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El Reto del Indio 2023

Finalmente terminé un Reto del Indio, después de dos intentos anteriores. En el 2021 iba de barredor y me quedé cuando llegué a El Valle. El 2022 se comenzó el sábado en la mañana y encontré que estaba muy caliente el día para correr esa carrera. Este año todo estaba como quería, incluyendo mi preparación física. Las cosas fluyeron sin preocupaciones y todo, casi todo, salió tal cual me hubiese gustado. Con esta carrera he completado 15 ultramaratones de 100 millas y más.

Llegué a la partida con mi cuate Robert Souter que también iba a correr los 160k, Robie por primera vez y yo buscando terminar mi número 15. El clima estaba sabroso, todavía soplaba la brisa de verano y la temperatura estaba agradable. Este año fui recatado y me tomé unas Heineken Cero al llegar a la partida en lugar de las Balboas que me había tomado anteriormente. En el camino había tomado Malta Vigor para manterme hidratado y alimentado, acompañado con papitas Lays para tener una dosis saludable de carbohidratos y grasa. Ya Eladio Quintero estaba en la partida alistándose. Poco a poco fueron llegando los demás participantes, algunos en su auto y la mayoría en el bus que salía de Pro Health Shop.

El año anterior estaba preocupado en la partida porque el corte de 34 horas, y los cortes intermedios, estaban apretados para mi. Esta vez, con 38 horas, me sentía muy cómodo y confiado de poder terminar sin apuro esta carrera. Mi promedio para terminar la distancia esta es 32 horas, tenía seis horas de colchón. En contra de mi usanza esta vez venía con mi mochila Salomon Adv Skin 12, que, aunque buena, no me gusta más que mi simple correa y botella de mano. También traía mi botella de mano. En total llevaba las 20oz de mi botella de mano, dos botellas suaves de 500ml, y otra botella dura de 500ml. Estaba siendo precavido para no quedarme sin agua.

En la partida tenía dos lámparas Black Diamond Icon, una 500 con battery pack de litio y otra 700 con 4 baterías de litio. Decidí dejar la más vieja, la de 500 y llevarme solamente la 700. Tenía otra 700 esperándome en El Valle para la segunda noche. Además llevaba una linterna de mano pequeña, y, por si acaso, una linterna de mano poderosa. Podía haber dejado la linterna de mano potente y llevarme la 500 en su lugar. Normalmente correría solo con la 500 y la linterna de mano pequeña. Llevaba respaldo para el respaldo, por si acaso.

También estaba cargado de comida. Normalmente llevaría menos de la mitad de lo que llevaba, pero como las estaciones habían sido tan parcas el año pasado decidí ir bien preparado para no necesitar nada de las estaciones, tal vez solo unas pintas, y las Coca-Colas que sabía que iban a tener. También llevaba casi una docena de electrolitos Lmnt para complementar el Tail Wind que nos iban a dar porque no tolero 38 horas seguidas de esa bebida. En mis bolsas de recambio había más geles, comida y Lmnt para reponer lo que comiera en el camino. Nada de ropa extra, ni zapatillas. Casi que iba a la maldita sea…

Mi plan para esta carrera era extremadamente simple: correr lo más cerca de 10 minutos por kilómetro y contar con que eso podría promediar 32 horas con las paradas en las estaciones. No iba a invertir nada de energía extra en apurarme, llegar era el objetivo, nada más. Detrás de esto también estaba el deseo de terminar ileso para seguir corriendo como si nada hubiese hecho para prepararme para mis dos siguiente carreras: Hellbender y Massanutten en mayo. Solo un acto de fuerza mayor iba a evitar que llegara al Océano Pacífico una vez que sonara la partida de esta carrera, iba a ir sin prisa pero sin pausa.

En cuanto sonó la campana de partida quedé de último. El año pasado salí rápido para gozar de la compañía de los punteros por un rato. Más tarde pagué por ese esfuerzo. Este año iba a iniciar mi carrera muy recatado. A medida que veía el grupo de corredores alejarse pensaba en las horas que iba a pasar solo corriendo y ya comenzaba a sentir pereza, pero era lo que tocaba. Y encima corriendo de noche. Por suerte soy mi mejor amigo y no me iba a aburrir. Partimos a las 6pm puntuales y el sol se ocultaría unos 45 minutos después.

