No Business 100 – Reporte
Finalmente completé mi 100 millas #13 y pasé lo que estaba comenzando a parecer una barrera. No Business 100 ha sido una carrera que he gozado mucho y el recorrido puede ser el más atractivo de todos los que he hecho. El sendero era muy corrible y tanto las subidas como las bajadas eran bastante leves, con sus contadas excepciones. Las estaciones de apoyo estuvieron fenomenales, repletas de buena comida y bebida, incluyendo el Sword que usaron como bebida energética.
El vuelo a Nashville llegaba a las 7:00pm. Mis compañeros de viaje salieron a cenar después de registrarse en su hotel, pero yo me fui directo a la cama con un martini y unas papitas de sal marina de Kettle Brand. Hoy día me cuesta dormir bien si ceno muy tarde. Al día siguiente nos tocaba manejar a Pickett State Park donde Lagarto había alquilado una cabaña y teníamos que recoger nuestros números de carrera. Había una pequeña charla después de una cena de pasta donde nos darían los últimos pormenores antes de iniciar a correr el viernes a las 8am.
Mi plan original era estar cerca de 32 horas en esta carrera. Cuando vi por última vez las estaciones y sus horas de corte vi que eran bien justos al principio si corría a ese paso (para terminar en 32 horas). Luego ajuste a 30 horas mis estimados y todavía seguían muy justos. Así es que recalculé para 28 horas para hacer los primeros cortes sin estrés. Resultó que habían modificado el recorrido a la primera estación porque un castor había hecho una represa que dejó inundado el sendero de la primera sección por un tramo largo.
Así es que cuando la carrera inició salí como alma que lleva el diablo adentro. Ibamos corriendo por una calle de tosca y el clima estaba fresco. Las condiciones se prestaban para correr rápido sin estropear mucho el cuerpo. Había dejado atrás a Lagarto, seguro que pronto me alcanzaría. Ni siquiera hablamos de correr juntos en ningún momento. Llegué a la primera estación un minuto antes que Lagarto, yo de número 50 y él de 57. Rellené mi botella de Sword, me comí unos quiche, un derretido de queso y algo más que me llevé para el camino.
Poco a poco fui bajando la marcha, mis ingles me estaban dando causa para algo de alarma muy temprano en la carrera. Por momento pensaba que iba a quedar lastimado si terminaba la carrera. Estaba determinado a llegar gateando si era necesario. La incertidumbre es una parte natural de estos eventos. Uno se pregunta ¿cómo será posible mantener este esfuerzo por tanto tiempo? Al final, el cuerpo se acostumbra y todo comienza a fluir como debe ser. Antes de pensarlo ya estaba en la próxima estación. Seguí comiendo bastante. Ni siquiera me había acabado la mitad de mi primera botella.
Cuando llegué a Charit, kilómetro 33, ya casi llevaba más de dos horas contra el corte. Estaba comenzando a sentirme relajado y seguro con las decisiones que había tomado para esta carrera. La comida me estaba bajando bien, los electrolitos de la bebida resultaban muy tolerables, y la compañía estaba agradable. Todavía no se había formado un grupo de corredores que podían mantenerse juntos y los trenes se armaban y desvanecían continuamente.
Al llegar a Bandy Creek era cerca del medio día. Según mi plan de carrera de 28 horas, iba a llegar a esta estación a las 3pm, 50 minutos contra el corte. Había armado casi cuatro horas de colchón contra el corte. Me comí un hot dog, coca cola, ginger ale, y jugo de pepino. Luego fui por mi bolsa de apoyo a sacar una linterna porque no había pensado que llegaba de día a la próxima bolsa de apoyo. Estaba seguro que podía dejar la linterna, pero me la llevé para que luego no me hiciera falta por algún percance. Llegamos tan rápido a Bandy que Adela no nos encontró porque nos adelantamos mucho a nuestro plan de carrera. Lagarto llegó de #70 y yo de #80, había cubierto 41 kms en 5:25:23.8, nada mal. De hecho, a ese paso hacía menos de 24 horas (un esfuerzo que no podía sostener).
Nos había tocado un clima sabroso. Yo inicié mi corrida con una camiseta de lana deportiva abajo de una camisa de botones de lana. Estaba mojado, húmedo más bien, pero muy fresco cuando salí de Bandy al medio día. Ya estaba corriendo con los botones de la camisa abiertos para poder ventilar mejor. Había mucha gente que salió bien abrigada de la partida. Yo estaba del lado menos cubierto del grupo. Ya en el camino se veía gente parada guardando capas de ropa por el calor. Estaba contento por pasar el primer cuarto de mi recorrido sin ningún percance.
