Este fin de semana completé Fat Dog 120 millas en 45 horas, 25 minutos y 34 segundos. Todos los Panameños que fuimos a correr completamos nuestra carrera — el 100%, algo fantástico. Es difícil traer de vuelta la experiencia de un evento tan largo porque el relato se puede volver algo monótono y a la vez hay tanta experiencia que quiero compartir. Para mi la experiencia de seguir corriendo a través de la segunda noche, comenzando desde las 34 horas de correr en adelante, fue algo muy nuevo que nunca había experimentado, en especial las alucinaciones o ilusiones ópticas que experimentaba continuamente. Curiosamente el agotamiento físico fue mínimo y logré cerrar la carrera corriendo a excelente ritmo.
De los 120+ que se pararon en la partida solamente llegaron 84 a la meta, el resto fue cayendo poco a poco en el camino. Nuestro lote le ganó a las estadísticas y todos cruzaron la meta: #35 – Jose Orillac – 38:55:33, #47 – Tao Costarangos – 40:37:52, #69 – Irving Bennett – 45:25:34 y #71 – Luis Stoute – 45:41:49. Carlos Rettally completó sus 70 millas en 20:50:44 y quedó de décimo en su carrera. Nuestros resultados son testimonio de la buena preparación que hicimos a través de estos últimos seis meses. Estoy muy orgulloso del desempeño de Jose y Tao porque ambos dieron todo lo que podían dar y terminaron a pesar de que al final venían con fuertes dolores pero no se doblegaron. Ahora les toca una buena recuperación para que sus cuerpos regresen a la normalidad después de terminar su primera carrera arriba de 160 kilómetros y el primer 192km para todos nosotros. Tao saltó de 50km directo a 192km sin antes haber corrido distancias intermedias: ¡barbarazo!
Yo me fijé correr Fat Dog en 46 horas cómo plan de carrera en parte porque ese ritmo me ponía en la estación de Skyline, kilómetro 158, en 35:44, un poco más que mi última carrera. Pensé que ese ritmo sería descansado y me dejaría en buena posición para usar lo que me quedara de energía para los últimos 34 kilómetros. La carrera arranca con una subida de 15 kilómetros y 1,500 metros de elevación ganada, la primera loma tenía la mayor pendiente de todas. Yo fui dejando que los corredores me pasaran hasta quedar en un grupo que parecía determinado en mantener un ritmo pausado para nuestra primera tarea de ascenso. Por suerte el día había iniciado frío pero sin lluvias cómo el día anterior. Aún no nos dan los resultados preliminares pero creo que me tomó más de tres horas esa primera subida y llegué a la estación de Cathedral en más tiempo del que me había programado mi tabla de pasos de Ultra Splits. Yo contaba con que esto fuera así porque la mayoría de los corredores inician a un ritmo rápido y luego van desmejorando su rendimiento. Yo quería hacer lo contrario y comenzar suave para poder cerrar con fuerza.
Los próximos 15 kilómetros fueron una bajada constante hasta el Río Ashnola. En esa estación me dijeron que habían tenido que parcharle los pies a Tao y Jose. Esta información me la dieron los asistentes cuando vieron que yo también era de Panamá. Luis Carlos había decidido tomar la carrera muy pausadamente y me dio paso en la subida. Al llegar a la estación de Ashnola había completado las primeras 20 millas y el tramo número uno de seis que tenía la carrera. Creo que eran cerca de las 4pm y todo marchaba bien hasta ahora. La carrera estaba apenas empezando. Ya solamente me quedaban 160 kilómetros y esa distancia ya la había cubierto antes. Rellené mis botellas de líquido, comí todo lo que pude en la estación y seguí mi camino rumbo a Trapper qué quedaba a 18km de distancia. Ya era evidente para mí que tenía que usar el tiempo de la tabla cómo mi meta porque los kilómetros parecían transcurrir a un ritmo glacial, muy, muy lentamente.
