Bocas del Toro a Colón Remando
Este 12 de julio terminamos de remar de Chiriquí Grande en Bocas del Toro a Miguel de La Borda en Colón. Teníamos años hablando al respecto hasta que logramos concretar el viaje. Mi cuñado Jorge Espino, mi hermano Roger y su hijo Rogelio, Iñaki Lasa y yo fuimos los que quedamos en los botes (había un grupo grande de interesados que al final solo vieron los toros desde la barrera). El viaje fue más difícil de lo que anticipamos y para mí, más memorable de lo que esperaba.
El Escudo de Veraguas siempre fue uno de los objetivos del viaje pero cuando concretamos las fechas quedamos con 5 días disponibles para concluir el viaje (3 menos de lo que había estimado originalmente). Cuando partimos, el itinerario era Chiriquí Grande, Tobobe, Río Chiriquí, Calovébora, Petaquilla y Miguel de La Borda. Cuando llegamos a Punta Toro hablamos con la primera persona que apareció y nos preguntó hacia adonde íbamos. Cuando le contamos nuestro destino nos dijo que eso estaba muy difícil.
En Tobobe hicimos nuestra próxima parada y de una vez llegaron varios ngabe. En la conversa nos dijeron lo mismo: la costa estaba muy difícil en esta época del año, septiembre es cuando el viaje se puede. Prácticamente estábamos por abortar el viaje y decidimos salvarlo haciendo una parada en Escudo de Veraguas porque todos decían que ese viaje era más factible. Así es que seguimos bajando por la costa hasta Punta Escondida porque era uno de los lugares donde podíamos desembarcar.
El cruce de Chiriquí Grande a Punta Toro había estado muy fácil porque la Laguna de Chiriquí está muy protegida y el agua es muy tranquila. En cuanto fuimos pasando Punta Toro ya se iba viendo el cambio: sobre los arrecifes las olas estaban rompiendo con fuerza y se notaba que las olas de fondo estaban grandes. Cuando le dimos la vuelta a Bluefield’s Point y vimos Punta Kusapín sabíamos que estábamos en problemas porque el mar estaba muy enredado con las olas de fondo reventando en el arrecife y el viento soplando con fuerza. Por suerte se nos acercó un bote y nos dijo que teníamos que abrirnos mucho y dar la vuelta lejos de los arrecifes.
Era imposible para nosotros entrar en Kusapín porque las olas cubrían de espuma blanca todo el arrecife frente a Kusapín. Seguimos hacia Tobobe porque no quedaba de otra. Después del descanso y la conversa en Tobobe seguimos nuestro camino hacia nuestro primer campamento de intensión cerca de Shark Hole Point. Justo cuando nos alejamos de la costa nos atrapó la primera lluvia intensa y nos dejó sin visibilidad alguna. Estábamos sobre un arrecife y a duras penas podías ver que teníamos al frente. Cambiamos nuestro rumbo hacia la costa nuevamente porque no queríamos quedar dentro de alguna rompiente. Cuando nos acercamos a otra orilla encontramos un buen lugar donde poder volver a tocar tierra y decidimos que allí acamparíamos este primer día.
Mauricio salió a nuestro encuentro de una vez ya que esta era su tierra. Nos volvió a confirmar que apenas habíamos pasado la parte fácil de nuestro viaje y lo que venía sería más duro. Jorge negoció nuestro campamento y le pidió a Mauricio que nos consiguiera unas langostas. A la hora regresó Mauricio que seis langostas para la cena y las hervimos para acompañar lo que ya habíamos cocinado. Habíamos llevado un gran techo que resultó vital para la cocinada y la conversa porque las lluvias venían intermitentes a través de toda la noche.
Temprano al día siguiente recogimos nuestro campamento y partimos a Escudo de Veraguas según nuestro plan de viaje revisado. El cruce de 28kms de mar abierto al Escudo nos tocó relativamente tranquilo, y no nos llovió. Salimos solamente con un rumbo hacia un horizonte abierto y como a la hora de estar remando apareció algo que parecía una isla. Con el paso de las horas fue creciendo hasta que ya se podían distinguir los detalles de la costa. Primero nos acercamos a Playa Larga y luego fuimos hacia la punta este donde Roger había decidido que quería investigar y acampar.