Cuando llegué a la primera estación en el kilómetro 14 vi corredores saliendo a trepar la loma que está justo después. Llegué a la estación en dos horas y sencillo, promediaba 7 kilómetros por hora. Un poco más rápido que mi plan, pero no estaba haciendo mucho esfuerzo para llevar ese paso. Rellené mis botellas con TailWind, me tomé una coca, recogí unos geles y seguí mi camino. Al poco rato me encontré al primer corredor y lo pasé. Pronto me pasaría otro más. Ninguno de estos iba a terminar, ya se veía que venían cansados.

Al rato me alcancé otro grupo en el que estaba Ana, Ana Lía, Rogelio y Robie. Estaban confusos porque el gps les marcaba fuera de ruta. No había otra ruta (si la hay, paralela y muy cerca) a menos que hubieses cargado el trayecto del año pasado. Me preguntaron cual era el apuro. Yo no llevaba apuro, ellos habían bajado su paso. Robie subió un poco su marcha y continuamos juntos el camino. Ana Lía, Tigre, Rogelio, Fernando y Ana nos alcanzaron al ratito. Parece que aceleraron para no quedarse atrás. Cuando me alcancé a Eladio me dijo que venía con calambres y que se tenía que tomar una pastilla.

Cuando llegamos a la estación #2, 23 kilómetros recorridos, me encontré con Lee y Karmel, dos gringas que habían venido a correr la carrera. No pensé encontrarlas hasta la meta, pero parece que Lee venía algo tropezada de su última 100 millas en enero, Orcas 100m. Mi promedio seguía cerca de 7 kms/hora. Me tomé otra coca, me comí unas sandías y seguí mi camino. Robie me alcanzó poco después y seguimos juntos. En La Encantadita me dijeron que unas mujeres habían seguido recto, eran Lee y Karmel, lástima. La carrera prácticamente no tenía marcas hasta el momento (si había una marca por kilómetro habían muchas).

Cuando Robie y yo llegamos al giro para ir a la estación de Lago Gatún vimos a Dora Lajos ya terminando esa entrada y salida (Dora se ganó la categoría femenina de El Reto del Indio). Vimos un montón de gente que ya venían regresando de Ciricito. En ese grupo venían Andrea y Raquel (que también quedarían en el podio de las mujeres), Pupi y Christian, y Sofi Ucar. La estación de Gatún estaba muy bien surtida. Me tomé una sopa, sodas, café, y me puse cinta adhesiva alrededor de la cintura porque me había pelado la mochila por haber corrido sin camisa un rato cuando me dio calor. Alberto Alemán me alcanzó en esta estación y fue muy divertido escuchar sus comentarios de cómo la estaba pasando. Habíamos corrido juntos un rato al salir de la estación #2.

Cuando salimos de la calle para volver al trillo me alcanzaron Rogelio Bennett (mi sobrino) y Fernando Martin. A esta altura se apagó mi lámpara de cabeza. Calculo que duró 6 horas. Por suerte llevaba tres linternas, una pequeña de mano, una mediana de mano, y mi linterna de cabeza. Corrí el resto de la noche con la Fenix PD36 y me fue muy bien. Nunca había corrido solamente con una linterna de mano. No llevaba baterías de repuesto para mi linterna de cabeza pensando que las recargables de litio de 3,500ma me durarían la noche. Obviamente me equivoqué, pero no fue un gran problema.

La siguiente estación, El Corral, estaba supuesta a estar en el kilómetro 43. Pasé ese punto y me pareció una eternidad llegar a la estación que quedó colocada en kilómetro 45. Sabía que Juan Pablo Zelayandía estaría en esa estación y contaba con poder hidratarme con una cerveza. Cuando me pareció ver las luces de la estación grité «On on!» y me respondieron. Que alegría encontrar con amigos en la estación y tomarme una pinta fría a esa hora, en ese momento. Eso no tiene precio. Llevaba 8 horas exactas y 45kms recorridos, iba bien porque estaba arriba de los 5kms/hora que necesitaba para llegar en 32 horas al Pacífico.

Cuando salí de «El Corral» solo me faltaban 10 kilómetros para terminar mi primer tercio de carrera. A esta altura había superado dos percances: las laceraciones de la mochila que me incomodaban y las baterías de mi linterna de cabeza que se habían agotado. Ya llevaba un buen rato corriendo solo cuando me alcanzaron Rogelio y Fernando. No duró mucho la felicidad porque pronto me dejaron atrás y llegaron unos tres minutos antes que yo a Tres Hermanas.