El camino a Trapper era otra subida de unos 1,000 metros de elevación subiendo desde 1,250m hasta 2,250m. El suelo estaba muy mojado por las lluvias que habían estado cayendo antes de la carrera. La parte buena de las lluvias es que el día nos tocó fresco y la contraparte es que tenía ya horas con los pies húmedos. Ya podía sentir que se me estaban arrugando la planta de los pies y seguro que me saldrían unas ampollas que pretendía ignorar completamente. En este tramo me alcanzó Graham que había corrido la carrera el año pasado en 38:12 y este año se propuso correr 400km. Graham arrancó a correr el miércoles desde unos 16km más allá de la meta y corrió hasta la partida para entonces correr con nosotros de vuelta a la meta. Venía entero y se quedó corriendo conmigo por un largo rato hasta que coronamos la subida a Flattop Mountain donde compartimos una vista espectacular. Allí decidió para a descansar y fumarse un porro para poder gozar de la bajada que seguía. En eso nos alcanza Jessica y continuamos juntos la bajada donde luego nos pasaría Graham a tope.
Poco después que nos pasa Graham me alcanza Luis Carlos que también venía reventando el cuero en la bajada. Ya se hacía de noche y LC parecía tener apuro por llegar a Calcite. Cuando llegué a Calcite me senté cómodamente a dejar que me atendieran cómo a un rey. Me dieron sopa caliente, quesadillas, y una copia de hojaldras que estaba buenísima. Ya relleno de Carbo Pro, la bebida que había estado consumiendo desde que se me acabó lo que tenía en mis botellas, seguí mi camino hacia el Río Pasayten que tendría que cruzar con una cuerda en la noche. Paré a orinar y me alcanza un Inglés que no paraba de hablar. De repente le suena el iphone que llevaba en el bolsillo y me dice que nos pasamos un giro y teníamos que regresar: ¡no mames güey! Cómo 500 metros hacia atrás vimos el giro y algún gracioso se había llevado los reflectores que hasta ahora habían hecho fácil identificar los cambios de dirección en la ruta.
El cruce del Río Pasayten de noche fue fácil, más fácil de lo que pensé que sería. Lástima que no dejé mis zapatillas en Pasyten porque pensé que esa estación estaba antes del cruce y no después. Me perdí de comerme unos grandes hot dogs porque no quería hacer una parada aquí cuando ya tenía planeado hacer la parada en la próxima estación que estaba a unos tres kilómetros más adelante. Si repito esta carrera aquí será donde haga mi cambio de zapatillas. La otra opción es que haga cómo Tao y cruce el río descalzo con las zapatillas en la mano. En Bonnevier me encontré a Luis Carlos pasando por su ritual de cambio de zapatillas, incluyendo una nueva engrasada después de una limpieza profunda. Aquí LC partió poco después que yo llegara pero creo que le tocó algún bajón porque pronto me lo alcancé en la subida y no lo volví a ver hasta que el llegó a Heather donde yo estaba sentado tratando de tomarme una sopa caliente en medio de un frío invernal.
La llegada a Heather que estaba arriba de una montaña me pareció interminable. Había una neblina que limitaba la visión a unos cuantos metros y sentía que ya necesitaba comer. Pero cómo pensaba que pronto llegaría la estación me reusé a comerme otro gel porque ya estaba cansado de tanta azúcar y quería comer algo sólido. Así me pasé otra hora más, apagándome poco a poco por falta de energía, al punto que muchos que había dejado muy atrás de repente me estaban alcanzando y ya podía ver sus linternas atrás de mi. Al llegar a Heather estaba soplando un viento gélido y en la estación los voluntarios me forraron en mantas térmicas, las de metal reflectivo, pero no sirvieron de mucho porque casi inmediatamente comencé a temblar de frío. No me pude comer más que una de dos quesadillas que me habían dado. Dejé la sopa caliente que tanto anhelaba tomarme, me vestí con mi chaqueta impermeable, me puse mis guantes con dificultad y salí al descenso antes que me diera una hipotermia. LC había llegado a la estación cuando estaba yo comiendo e hizo su transición muy rápido. Pronto me alcanzó y me dejó atrás una vez más.
