Este domingo nos llevamos una gran sorpresa en el Río Grande. LLegamos esperando encontrarnos un río seco y tranquilo y nos encontramos un Río Grande fluyendo al máximo y boxeando duro. Habíamos traído a Chicho para que nos acompañara y no duró ni el primer minuto adentro de su bote. No lo debí haber dejado meterse al agua, pero no fue hasta después de bajar el primer rápido que caíen cuenta que el Grande estaba a tope.
El primer rápido me volteó entrando y cuando regresé a la superficie después de un rol instantáneo ya Chicho estaba nadando. Y todavía faltaban varios huecos y olas grandes antes de llegar a las aguas más tranquilas al final del rápido. El río estaba fluyendo rápido con el volúmen tan elevado de agua que estaba bajando. Joaquín y yo iniciamos el rescate de Chicho y su equipo inmediatamente, con urgencia. Si no lográbamos completar el rescate a tiempo íbamos a tener un problema en nuestras manos: la construcción de la hidroeléctrica tiene un tramo del río lleno de varillas de hierro que lo hacen potencialmente letal y ya faltaban menos de 500 metros para llegar a ese obstáculo.
No habían pasado 5 minutos en el Río Grande y estábamos calientes con la emoción que trae la sangre llena de adrenalina. Al pobre Chicho le temblaban las piernas y se sentía como si hubiese vuelto a nacer. Después de recuperar algo de la calma procedimos a implementar el plan b. Mándamos a Chicho de vuelta a la calle para que viera como lograba encontrarse con nuestro transporte y llegar por su cuenta a donde nosotros saldríamos del río. Le tocaba una buena muleada con su kayak al hombro, pero todavía se encontraba donde quedaba esa opción. Más adelante no existiría la posibilidad de salir caminando del río tan fácilmente. También cambiamos el kayak de Chicho por el de Joaquín para que Chicho no tuviese que cargar un bote tan pesado.
A partir de ese momento quedamos Joaquín Gil del Real y yo solos en el Río. No era la mejor de las situaciones, pero los dos estábamos claros en qué es lo que nos esperaba y dispuestos a bajar ese río. Ya antes habíamos bajado el río inundado y ahora el río no se veía tan difícil, solamente estaba al máximo de su flujo y el día estaba soleado, ideal. Aún asi, Joaquín y yo estabamos al máximo de la emoción: miedo extremo mezclado con júbilo. Rara vez le toca a uno encontrarse con un río en condiciones perfectas. Sabíamos que a este nivel tendríamos que esquivar un par de obstáculos peligrosos y caminar unos tramos muy difíciles. ¡El resto sería pura diversión!
Entre las cosas increibles que pasaron ese día caíen pequeño hueco hidráulico y que atrapado, pero remando. Estaba peleando duro para mantener mi posición en el hueco mientras lograba ver como me escapaba. De repente quedé completamente sumergido en el hueco, con la cabeza bajo el agua, kayak, remo, ¡todo! Inmediatamente sentícomo me atrapó el flujo de agua al fondo del hueco y salíacelerado por la corriente, río abajo. Regresé a la superficié como un corcho y todavía con la cabeza arriba del kayak. Pero el rápido no se acababa asi es que seguíremando, dejando el análisis de lo sucedido para más adelante.
También, al llegar a La Angostura el agua nos fue acelerando de manera increíble. Cuando ya estaba por salir del estrecho una ola se trepo en la cola de mi kayak y me puso vertical, como si estuviese haciendo un wheelie con el kayak. Y asícontinué unos 30 metros río abajo hasta salir de la parte más estrecha del río. Joaquín y yo teníamos una sonrisa de manicomio en la cara. ¡Qué buena remada!
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