Mamoni Cristalino
El Río Mamoní nos recibió este año con todo su esplendor: cristalino y tranquilo. Normalmente no bajamos el Mamoní con un novato como Chicho, pero, como aún no caen las lluvias, decidimos llevarlo. El Mamoní estaba cristalino, cosa que es difícil (casi imposible) encontrar en el invierno. Por suerte el río es profundo y en el verano mantiene suficiente agua para poder bajarlo sin problemas.
Chicho, Alexandra, Joaquín y yo la pasamos muy bien en el río. El viaje fue largo ya que no había mucha corriente a través de la mayoría del río. Nos tomó 5:30 bajar el río. La última vez que bajamos el Mamoní este invierno pasado nos tomo 3:30. Pudimos ver con claridad las piedras en el fondo de muchas pozas que normalmente están cubiertas por aguas blancas. El Salto nos dejó ver claramente las piedras que lo hacen volverse una espuma humeante. También pude ver que se pueden hacer entradas verticales desde un costado del cañón donde el agua es profunda, justo después de El Salto (Mama Grande).
El río estaba tan tranquilo que Chicho, en su primera bajada de una sección con rápidos, lo pudo hacer sin voltearse en ninguna sección de corriente. En un tramo fácil se volteó justo al frente mío, por nada especial, y nadó inmediatamente. Ni siquiera intentó hacer el rol esquimal. Las partes más difíciles en el caño si las caminó, como «La Zeta» y «La Ese». En «La Ese», por cierto, pude apreciar claramente por qué hay un hueco tan poderoso al final. Con poca agua hay un escalón diagonal formado por una roca larga que forma una caída de 2′.
En las partes estrechas del río se podía aprecias la diferencia en el nivel del flujo del río durante el invierno. En algunos lugares era hasta 5′, como en la «Piedra del Colombiano». La «Piedra del Colombiano» estaba totalmente expuesta y se podía ver claramente el efecto de colador que forma este peligroso bulto en el cause del río. Todo el río normalmente le da directamente a esta piedra y una gran parte del flujo se mete por debajo de la misma. Pudimos ver claramente como el agua salía por la parte trasera de la piedra, como si fuese un colador.
En el cañon, después de «La Zeta», habían unos árboles pipones completamente en flor. Mientras almorzábamos en la sombra a un lado del río podíamos ver las semillas flotando en el aire, suspendidas en su algodón que les permite dispersarse sobre el viento. Es muy agradable pasar un día tranquilo en el río. ¡Qué diferencia entre la tranquilidad de este paseo y la emoción del Río Grande hace 2 semanas!