Estaba avanzando lento por falta de energía y necesitaba comer. Tuve que recurrir a los geles para volver a reactivar mi metabolismo. Por suerte pronto saldría el sol. Al rato llegué a un sitio donde la ruta se confundía y la neblina no ayudaba a encontrar la próxima marca. Parece que LC logró verme y cómo él ya había encontrado la solución a la ruta me pegó un grito y me orientó por la ruta correcta. De ese punto en adelante seguimos juntos. Jessica también me había pasado y quedamos los tres marchando en concierto. Al poco rato nos encontramos a unos jóvenes que habían estado descansando. Ibamos camino a Nicomen Lake. La subida de Bonnevier a Heather fue de 19 kilómetros y ahora venía una bajada de 14 kilómetros que incluía 900 metros de ascenso entre los 2,212 metros que íbamos a descender. Esta bajada me pareció interminable. Cuando llegamos a Nicomen el olor a bacon fue indescriptible. ¡Qué delicia! Era una estación menor y nos tocó lo último del tocino, pero que cosa más sabrosa que fueron esos trocitos que me comí. Había poca variedad de alimentos ya que el personal de apoyo había tenido que llegar caminando a este puesto donde lo principal era abastecernos con agua que habían filtrado del lago.
Al salir de Nicomen encontramos un sendero de bajada muy gradual, amplio y fácil de correr. Decidí que este era el monto de hacer paja con la luz del sol. Aproveché para correr con velocidad por los próximos 18km. Estaba corriendo a tope haciendo uso de la energía que había conservado hasta ahora. El sendero por el cual corría estaba muy limpio y me permitía avanzar con facilidad. Hasta este punto la mayoría del sendero estaba más del lado técnico y no permitía avanzar tan rápido. Me fui alcanzando a persona que me habían dejado atrás hacía mucho rato. Cuando finalmente llegué a la estación de Cayuse Flats creo que me había pasado al menos a 8 corredores. Fue tan bueno el envío que hice en este tramó que volví a quedar par con el plan de carrera para las 46 horas. Al llegar a la estación un joven me preguntó que cómo podía ayudarme: ¡Cerveza! Bien mandado fue y me trajó una cerveza que me cayó a pelo, justamente lo que anhelaba en ese momento. Me atendieron como rey en esa estación y casi todos los que me había alcanzado me dejaron atrás mientras gozaba de mi elixir. Cero estrés, ya me sentía invencible.
De Cayuse Flats a Cascades está supuesto a ser plano. No había nada plano en ese tramo de sendero que parecía una gráfica de la bolsa de valores. Pero ya había visto minuciosamente el perfil de elevación y sabía que esto venía. Lo tomé con calma, era un tramo de 8km ondulante que iba paralelo a la calle. En Cascades me alcanzó El Rets que venía reventando su carrera de 70 millas. Me contó que se había alcanzado a LC en Cayuse Flats y lo había dejado atrás, al igual que me dejaría atrás en ese momento. Aquí decidí comerme unos pepinos que venía cargando desde el principio de la carrera y tomarme el jugo de pepino que había en el envase. Esto le causó mucha gracia a los espectadores porque estaba algo complicado sacar los pepinillos del frasco en que los llevaba. Al final me prestaron unos cubiertos plásticos que fueron muy útiles para resolver el problema. El sol hoy brillaba con fuerza pero la temperatura estaba muy agradable. Había estado caliente la semana antes de la carrera pero entro un frente con lluvias y nubes y enfrío todo así que ahora el clima estaba excelente. De Cascades a Sumallo Grove tenía que correr unos 3km por calle y me pareció una eternidad. Ya para este momento había llegado a la convicción que los kilómetros en Canadá son mucho, mucho más largos que en el resto del mundo.
