Cerro Bruja 2020
Hace poco regresamos de Cerro Bruja. Hicimos una caminata de tres días por allá arriba que estaba supuesta a ser fácil, pero, como siempre, terminó agotando a todos. Ya hemos subido varias veces y tenemos claro cual es la mejor subida. En esta ocasión estaba alto el nivel de la Quebrada Escandalosa y terminamos fuera de ruta cuando nos fuimos por un camino que nos ayudo a caminar fuera del agua. Cuando volvimos al cauce de la quebrada ya estábamos fuera de ruta y nos tocó improvisar.
Tampoco ayudó que a nuestro navegante se le dañó su gps y yo estaba usando un reloj nuevo (el modelo solamente) que tenía la ruta guardada pero no me ayudó mucho porque no tenía acceso a la vista amplificada de la ruta y me hacía complicado navegar. Terminamos haciendo una ruta a la antigua con mapa y brújula, ayudados por el gps solo para obtener una posición. En nuestra primera trepada a buscar un filo cometimos un error que nos llevó de regreso al río (nos dimos cuenta antes y nos devolvimos).
Logramos tomar un buen filo que nos llevo por una ruta nueva hasta encontrarnos con nuestra ruta de intensión como a los 700 metros de altura. Terminamos acampando como a 600 metros de altura el primer día, sin agua (las quebradas estaban lejos del filo). Esa noche cenamos chili con carne porque era lo que menos agua requería. La otra cena era pasta y no teníamos tanta agua. Además, el arroz absorbe el agua y al final termina adentro del cuerpo. Los caminantes eran mi hermano Rogelio, su hijo Rogelio, y nuestro amigo Popo. Todos ya teníamos experiencia con este tipo de caminatas y estábamos listos para lo que viniera.
La verdad es que Cerro Bruja es una caminata especial por el lugar. El Parque Nacional Portobelo es un pequeño parque pero es remoto, está bastante intacto, y lleno de vida silvestre. No logramos ver mucho el primer día, pero escuchamos una gran variedad de aves. Me extrañó no ver huellas de puercos y jaguares en el filo por el que habíamos subido. Generalmente hay bastantes huellas por el otro filo que hemos usado y, tal vez, por esto es que lo usan mucho los cazadores del area.
La noche estuvo fresca y el lugar donde acampamos, aunque no tenía una gran vista, tenía buena ventilación. Por suerte no llovió. Estábamos preparados para pasar la noche mojados (no literalmente, pero rodeados de luvia). Roger (mi hermano) había llevado una lona Kelty Tarp 9 que nos daba una cobertura ideal bajo el dosel del bosque. La pasamos muy ameno tomando algo de vino, ron y whisky mientras esperábamos que avanzara la noche. Por experiencia sabíamos que si nos dormíamos temprano íbamos a pasar un buen rato despiertos en la hamaca en la madrugada. Igual nos acostamos relativamente temprano porque ya veníamos trajinados de la trepada del día.
Nuestro segundo día inició sin café porque no teníamos agua para desperdiciar en eso y podían pasar varias horas hasta llegar a una fuente de agua. Pronto llegamos al filo que regularmente hemos usado para subir a Cerro Bruja. Dormimos como docientos metros antes de toparnos con el camino regular. Al poco tiempo pasamos por nuestro mirador 717 donde anteriormente habíamos dormido. Hubiese sido ideal pasar la noche allí nuevamente. Al medio día ya estábamos en el cerro 923, famoso en nuestro pequeño círculo porque es como el triángulo de las Bermudas. Esta vez nos saltamos esa subida y seguimos directo a nuestro objetivo: los 975 metros de Cerro Bruja, y su «chorrito».
Tomamos la decisión de hacer un ataque frontal al cerro guiados por brújula y desviados por el terreno. Por suerte, en cuanto iniciamos nuestro ataque nos encontramos con cintas de agrimensura que ya habíamos dejado en uno de nuestros recorridos anteriores. Esto siempre es bueno porque sabemos que, al menos, ya hemos pasado por ahí anteriormente. Igual quedamos enmarañados en los enredos de Cerro Bruja. Allá arriba los vientos, y los rayos, tumban árboles a diestra y siniestra y donde cae un árbol crece una maraña como las de los cuentos de La Bella Durmiente. Así es que, como el caballero de la leyenda, nos turnábamos tirando machete para llegar a donde la princesa.
En una de esas en las que estaba Roger cortando, el hombre quedó lívido cuando después de un corte quedo frente a frente con una equis gigantesca (eso dijo él, más nadie la vio). De ahí en adelante El Tigre fue más cauteloso cuando le tocaba abrir camino. Como nota curiosa, Popo, nuestro navegante, había dicho que llegábamos a las dos de la tarde a nuestro destino. No sonaba descabellado cuando lo dijo: era medio día y solamente nos faltaban unos 1,500 metros para llegar. Cuando llegamos a las 2pm tal vez habíamos avanzado unos 500 metros en dos horas. A ese paso nos iba a tomar cuatro horas más llegar a nuestro destino para la segunda noche.