En Tres Hermanas estaba el Hash dando apoyo a los corredores. Aquí me alcancé a Sofi que se veía muy bien y lista para partir hacia El Valle. Andrés y Chencho me atendieron muy bien. Tomé café, coca, sancocho, huevo duro, y algo más. Todo me bajó sin problema. Cuando fui a tomarme unas acetaminofén me entró revulsión y vomité todo lo que me había comido. ¡Qué cagada perder todo ese tiempo alimentándome! Bueno, ni modo. Le acepté a Chencho la Balboa que me había ofrecido en cuanto llegué y partí de la estación con una cerveza en la mano. Algunas calorías me aportó el preciado líquido. Había llegado en menos de 10 horas a Tres Hermanas, cerca de las 4am.

Partí a la trepada a El Valle en buenos ánimos. Si bien había perdido casi todo lo que había comido, iba en buena forma y pronto saldría el sol para reavivarme. Es increíble lo que hace un poquito de luz solar, es algo mágico sentir el inicio de un nuevo día escuchando a los moradores del bosque despertando. Había visto armadillos, un conejo, y ahora me tocó ver los dos tucanes: el de pico de colores y el de pico amarillo y chocolate. Por suerte me había preparado física y mentalmente para enfrentar todas las lomas que venían en esta sección porque habían unas verdaderas paredes que trepar antes de llegar a Las Claras Abajo.

En Las Claras Abajo me encontré con Carlota, Boris y Mel manejando la estación. Era una estación menor así es que pasé por ahí lo más rápido posible. Me tomé una soda, comí sandía y partí. Ya mi promedio estaba en 5 kilómetros por hora. El colchón que había mantenido hasta Tres Hermanas lo perdí en lo 10 kilómetros que habían hasta Las Claras Abajo. Y todavía faltaba trepar bastante.

Llegando a Las Claras Arriba me topé con Nando Ateho, de Centro América, tirado en el río como crucificado a un árbol caído en medio de la corriente. Estaba mal y paré para ver cómo podía ayudar. Le ofrecí pastillas de sal pero tenía. Le ofrecí LMNT y se lo tomó de una vez y me preguntó si tenía más y le pasé otro sobre que se tomó inmediatamente. Aún así no estaba dispuesto a pararse y seguir su carrera. Cuando llegué al Harino les avisé que había un corredor en mal estado y que estuvieran pendientes de él. Nando no terminaría su carrera pero logró llegar hasta El Valle.

La estación de La Alarma estaba justo después de pasar la quebrada Jordanal. Me atendieron super bien en esta estación y, para mi sorpresa, cuando me preguntaron ¿qué necesitaba? y pedí una cerveza, tenían. También me rellenaron mi pañuelo con hielo. Ya Iñaki Jr. me había dado hielo cuando nos encontramos cerca de la quebrada Arenilla. Ya a estas alturas el calor estaba intenso. Después de Jordanal una señora me ofreció agua de pipa en «La Gira», el nombre de su finca. Estaba sabrosa esa pipa.

En Río Indio Nacimiento me alcancé a varios que estaban por salir ya para El Valle. Entre ellos estaba «JC» de Guatemala que se estaba quejando amargamente de lo duro de la ruta. Dice que en Guatemala los volcanes no son tan empinados como las pendientes que le tocó trepara en esta ruta. Antes que saliera, y para que no se desanimara, le dije que todavía le tocaba una buena trepada pero que solo eran 2.5 kilómetros y terminaba el sufrimiento porque todo lo que venía era bajada hasta el mar.

Pochi Calvo nos atendió super en Río Indio Nacimiento. Lo primero que dijo cuando me vio fue «no tenemos cerveza aquí». Bueno, ni modo, era una estación pequeña. Thelma Camargo me alcanzó aquí. Antes que se me olvide, me habían pasado Isa Nellos, Mónica Costarangos, y Gio Cianca poco antes de llegar a esta estación. Venían frescas y estaban entre el primer y segundo lugar masculino de los 105kms. ¡Increíble!