Lo único que estaba manteniendo mi cordura era la tabla de pasos que llevaba conmigo y lo único que me servía era el tiempo que transcurriría antes de llegar a la próxima estación. Nunca encontré relación con la distancia, cómo si me hablaran en una escala completamente ajena. Ya estaba sintiendo los efectos del sueño y su ausencia: mi sistema óptico estaba comenzando a ver caras por todos lados, especialmente en el piso. A veces en la periferia visual imaginaba escenas que desaparecían cuando las miraba de frente. Sumallo Grove tenía unos árboles inmensos cómo la secuoya roja de California. Pasé rápidamente por esa estación y tomé poca agua porque pensé que pronto llegaría a la próxima estación.
El tramo hacia Shawatum era de 16km e iba a lo largo del Río Skagit, un tramo muy hermoso y bastante plano, lo más plano que encontraría en toda la carrera. No tengo idea qué me llevo a pensar que llegaría rápido a Shawatum, la tabla que llevaba decía que iba a tomar 3:46. No llevaba agua para tanto tiempo, el sueño debe haber opacado mi buen juicio. Traté de echarme a dormir pero no supe cómo activar la alarma de mi reloj y no quería quedarme dormido porque no me iba a despertar más nunca. Seguí corriendo y disfrutando de la belleza natural que me rodeaba. Deseaba haber tenido un kayak para flotar río abajo ya que el agua iba en la misma dirección en que yo corría pero a mí no me ayudaba la gravedad. Después de algunos kilómetros encontré una parte del camino expuesta al sol que se veía muy cómoda. Decidí echarme a dormir en el camino, perpendicular al mismo para que tuviesen que pasarme por encima los corredores. El pequeño descanso funcionó algo y al rato escuché los pasos de alguien y me levanté. Era un corredor de 70 millas.
Hasta ahora mi carrera ha ido sin percances y estoy corriendo bastante bien. Este tramo paralelo al Río Skagit me permite correr bien sobre una buena superficie sin mucho obstáculo. El problema que cada vez se hace más evidente es que me voy a quedar sin agua porque ya me queda menos de un tercio de botella y estoy lejos de la Shawatum. ¡Qué pendejada! He cometido un error táctico al no llenar todas mis tres botellas de agua por sueño, o pereza mental. Leí mal mi tabla en la cual había una referencia a un puente, 26 Mile Bridge y decía tres kilómetros y esos ya pasaron hace mucho tiempo. Ahora voy a tener que bajar mi ritmo porque la sed me está matando y se me seca la garganta. De repente el camino hace un leve giro a la izquierda y nos alejamos del río. He llegado a una recta que parece interminable y voy en un muy leve ascenso. El camino está perfecto para ir rápido pero ya no puedo correr y me están alcanzando otros corredores. Creo que la mayoría son de 70 millas. En eso vuelve a alcanzarme Graham y su pacer. Le pedí agua y me dio unos sorbos. Ya con eso logré mojarme la garganta y apuró nuevamente el paso. Eventualmente llego a Shawatum con algo de ventaja contra el tiempo que tengo proyectado en mi tabla.
Por ahora la llegada a Heather que parecía interminable (sin comer) y este tramo a Shawatum (con sed) han sido mis dos tramos difíciles, cada uno por razones diferentes. Estoy corriendo una buena carrera, tengo el ánimo arriba, la musculatura intacta y ningún problema gastro-intestinal ha sacado su cara. He estado bebiendo Carbo Pro que es lo que me dan en las estaciones. No sabe a nada y no pareciera tener azúcares pero de alguna forma me está manteniendo. He estado echando tabletas de electrolíticos al agua para darle sabor y mantener mi PH balanceado, además de pastillas de sal, y aguacates y papas con sal. Llevé un barranco de comida y la he estado dejando en las mismas bolsas de abastos que envié a las estaciones. Solamente he recogido los gels que había en las bolsas, pero no me he comido ni un paquete de maní, unas cuantas Ricolas (que por cierto su envoltura es un desastre, la próxima me quedo con las Jolly Rancher) y Jelly Beans. He mantenido mi alimentación con lo que me dan en las estaciones y la he suplementado con mis geles y las gomas de Power Bar. En Shawatum ya llevo 144km y esta carrera parece que está a tiro de piedra: 48km para terminar.