Metro a metro fuimos acercándonos a nuestro campamento planeado. En mi reloj tenía el punto donde quería dormir y una flecha que me indicaba en que dirección estaba y a que distancia quedaba. Cada paso que daba procuraba que fuese en la dirección correcta. Aún así fue necesario hacer muchos ajustes a nuestro recorrido. Como a las 4pm alcanzamos la cima de Cerro Bruja. Todavía nos faltaban unas 500 metros para nuestro chorro, el lugar donde queríamos dormir y teníamos que bajar unos 200 metros para llegar al agua.
A medida que comenzamos a bajar, creo que por el cansancio, mis compañeros comenzaron a tener pensamientos oscuros que les hacía creer que no íbamos a poder salir de nuestro campamento y regresar al auto en un día. Ya estaban hablando de rutas alternas, se preguntaban cómo podíamos regresar por esta pendiente que bajábamos tan empinada y resbalosa. Para añadir injuria a la penuria, comenzó a llover. Y, para colmo, llegamos al territorio de las «oreja de burro«. Estas plantas son muy venenosas y causan unas alergias horribles. Yo era inmune pero ya tanta exposición a ellas me ha hecho sensitivo y my hermano si es más alérgico a ellas que yo. Bueno, ya no había vuelta atrás.
En cuanto llegamos al agua se nos quitaron las ganas de seguir avanzando y, estando a 95 metros del chorro donde nace el Río Diablo, decidimos parar. El lugar no era un campamento ideal pero tenía agua, buena vista, y estaba frío. ¿Cómo no iba a estar frío si estábamos a casi 900 metros de altura? Ahí armamos nuestras hamacas, luego pusimos nuestra lona, y comenzamos a preparar nuestra pasta con salmón, una cena estándar en nuestras caminatas. De ahí pasamos a la buena conversa mientras esperábamos que parara de llover. Popo estaba tan cansando que no tomó mucho, pero los Rogelio estaban más cansados aún porque se acostaron casi que justo después del chocolate caliente con ron.
Antes de dormirnos todos acordaron que ya no era necesario volver por estos lares. Esto fue después de ver el mapa y concluir que la manera más rápida de salir de donde estábamos era por la misma ruta que habíamos usado para llegar ahí. Yo no dije nada al respecto porque ya estoy claro que Shakespeare tenía razón cuando dijo que la perdición del hombre es que olvida. Así es que prefiero no decir cosas tan definitivas como «no vuelvo a cruzar este charco» porque ya me he dado cuenta que en poco tiempo cambian las perspectivas. Antes de las 10pm ya estábamos todos en nuestras hamacas.
El tercer día amaneció agradable y, ya bien descansados, pudimos apreciar mejor lo hermoso del lugar donde estábamos. También ayudaba que no estuviese lloviendo. El bosque de alta montaña es muy peculiar, con helechos gigantes, muchas epifitas que viven de la humedad en el aire, y el suelo todo cubierto syngonyums en este caso. Como estábamos en la parte baja de una silla entre dos lomas muchos árboles aparecían gigantescos porque comenzaban a crecer en las laderas que nos flanqueaban. Después de un buen desayuno, y lo que quedaba de la pasta (en mi caso) quedamos listos para iniciar el retorno a casa. Nos había tomado dos días llegar a donde estábamos y pensábamos regresar en un día. Nada complicado, todo parte del plan.
Para sorpresa de muchos, en 30 minutos ya estábamos de regreso a la curumba de Cerro Bruja. Habíamos hecho la trepada sin mayor problema y aún nos sentíamos frescos. Al poco tiempo perdimos nuestra propia pica y regresaron las complicaciones. Para no gastar tiempo buscando una aguja en un pajar puse una ruta que nos llevaba directo a la próxima migaja que había marcado en nuestro recorrido al campamento. Al poco tiempo llegamos a nuestro punto y logramos retomar nuestra pica. Este proceso lo repetimos varias veces hasta que pronto estábamos de regreso en nuestro cerro 923 y ya teníamos el filo oficial que nos regresaría a casa «sin perdedero». Y, básicamente, así mismo fue nuestro regreso.
Lo único es que no regresamos a nuestro auto si no hasta las 7pm, ya pasados el toque de queda. Decidimos pasar otra noche para poder transitar dentro del tiempo legar y nos quedamos a dormir en la escuela de Santa Librada. Por suerte los preocupados del grupo habían guardado comida para esta eventualidad, y los poco hambrientos tampoco nos habíamos comido toda la comida que trajimos. Como escribo esto casi dos semanas después de haber regresado, puedo asegurar que ya estamos planeando nuestro próximo viaje a Cerro Bruja para completar los 95 metros que nos faltaron para llegar al gran chorro del nacimiento del Río Diablo.
SENSACIONAL!!!
Bravo. La vida es corta y la viven al máximo.
Siempre emocionantes tus aventuras
Mi comentario:
https://twitter.com/tgaldamez/status/1282303125253246977?s=19
Emocionante su aventura…. Según su experiencia cuánto tiempo me tomaría subir el cerro en un día?
No tendría idea porque depende de la época, las lluvias, su capacidad de navegar la ruta y que tan bien trepa montaña. La subida es una pendiente retadora. Subir en un día largo se puede si todo sale bien.