Decidí correr cómodo el segundo cuarto para no quemarme sin necesidad. Había estado corriendo a un ritmo por encima de lo que había planeado. Hora de bajar la marcha. El perfil de la carrera parece una montaña rusa cuando lo ves en papel. El grado promedio del recorrido es 14, eso es 140 metros cada kilómetro, un poco más que la subida al mirador del Parque Metropolitano. Esa pendiente la tengo entrenada de sobra. De hecho, estaba haciendo mejor tiempo en las subidas leves que en muchas de las bajadas, cosa que me pareció curiosa.
El sendero de esta carrera es muy limpio y estaba cubierto de las hojas que habían dejado caer lo árboles. El otoño estaba en su apogeo para nosotros. Precisamente por lo nítido del terreno, ya varias raíces me habían sorprendido y una de ellas me hizo rodar cuan largo era. Me había recuperado de la mayoría de los tropezones. Este me tumbo. Estábamos corriendo por un filo con una vista preciosa hacia un río y su cañón cubierto todo de árboles coloreados en naranja, amarillo y rojo. La tropezada de dejó algo lento y aproveché para comerme unos geles que siempre cargo y al final nunca me los como. También me tomé un par de Tylenol 500mg. De hecho las había estado tomando cada cuatro horas desde el principio y ya me tocaba, más o menos.
Laurel Hill, kilómetro 75, ya estaba en Kentucky. Primera vez que tocaba Tennessee y Kentucky. En Fat Dog 120 millas habíamos atravesado tres provincias en Canadá. Esta es la primera vez que corría dos estados en una carrera en Estados Unidos. Antes de llegar a la estación pasamos bajo un arco de piedra espectacular.
A Ledbetter, kilómetro 89, llegué en 14:43:48.2 en la posición 110. Lagarto llegó en 12:59:11.4 en posición 58. A esta altura de la carrera el Croc había mantenido su posición en el grupo de corredores y yo había cedido 60 puestos. Ninguno de los dos tenía idea de esto en el momento, y yo no sabía dónde él estaba en el recorrido. En Duncan Hollow, dónde me había encontrado con Adela, me dijo que me llevaba como dos horas de ventaja. Estaba cerca de lograr entrar debajo de las treinta horas pasada la mitad de la carrera.
En Duncan Hollow había recogido todo mi equipo de frío para pasar la noche. Llegué a Blue Herron, kilómetro 100, tan temprano. Llegué en 17:07:35.3, justo a la hora que había puesto para el tiempo de 28 horas en la carrera. Ya había cedido dos de las cuatro horas que había armado de colchón. A diferencia de mis últimas dos carreras, ya había pasado la mitad de la carrera sin un solo contratiempo. La linterna que me jodió en mi última carrera estaba en una de las bolsas de repuesto, casualmente en esta estación, con baterías regulares por si me fallaba la que cargaba, que era la anterior (una Black Diamond Icon 500 con batería de litio). La comida había estado en punto toda la distancia y no tenía nauseas, ni un poquito.
En Blue Herron tocaba un circuito de 10 kilómetros y de regreso a la estación. Estos 10K fueron de los más rudos hasta ahora. Nada del otro mundo, pero comparado con los 100K que precedían era otra cosa: un camino pedregoso y complicado. Igual no fue gran problema acabarlo y cuando terminé había tardado dos horas y media. Lento, de noche, no está tan mal. También se había puesto frío y me coloqué una capa adicional. Llevaba un manga larga técnico, mi camisa de lana y me camiseta de lana. Si me ponía el gorro me daba calor, y nunca saqué los guantes. Tenía mi regulación térmica controlada.
Salí de Blue Herron, 110K, cerca de las 3:45am, en posición 95. Estaba avanzando algo y pasando gente. En un par de horas estaría saliendo el sol. Ya me sentía que estaba en la recta final, solamente 50K y terminaba. Todo me estaba saliendo bien. Los dedos del pié derecho estaban algo limados, los tres del medio, por haber pateado una raíz que casi me tumba. Creo que ya había rodado tres veces a esta altura de la carrera. Casi que iba par en la cancha…
Cuando salió el sol me quite la tercera capa de encima y la volví a amarrar en mi cintura. En las últimas dos estaciones había tomado café con Fireball y café con Woodford Reserve y comido papitas Lays cuando salía. En la del Fireball me tomé un caldo de pollo. Creo que en la del Woodford comí poco. En todas las estaciones donde tenía bolsas de apoyo había dejado un Ensure de chocolate y todos me los había tomado. Hasta ahora me estaba funcionando bien esa estrategia porque seguía esperando las náuseas y el malestar estomacal y nada que llegaba. Tal vez es que me estaban ayudando las pastillas de famotidina que me había tomado con las Tylenol.