El tramo a Skyline es ondulante y según mi tabla debe tomarme algo más de tres horas para recorrer 14km. He llegado a la sección de los mosquitos. Los mosquitos me están atacando por todos lados y no puedo dejar de correr. Mientras corro voy matando mosquitos que se me pegan al cuello, los brazos, la cara, las manos, las piernas. Los oídos me zumban: ziiiii-ziiii. El sendero ya no es una línea recta y comienza a contorsionarse en todas direcciones — para arriba, abajo, derecha e izquierda. Hay mucha vegetación y ya está cayendo la noche. Mi lámpara está en Skyline así que saco mi linterna de mano para que me guíe por este tramo. ¡Qué complicación! En una mano tengo mi botella de agua y en la otra tengo mi linterna de mano. ¿Cómo voy a matar los mosquitos? Ahora sí que comienzo a alucinar y me siento que he entrado en un laberinto. Estoy seguro que estoy atrapado en un bucle sin fin. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo voy a salir de este lugar lleno de mosquitos? Sube, baja, derecha, izquierda, corre, corre, mata mosquitos, y corre, y corre y alucino. Veo toda clase de caras a los lados del camino, y en el piso, pero cada vez que fijo la mirada en lo que pienso que es una cara, o un animal, mi percepción cambia y se vuelve otro objeto. Me siento cómo Alicia en el País de Las Maravillas y el Gato Risueño me está jodiendo la paciencia. ¡Pronto me voy a encontrar al Gusano fumando opio! En algún momento llego a Skyline.
Hasta este punto he ejecutado mi plan de carrera con bastante precisión y todo va siguiendo el guión. En Skyline llevamos 158km y he estado corriendo por casi 36 horas. Ahora solamente me falta gatear otros 34km por encima de un cerro a través de la segunda noche y termino esta vaina. Nada más. La última loma es todo lo que me separa de la meta. Recojo me segunda linterna, me relleno de geles y descargo todo lo que presiento que ya no voy a necesitar, cómo mi botiquín ultra-liviano, un pocotón de jelly beans y comida dulce, me tomo una sopa caliente y de regreso al ruedo.
Tal cómo decía la guía: viene la loma. Tengo que ascender 1,250 metros en 12 kilómetros y luego bajar un poco a Camp Mowich, la próxima estación. Perdí mi tabla en Skyline y ya no me acuerdo cuanto tiempo me va a tomar esta subida. Pero voy subiendo, y subo, y subo, y sigo subiendo. ¡Qué sueño que tengo! La primera parte de la subida está bastante empinada y me alcanza Bogie que me ve parado descansando y trata de animarme. Nos vamos juntos hablando huevadas. El camino no para de subir y yo quiero dormir, pero tengo que seguir subiendo. Ahora estoy subiendo un zig-zag interminable, zig a la derecha, zag a la izquierda, zig a la derecha, zag a la izquierda. ¿Bogie, tu escuchas el generador? Bogie no escucha el generador. ¡Wow, ahora alucino sonidos! Me imagino que estoy llegando a la estación porque a veces escucho más claro el generador pero al girar otro andén más me alejo del ruído. Pero más nadie lo escucha y ya le he preguntado a varios que me he pasado. Salgo corriendo loma arriba pero me da mucho sueño y vuelvo y me acuesto en medio camino hasta que me alcanza Bogie y me vuelvo a parar.