Al llegar a la punta este vimos que Booby Cay ofrecía protección con un gran arrecife que estaba siendo embestido ferozmente por unas inmensas olas que después de ser reventadas por el coral llegaban como leves ondulaciones a la orilla. Encontramos la isla abandonada y sin un alma que la habitara. Habían cabañas abandonadas en esta playa que daba al norte y buscamos un lugar agradable donde colocar nuestro campamento para luego ir a investigar más sobre este lugar que ya se sentía mágico.
Pasamos la tarde navegando por docenas de islotes que estaban entre el arrecife y la costa. Entre los islotes habían canales de agua cristalina y caliente, algo realmente espectacular. Lástima que no podíamos bucear el arrecife porque el mar al norte realmente estaba tratando con todas sus fuerzas de destruir el coral y a cualquiera que se le acercara. Este lugar en septiembre con un mar tranquilo tiene que ser aún más fuera de serie de lo que se podía apreciar. Todos quedamos de acuerdo que debemos regresar.
Nuestro tercer día iba a ser un cruce de mar abierto de 50kms directo a Calovébora. A las 5am ya estaba preparando el café y a las 7am dejamos nuestro campamento. Una gran tormenta se veía que venía en camino y en cuanto salimos de la protección de la isla sentimos la fuerza del viento que ahora estaba soplando del suroeste en dirección a la tormenta que lo estaba chupando. Como a la hora de seguir nuestro rumbo de intensión decidimos cambiar nuestro rumbo y dirigirnos directo a la costa porque las olas y el viento estaban subiendo su nivel de intensidad.
Navegamos casi 35kms de mar entre olas y viento que nos tenían en constante tensión porque la canoa que nos acompañaba es un bote abierto al que había que estar achicando el agua que entraba cuando era golpeado por las olas. Nuestros kayaks abiertos no tenían problema en ese mar pero todo nuestro viaje dependía parcialmente del cargamento que llevamos en la canoa. Todos estuvimos callados hasta que ya teníamos la costa cerca y parecía que nos habíamos salvado de lo peor.
Cambiamos nuestro rumbo para seguir navegando hacia Calovébora que ya estaba como a unos 30kms. Lo que veíamos en la orilla nos preocupaba porque era tal como no lo habían pintado los indios: no había como entrar a las playas porque las olas estaban rompiendo con fuerza en la arena. Y nos habían dicho que la canoa no podría entrar en Calovébora porque la «cabeza» estaba muy grande (la ola que rompe antes de entrar el río). Para aumentar nuestros problemas, otra tormenta nos estaba alcanzando por el oeste ahora.
Cuando la cosa estaba cambiando a tétrica, Jorge, que estaba en la canoa, decidió que podía entrar a la playa porque la única punta que habíamos visto desde que dejamos Escudo atrás le daba un poco de protección de la fuerza de las olas. Todos caímos en esa playa justo antes que nos alcanzara un fuerte viento acompañado de lluvia intensa. ¡Increíble suerte que tuvimos! Vimos que atrás de las plantas en la playa había una gran finca y entramos a investigar mientras nos protegíamos de la lluvia bajo el techo de un gran rancho que parecía ser usado para actividades comunitarias. Decidimos que pasaríamos la noche en este agradable lugar.
Según el mapa habíamos caído en Cahuita, entre Santa Catalina y Calovébora. Apenas estábamos a mitad de camino y llevábamos tres días navegando. El cuarto día iba a ser un día muy largo si queríamos llegar a Miguel de La Borda en el quinto día. Después de pedir permiso para pernoctar en el rancho fuimos a bajar todo de los botes y esconderlos tras unos arbustos según el consejo de los moradores Elías y Wali. Pasamos una noche muy agradable y secos. Hasta ahora casi todos habían dormido mojados por problemas misceláneos con sus hamacas.