En Peter’s Mountain estaba ya en la posición 88, 140.6K en 25:57:19.8, estaba ya cerca del paso de 30 horas. ¡Solo me faltaban 21K! Ya nada era relevante, lo que quedaba era pan comido. Podía caminar toda la distancia restante y terminaría dentro del tiempo permitido. Curiosamente, dejé de estar presente y comencé a pensar que tengo otra carrera de 100 millas el 5 de noviembre. Hay carreras llenas de duda y sufrimiento, esta no resultó una de esas.
Habían dos hombres de mi edad que estaban adelante mío, no por mucho. Los dos se veían mayores que yo. Consideré apretar el paso para recogerlos. La idea se fue tan súbitamente como llegó. ¿Cual era el apuro? ¿Qué iba a ganar? La mañana estaba preciosa, estábamos corriendo paralelo a un río bajo el dosel de los árboles en un bosque abierto. Hora de gozar el recorrido, oler las flores, e ir a cagar. ¡Ja! No podía faltar el depósito matutino.
Después de resolver el problema anterior se me comenzó a hacer eterno el recorrido. Creo que estaba entrando en la zona de penumbra mental. Estaba justo en el punto donde podía comenzar a alucinar, tenía sueño estando muy despierto y consciente. Comí pastillas Jolly Rancher para darle algo de azucar al cerebro para que saliera de su coma. Ahora el recorrido eran subidas y bajadas cortas dentro del bosque abierto. Como no me estaba moviendo rápido, los kilómetros pasaban lentamente. Lo bueno es que estaban pasando.
Eventualmente llegué a Great Meadows. ¡La estación estaba al otro lado del río! Había corrido con las zapatillas secas hasta ahora. Y nos estaban obligando a mojarlas casi que por maldad. En realidad no, pero eso es lo que parecía. Llegué a la estación, rellené mis botellas, cogí otra bolsa de papitas y seguí mi camino. Ahora me faltaban 14K y dos lomitas. ¡Vamos por esa hebilla!
La trepada a Blevin’s Cemetery me pareció no acabar nunca. Era una pendiente muy ligera, y estaba corriendo. Me recordaba al camino El Roble en el PMT, un falso plano que no se acababa, 7 kilómetros subiendo paulatinamente por el costado de una montaña. A la hora y media llegué a la estación: «¿Qué quieres?» me preguntaron amablemente. Tums y Coca Cola (finalmente el estómago se hacía presente con una leve queja).
Mientras me tomaba mi coca charlaba contento con la gente de la estación. Vi que en la mesa había una botella de Jack Daniel’s que me pareció perfecta para acompañar la coca. Pedí y me dieron felices de la vida. Les dije que iba a llegar a la meta con una sonrisa de oreja a oreja y sin una queja encima. En eso llegaba otro grupo de corredores y decidí seguir mi camino para hacer espacio en la pequeña, última estación.
Pensé que iba a detestar el final de la carrera, todo cuesta arriba. Resultó un recorrido muy agradable bordeando unos peñones enormes iguales a otra docena de estas formaciones geológicas que habíamos encontrado a lo largo de la carrera. Llegando a la meta podía escuchar los gritos mucho antes de poder ver el arco y la recta final. Ya estaba en un camino de tosca que iba describiendo un arco inmenso hacia la meta. ¡Qué alegría cuando apareció la meta y escuchaba los gritos de Adela!
Ojalá pueda regresar el próximo año para hacer la carrera en sentido contrario y ganarme la hebilla de 200 millas (double buckle). Cada año la carrera va en sentido inverso, años pares contra reloj y años pares como el reloj. Dudo que el Lagarto quiera repetir la carrera, ya lleva 15 hebillas y ni una repetida. Mi argumento es que es otra carrera en sentido contrario, y que lo bueno merece repetirse. Es muy divertido viajar con Croc y Adela.
Genial
Siempre al terminar de leer me dan ganas de hacer un buen ultra! Felicidades y a por los 200 el año que viene! Saludos!
Echele mano, seguro que no se arrepentirá. ¡Saludos!