Ya de Santa Librada hasta Boquerón arriba este viaje es por una calle transitable. Ha perdido algo de su atractivo, pero nada que le reste muchos puntos a esta gran travesía. Ya he perdido la cuenta de cuantas veces he pasado de Nombre de Dios a Boquerón arriba, pero sigo sin cansarme de este viaje. Pronto quiero volver a repetirlo.

Me encantó ver que mi sobrina Yvonne y Carlota quedaron muy contentas con su primer recorrido del «Camino Real». Todavía no he conocido a nadie que no haya gozado mucho de esta aventura. Tal vez haya una excepción y ella fue la precursora de nuestras famosas «dos horas»: ¿cuanto falta? ¡Dos horas! En esta vuelta, varios experimentados volvieron a preguntar lo mismo y recibieron la respuesta habitual: ¡Dos horas!

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