En la trepada a la mesa me alcancé a «JC» y a Tigre. Tigre se me unió y bajamos a cuero por Los Berrales hacia El Valle. Antes de iniciar la bajada nos encontramos a Dayan Quiel que ya venía lastimado, creo que le dolían los tendones de las piernas. Unos muchachos de 105 nos pasaron en la puerta de la finca de los Pérez Balladares y se iban a pasar la bajada a la derecha cuando los llamamos. Los dejamos que nos pasaran porque iban más rápido que nosotros, pero luego los volvimos a pasar cuando tocamos la parte corrible de Los Berrales. Llegamos a El Valle 21:25. Mi promedio había bajado a 4.75 kilómetros por hora, pero ya podía decir que estaba listo este Reto del Indio. Solo una caída muy fea, un tobillo torcido, o una pierna rota iba a pararme.

Me quedé una hora y cuarto en El Valle siendo atendido por familia y amigos. Jorge y La China me dieron comida, Roger mi limpió los pies y me bendó con duct tape antes de volver a ponerme mis medias. Había corrido sin medias hasta La Alarma (85 kilómetros) y ya el arco del pie derecho estaba tierno. Me pusieron duct tape en la cintura también porque el micropore que tenía puesto ya me cargaba hostigado. No tenía ganas de salir de Casa Bennett porque según mi reloj iba a llegar a las 3am a la meta y ¿qué iba a hacer a esa hora allá?

Rogelio «El Tigrillo» estaba preparándose para salir, Sofi también estaba, Nikolett Demeter me alcanzó ahí también y Eladio Quintero llegó al ratito. La verdad es que llegó un mar de gente en el tiempo que estuve en Casa Bennett gozando del momento. Verdaderamente no tenía apuro, ya lo que me quedaba era terreno conocido y hasta lo había corrido casi todo. Hice varios entrenamientos sobre la ruta de los últimos 55 kilómetros, una vez con mi sobrina Isa que se iba a ganar la general de los 105 kilómetros y otra vez con Constanza Mini que quedaría de segunda la categoría femenina de 45+ en los 55 kilómetros.

Eventualmente me botaron de Casa Bennett y salí a terminar mi carrera. En el camino saliendo me alcanzó el gran Félix Chacón y nos fuimos juntos por un buen rato. Antes de llegar a Mata Palo nos alcanzamos a Alexander «Tigre» Aguilar. Cuando llegamos a Mata Palo yo fui a buscar agua y comerme algo de mi mochila porque ya me estaba muriendo de sueño.

En la estación de Cabuya habíamos comido pizza y soda, y nos habíamos rellenado con Tailwind. Pero ya se me había acabado todo eso. En la pluma de agua de la iglesia de Matapalo rellené mis botellas y les eché más LMNT, me comí un stroupwaffle, un gel y seguí mi camino. Al rato me alcanzó Oscar Suasty de 105 kilómetros. Oscar se veía muy bien e iba animado para la meta. Llegamos juntos al Macano. Edgar Taylor estaba atendiendo esa estación y me ofreció una cerveza. Me la tomé lo más rápido que pude y seguí mi camino. Alexander me había alcanzado en El Macano y salió conmigo para Las Guías.

En la bajada ya habían muchos corredores de 105kms que se estaban mezclando con nosotros, algunos nos habían pasado y luego los volvíamos a alcanzar. En eso nos alcanzan Luis Broce que venía de pacer de Eduardo Ortega (105kms). Yo me estaba durmiendo cuando nos pasaron e iba con Alexander que también venía medio dormido. Aceleré y me uní con ese grupo. Fernando Martin se unió también a ese tren. Los cuatro comenzamos a hacer buen tiempo bajando a Cabuya. Ir en buena compañía hace un mundo de diferencia durante la noche, hace divertido el tedio.

Esta ya era la segunda noche sin dormir. En mi última cien millas pasé la noche con muchísimo sueño y frío porque ya no podía comer por el hastío del Tailwind. En esta ocasión estaba mezclando LMNT (con 1,000mg de sodio) con el Tailwind y fue mágica la diferencia porque para mí no son suficientes los 303mg de sodio en esa bebida. Ya con el salado adicional me bajaba fácil la bebida y en ningún momento tuve revulsión, solamente con las acetaminofén en Tres Hermanas. Sueño, mucho sueño, tuve en la primera noche para la madrugada y en esta noche brevemente.