Me impresiona lo parecido que es cada pendiente. Quien sea que ha cortado este camino tiene que haber sido un ingeniero porque el plano inclinado que vamos subiendo está fijado cerca del 10% de inclinación, pero nunca parece acabar. Cada vez que doy un giro tengo otro plano inclinado idéntico al anterior, y el generador sigue en el mismo lugar pero no logro acercarme más. El tiempo transcurre en cámara lenta, un andén, otro andén y sigo subiendo. Tengo fuerzas, estoy alimentándome bien y manteniendo mi hidratación a punto, pero tengo mucho sueño. Ahora he dejado atrás el país de las maravillas y estoy subiendo la escalera de Jacob. Estoy atrapado en un cuento bíblico esta vez ascendiendo hacia el cielo. ¿Cuando voy a llegar a Camp Mowich? Estoy seguro que Heather, la que diseño esta carrera es una sádica. Esta serie de planos inclinados son una tortura mental de noche y no puedo ver cuanto me estoy acercando a la cima, solamente veo que hay otro zig-zag más arriba y las luces de los que he dejado atrás se van quedando abajo. Cada vez que doy una vuelta veo más reflectores arriba y sigo escuchando el generador.
Después de un par de horas subiendo presiento que estamos llegando a un cambio de pendiente pero no veo más marcas y tengo dudas si estoy en el camino correcto y me regreso. Eventualmente me encuentro a Bogie de frente y me pregunta ¿qué estoy haciendo? Le digo que hace rato no veo marcas y voy a revisar. El sigue de largo y yo regreso hasta encontrar una marca. Me doy media vuelta y ahora corro con más fuerza porque sigo en el camino correcto y ya debo estar cerca de la estación de Camp Mowich. Pronto me alcanzo a Bogie y ya tenemos más marcadores y comenzamos a bajar. Bogie se queda atrás porque ya tiene las rodillas lastimadas pero yo estoy habilitado para reventar el descenso. Bajo, y bajo y sigo bajando pero no llego a Camp Mowich. Ahora vuelvo a subir y subir. De repente escucho una explosión cómo si lanzaran una bengala. ¡Ahora sí estoy cerca de la próxima estación. Ya puedo escuchar las voces. He llegado a Camp Mowich y solamente hay dos atendiendo esta pequeña estación. Relleno un poco de agua, hablo brevemente con los voluntarios y sigo hacia Sky Junction que está a 8km. Ahora solamente me falta correr un medio maratón y termina esta aventura.
Salgo a buscar Sky Junction con nuevas fuerzas pero la efervescencia mental dura poco. Nuevamente el sueño me va apretando la cabeza en una prensa y necesito hacer uso de mucha voluntad para seguir corriendo. Ahora el camino es ondulante y estamos cómo sobre unas praderas de altura. Veo marcas en la distancia que parecen flotar en la altura y la distancia. Mi campo visual esta limitado al alcance de mi luz pero los reflectores los puedo ver a cientos de metros delante mío. Es curioso pero avanzo cómo por cuadros de una película de 35mm. Estoy aquí y luego estoy allá. Creo que me estoy durmiendo en micro-siestas y no me doy cuenta de lo que sucede entre mis momentos de consciencia. Por suerte no puedo pasar mucho más allá del piso en esta sección porque no quisiera rodar montaña abajo si en algún momento el cerebro me apaga las luces del todo. Ya llevo más de 40 horas corriendo y estoy pasando por una experiencia nueva, jamás había corrido tan lejos, ni por tanto tiempo. ¡Wow!
Eventualmente llego a Sky Junction y Peter, el sub-director de carrera también está aquí. Increíble, este tipo está en todos lados, esta es la tercera vez que lo veo en la carrera. En la madrugada estaba en Heather y ahora está acá arriba. Hablamos sobre Jose y Tao y me dice que van muy bien. Jose paso cómo a las 11:30pm y Tao cómo a la 1:30am. Para mí son cerca de las 5am. Pregunto por Luis Carlos y solamente me puede decir que aún sigue en la pelea. Ya tengo esta carrera en el bolsillo. En la conversación Peter me pregunta por las bebidas de Panamá y yo le pregunto si le gusta el ron. Cuando me dice que sí le digo que meta la mano en el bolsillo superior de mi mochila y saque una muestra de Ron Abuelo. ¡Se le iluminó la cara cuando probó nuestro ron! Yo le pedí un sorbito y quedé prendido también. Les di las gracias por la atención después de comerme algo caliente y recibir la buena atención de todos los voluntarios que habían trepado y muleado todo lo que había en esa remota estación en medio de la nada. Ya me quedaban unas cinco horas para recorrer 13km, podía arrastrarme esa distancia si era necesario, pero estaba entero (el sueño era mi única preocupación).