A las 4am estaba calentando el café y a las 6am partimos para Petaquilla. Nos tocaba un día largo. Las horas pasaban, los pocos lugares habitados pasaban, y no aparecía ningún lugar donde pudiésemos tocar tierra. Toda la costa entre Río Cañas y Miguel de la Borda está muy poco habitada y la razón era evidente: las playas ofrecían poca protección contra la fuerza del mar. Además, mucho del frente de mar estaba formado por grandes acantilados que no permitían desembarcar del todo. Las entradas de los ríos están bloqueadas para embarcaciones pequeñas como las nuestras por las olas que se forman sobre la barra de arena que naturalmente se forma ahí.
Cerca de las 3pm pasamos frente al Río Petaquilla y vimos que podíamos entrar ahí pero decidimos seguir de largo porque todavía necesitábamos avanzar si queríamos estar en Miguel de La Borda al día siguiente. Poco después pasamos frente a la mina de Petaquilla. El lugar es inmenso y desde hacía horas veíamos una estructura que se elevaba sobre la selva. Era una gigantesca chimenea que salía de una galera aún más grande. La inversión material que ha sido hecha en este lugar se notaba astronómica.
Seguimos de largo con la esperanza de poder entrar en Coclé del Norte. Habíamos pasado varios ríos donde pensamos que se iba a poder entrar pero no tuvimos suerte. Y estábamos cerca de las doce horas de haber partido y la costa seguía igual, sin ofrecer lugar alguna donde poder entrar a pasar la noche. Justo cuando acabábamos de tratar de entrar en una playa nos cruzamos con un bote y le hicimos señas. Después de conversar nos dijeron que era justo en esa playa donde podíamos entrar y nos enseñó como podríamos entrar entre las olas con mucho cuidado.
Roger e Iñaki lograron entrar sin problema. Cuando Rogelio y yo fuimos a entrar quedamos surfeando una gran ola hasta que llegando a la orilla la punta de nuestro bote se hundió en la ola, tocó la arena, y la proa del bote se levanto verticalmente y nos lanzó al aire. Rogelio quedó parado en la arena de una vez pero yo salí por encima de él y casi me cae el bote encima. Por suerte no pasó nada peor tras la volteada y todo lo que estaba en el kayak estaba bien amarrado. Jorge logró entrar en la canoa sin mayores problemas. Habíamos parado en El Portete tras un día maratónico de 80kms. Y el lugar estaba muy agradable para nuestra suerte.
Ya el viaje estaba prácticamente concluido porque solamente quedaban unos 35kms para el día siguiente. A pesar de todas las condiciones hostiles que encontramos habíamos logrado perseverar. La canoa Old Town Tripper XL de 20′ había dado la talla gracias a que Jorge la había manejado con mucha habilidad. La bomba de achique hasta había perdido su agarradero por el uso que había recibido en los cruces pero por suerte seguía sacando agua. Nuestros kayaks dobles de 17′ habían navegado muy estables a través de todas las olas, los vientos y la lluvia.
La cuarta noche duramos más que todas las anteriores antes de caer cansados en nuestras hamacas. Estábamos bastante contentos porque ya sabíamos que íbamos a lograr concluir exitosamente nuestra travesía. Ya quedaba poco que beber y de comer, pero fue suficiente para ir satisfechos a dormir en nuestras hamacas. Al día siguiente nos despertamos con calma y empacamos sin prisa porque antes del medio día estaríamos en Miguel de La Borda.
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Puntos Importantes: https://docs.google.com/spreadsheets/d/1CK99RcvdLrfLnLl9fYy7Dydtl3l3ewNLW5K0NHWCezI/pubhtml
The Panama Cruising Guide de Eric Bauhaus y Almanaque Azul son buenas referencias.
Que buen trip!
Que impresionante historia. Que vivan los aventureros!!
Buenísimo. Que gran aventuras