Cuando tocamos el asfalto pensamos que encontraríamos las estación de Las Guías prontamente. Estaba colocada más lejos de lo indicado. Nada del otro mundo, solo tres kilómetros de más. ¡Iba con unas ganas de una cerveza! Pero, no, no me tocaría una cerveza en Las Guías porque Chencho ya se había cansado y se había ido a dormir con el resto de los cuates del Hash. Chencho me tenía una cerveza justo cuando llegué a Casa Bennett y me prometió tenerme otra en Las Guías. No me puedo quejar, ya me había dado dos.

Pasamos casi media hora en Las Guías. Nadie parecía tener apuro. Yo, definitivamente, no tenía apuro. Ya nos faltaban 20 kilómetros para terminar. Caminando llegábamos a la meta. Cuando salimos de la estación encontramos que eso es lo que mucha gente estaba haciendo y fuimos pasando a varios que ya no tenían fuerzas para correr. Luis Broce nos cambió a un ritmo de 5 minutos corriendo y 3 caminando. Los kilómetros se estaban acabando uno a uno, paso a paso. Fanny Roa y Claudia Farías se nos unieron, junto con «JC». Eramos un buen grupo y estaba muy jovial el ambiente.

Cuando entramos al segmento que llaman Chernobyl, por lo caliente, dejamos el asfalto y fue bienvenido el cambio. Me fui quedando atrás por un rato en esta sección. Luego volví a acelerar y llegamos juntos a la última estación, Río Hato, en el kilómetro 150. Gabriel González y José Arenas estaban en esta estación apoyando y animando a la gente. Nuevamente nos alcanzamos a Sofi, y varios otros corredores que estaban pensando la salida a la meta. Salimos prontamente de esta estación, en ocho minutos ya estábamos rumbo a la meta según mis cálculos. Fanny y Claudia habían salido casi que inmediatamente después que llegaron.

La verdad es que los últimos 10 kilómetros parecieron una eternidad que pasó instantáneamente. Estábamos en un pajonal corriendo por un sendero de arena. El aire estaba lleno de polvo, levemente húmedo por el rocío de la noche. Todos estábamos animados pero ya las energías de algunos venían mermando. Se cambió el paso a 3 minutos corriendo y 2 caminando. Nos alcanzamos a Sofi, a Oscar, Angel, y otros más que quedaron atrás. En la recta al hotel, ya los últimos tres kilómetros nos alcanzamos a Christian y Pupi.

Christian y Pupi casi que venían caminando y aceleraron cuando se dieron cuenta que veníamos porque Guada y Keila, que venían en auto, nos saludaron cuando pasaron. Así se formó un sprint a la meta porque Fernando Martin no tenía intención de llegar detrás de esos dos. Yo sabía que Pupi no iba a dejar que yo me lo pasara así es que decidí descolgarme y aprovechar para orinar porque venía con ganas desde hace rato y estaba esperando llegar a la meta.

Llegando a la meta me encontré con Pati Cohen que iba para allá también. La verdad es que la llegada a la meta no estaba muy bien marcada, pero igual pude llegar sin problemas. Lo menciono porque Karmel se perdió llegando a la meta y corrió varios kilómetros de más. Yo crucé la meta en 33:56:20. Estaba Iñaki esperando con mi hebilla, Andrés me colocó mi medalla de Finisher, y otros amigos nos tomaron fotos y videos de la llegada. Querían que me fuera a meter al mar para tocar el agua pero vi mi reloj y decía 158 kilómetros. Les dije que me faltaban dos kilómetros para ganarme mi hebilla de 160 y me fui a completar la distancia.

Esos últimos dos kilómetros me demoraron una eternidad, aunque solo fue 30 minutos. Estaba muy cansado y quería acostarme a dormir. Pero entre las pendejadas de viejo que uno adquiere por estar pendiente de las chapas, yo quería una chapa más de cien millas (además de querer completar la distancia de cien millas). Por cansado, y tarado, solo hice 160.35 kilómetros y pensé que con eso era suficiente. Resulta que cien millas son 160.9 kilómetros y es mejor fijarse en la cabeza el número 161 para que no vuelva a suceder. Solo me gané la chapa de 100 kilómetros porque me quedé corto por 550 metros. VQLD.

Cruzando la meta

Por Irving Bennett

Siempre listo.

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