Mamoní

Stern squirtQué gusto fue bajar el Río Mamoní ayer. Eramos un íntimo grupo de amigos pasándola bien al aire libre, flotando en un buen río. Joaquín y Jaime estaban bajando el Río Mamoní por primera vez, Alexandra ya lo había bajado una vez antes, y yo perdí la cuenta recientemente. Unas balsas de Aventuras Panamá nos alcanzaron cuando estábamos en nuestra para de almuerzo.

El agua estaba turbia de la reciente crecida del río, pero el nivel del agua estaba perfecto. Nos tocó un día ideal, con nubes tapando el sol para que no nos cocináramos en nuestros botes. Con tanta cosa encima a veces es difícil mantenerse fresco en un kayak. El flotador y la pollera de neopreno son excelentes aislantes que no permiten que el cuerpo se enfrie fácilmente durante una remada excitante.

Es para mi un gran gusto compartir la experiencia de iniciación de buenos amigos en un río nuevo. Estaba seguro que Joaquín y Jaime la iban a pasar bien en el río, y no me equivoque. Alexandra, que ya lo había bajado antes al principio de su aprendizaje había regresado al río en un excelente momento: su roll estaba perfeccionado al punto que puede enderezar su kayak con solamente las manos, de ambos lados. Esto le dió un nivel de confianza en el río que le permitió cuadrarse con todo lo mejor que el río tenía que ofrecer.

Fue una gran satisfacción para mi ver a todos los remeros tirarse por todos los chorros que tiene el Mamoní. Jaime y Joaquín se saltaron el segundo chorro, y todos nos saltamos Mama Grande, que está reservada para los mejores remeros del mundo, los que tienen nervios de acero y un control excelente de su kayak. Pero aparte del esfuerzo físico de tener que cargar el kayak alrededor de los obstáculos peligrosos del río, no se pierde nada de la satisfacción de bajar un río en kayak con buenos amigos. Y los balseros también la estaban pasando muy bien.

El río tenía tanta agua que cuando me tiré por Mamita, el segundo chorro del Mamoní, mi kayak y yo quedamos completamente bajo el agua por algunos instantes. Y luego salí disparado como un corcho que ha sido empujado bajo el agua. Instintivamente logré mantener mi balance mientras mi bote salía vertical del agua con todo el peso del chorro bajo la cola de mi bote. Por un momento pensé que el chorro me iba a chupar de vuelta pero un par de buenas paladas de mi remo me sacaron de la corriente y logré escaparme de una buen revolcada.

Ya cuando cruzamos Mama Grande, casi al final de nuesta remada, después de cuatro horas en río, ya estábamos todos cansado, y todavía nos faltaban unos 45 minutos de remo para llegar a la salida. Pero esos últimos kilómetros de río los pasamos muy bien flotando y conversando. Una nutria nos visitó en ese tramo, brevemente. Los balseros y los kayakeros íbamos compartiendo cuentos de la aventura, felices de haber pasado un excelente día en el agua.

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