Media hora más tarde creo que todavía estaba a unos 500 metros de Sky Junction y no tenía idea cómo había llegado a ese lugar. Iba en modo zombie. Me acosté en el piso y casi me duermo. ¡No, no y nó! Me volví a parar y salí a balazo. Hasta que salió el sol, por la próxima hora parecía un yo-yo: el sueño me dominaba y quedaba deambulando, hacía una recarga mental, un «rebut», y arrancaba a correr hasta que volvía a apagarme. Cuando salió el sol me habían alcanzado otro corredor y ya el intercambio verbal me estaba ayudando a mantenerme andando. Pronto llegaríamos al penúltimo descenso. Ambos sabíamos que teníamos que bajar un poco, volver a subir, y luego venía la bajada definitiva. Atrás de nosotros venía un tropel. Cómo 6 llegamos juntos a la última bajada, incluyendo a Graham y su pacer que pararon a fumarse su último tuquito antes de la bajada final. Aquí abrí máquina y bajé con todo lo que me quedaba. Ahora estaba viendo a Fuerzas Imperiales de Star Wars a ambos lados del camino, creo que también vi a Boba Fett por ahí.
Eventualmente la bajada rocosa y técnica se volvió una serie de andenes de pendiente razonable, sin piedras y muy corrible, cómo el tramo de Nicomen a Cayuse. Aproveche para correr a todo lo que daba mi cuerpo a estas alturas. Eventualmente el dolor de los pies me fue matando la velocidad, ya tenía unas uñas del pie derecho, lo que había podido crecer desde Massanutten, levantadas en una sola vejiga de agua, y la planta del pie izquierdo me hacía ver estrellas cada vez que hacía contacto con el piso. No sabía cuanto quedaba por recorrer pera ya era imposible que no llegara antes de las 46 horas. Poco a poco fui cambiando a caminar y correr, hasta que me alcanzó Graham y su pacer me dijo que solamente eran unos tres kilómetros y llegábamos. Graham se veía cómo un robot. Yo seguí en mi trote y cada vez que el dolor se hacía muy intenso le daba un pequeño descanso a los pies. Eventualmente llegué al lago y creo que ahora sí era cierto que me quedaban un par de kilómetros para llegar a la meta. ¡Esta carrera estaba terminada! Ya podía ver la meta al otro lado del lago que tenía que rodear. Eventualmente salí de entre los pinos y quedé con la meta al frente, 500 metros y terminaba. Prendí los quemadores y hice un último jalón hasta la meta. En cuanto crucé la meta, Rich, un Hasher que había corrido en 34 horas y pico, me puso una cerveza en la mano. ¡Ja, Dios los hace y ellos se juntan!
Después de tomarme mi cerveza y conversar con los que estaban cerca me fui al laboratorio de UBC (Universidad de Columbia Británica) a terminar un estudio que había iniciado antes de la carrera en el que estaban comparando una serie de puntos con todos los voluntarios que se ofrecieran: una prueba cognitiva, elasticidad arterial, fuerza en las manos y una prueba de salto alto. Caminando al laboratorio cruzó la meta Luis Carlos. Hice mis pruebas, regresé a comerme una hamburguesa y tomarme algo (ya se había acabado la cerveza). Pronto le entró el arrebato a mi amigo LC porque teníamos que salir del hotel. Carlitos, Jose y Tao habían dormido y estaban bañados y bien vestidos. Esperamos la entrega de las hebillas, el anuncio de los ganadores y salimos en nuestro peregrinaje de regreso a Vancouver y luego Panamá. ¡Que experiencia tan fantástica!
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